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SE ORGANIZAN NUMEROSOS FESTEJOS TAURINOS EN 1815.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Habiendo dado a conocer en una entrega anterior el desarrollo de las fiestas en Teposcolula, Oaxaca en 1818, tres años antes, y ahora bajo el “feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO”, en la ciudad de México, las autoridades organizaron un conjunto de festejos que abarcaron del 25 de enero y hasta los primeros días de junio, que en su mayoría produjeron pingües beneficios.

   En el primer aviso que emitió el Ayuntamiento, se hizo saber a los habitantes de esta ciudad:

Cartel de la plaza de toros del Volador, ciudad de México. Celebración de ocho corridas de estilo entre los días 25, 26, 27, 28 y 31 de enero; 1º y 3 de febrero. Cortesía: Lic. José Rodríguez.

La muy Noble, muy Leal, Insigne e Imperial Ciudad de México.

Con el plausible motivo del feliz advenimiento de nuestro Soberano el Sr. D. FERNANDO SÉPTIMO, que Dios prospere, a su Trono, expresa su regocijo en fiestas públicas de corridas de Toros, para que todo el Pueblo Mexicano celebre con aplauso tan fausto acontecimiento, que ha sido el anuncio de sus felicidades.

Las ocho corridas de estilo serán los días 25, 26, 27, 28, 30 y 31 del presente mes de enero; 1º y 3 de febrero, conforme a lo dispuesto por el Exmo. Sr. Virrey.

Los Comisionados que son el Sr. D. Ramón Gutiérrez del Mazo, Intendente de esta Capital y su Provincia, por S.E., y por el Exmo. Ayuntamiento los Señores Regidores D. León Ignacio Pico y D. Tomás Gutiérrez de Terán, no han perdonado fatiga ni gasto, que en la premura del tiempo y circunstancias del día han sido de mucha consideración, para que la diversión del Público sea completa.

Se lidiarán Toros escogidos de la acreditada hacienda de Atengo (debe decir Atenco) del Condado de Santiago (Calimaya), y de las del Paredón, Mextepec y Tecocomulco; los primeros con divisa encarnada, los segundos con azul, los terceros con amarilla, y los cuartos con blanca.

   Se proporcionará para mayor diversión del Público, Fuegos, Monte Parnaso, Palo encebado, y otras distintas.

   Toreros de a pie y a caballo:

Felipe Monroy, José Antonio Romero, José Legorreta y Gerónimo Meza. Entre las dos cuadrillas, destacan a pie: Antonio Rea, Pedro Escobar, Julio y José Luis Monroy, Guadalupe Granados y Basilio Quijón. La segunda estuvo formada por: Joaquín Rodríguez (que nada tiene que ver con “Costillares”), José María Montesinos, José María Ríos, José Apolinario Villegas, Onofre Fragoso y Joaquín Roxas. A caballo: Felipe Monroy, José Antonio Romero, José Legorreta, Gerónimo Meza, Rafael Monroy (alias) Santa Gertrudis, Ramón Carrillo, Demetrio Salinas y Juan Andrés Gutiérrez (…)

 de acuerdo al cartel que adorna las presentes notas.

   Aquella larga “Temporada taurina” transcurrió en la plaza del “Volador”, convirtiéndose en los últimos festejos allí celebrados, pues justo el mismo año, se desmanteló y el maderamen pasó a integrarse a la Real Plaza de Toros de San Pablo.

   En estos registros, lo que llama la atención es una serie de términos que, de acuerdo a la redacción, pero también a los usos y costumbres, permiten entender la forma en que se desarrollaba la fiesta hace poco más de dos siglos. Uno de ellos es la manera en que se califican los espectáculos como “corridas de estilo”, lo cual significaría entender que se trataba de festejos tal cual lo fijaban aquellos principios con que la tauromaquia era puesta en práctica directamente por los protagonistas, a imagen y semejanza de lo que sucede hoy día.

   También es de agradecer la relación de toreros, tanto a pie como a caballo, lo cual indica que, por ejemplo, al solo nombre de Agustín Marroquín o los hermanos Ávila, se sume un grupo articulado que, a pie o a caballo ya podía presentarse en festejos organizados formalmente por la autoridad. Del mismo modo, se mencionan y distinguen con colores las divisas de toros cuya procedencia fue de cuatro haciendas: Atenco (Valle de Toluca, México), Paredón (probablemente ubicada en el estado de Veracruz), Mextepec (hoy Almoloya de Juárez, México) y Tecocomulco (San Juan Tecocomulco, perteneciente a Cuautepec de Hinojosa, estado de Hidalgo).

   Hubo, además en las corridas formales, fuegos, palo encebado, o aquello otro donde debido a la prohibición “que hay de lidiar Toros puntales, se proporcionará el divertido espectáculo de unos Becerros toreados por determinado número de muchachos, Equilibrios en el alambre floxo (sic), Monte Parnaso con dos Novillos embolados, y un Globo aerostático iluminado, al ponerse el sol”, expresiones parataurinas donde predominaba un toreo eminentemente aborigen, mestizo, matizado de ingredientes; -entiéndase mojigangas-, tales como toreo a caballo, o procedentes del ámbito campirano; en los que habilidosos charros y vaqueros al entrar en escena, demostraban sus enormes capacidades.

   Imagínense fuegos de artificio, palo encebado, becerros y novillos embolados, equilibristas, monte parnaso, globos aerostáticos…, todo un catálogo de expresiones en corridas a mañana [comenzaban a las once] y tarde [a partir de las cuatro], que aseguraban lo notable de un espectáculo y cuyo cierre simplemente podría alcanzar lo extraordinario.

   En otros programas se anunciaron festejos “el Lunes y Martes de Carnestolendas por mañana y tarde, y el Domingo por la tarde” [esto en los primeros días de febrero]. Al comenzar abril, los capitalinos se enteraron de que “las primeras corridas de Toros para los días Jueves y Viernes de la primera semana [de ese mes fueron] festejos en los que se corrieron en cada día “diez y seis Toros, diez de Atenco, escogidos y descansados, con la divisa de una roseta encarnada, y seis de Tenango que son de muy buena raza, también escogidos, y se señalarán con roseta blanca”.

   Luego, el 7 de abril siguiente, Ramón Gutiérrez del Mazo autorizó una corrida de toros en beneficio de la construcción del vestuario de la tropa, así que como puede entenderse hasta aquí, los festejos estaban dejando muy buenos ingresos. Finalmente, un nuevo aviso, fechado este el 28 de mayo indicaba:

En las tardes del Lunes, Martes, Miércoles y Jueves de la presente Semana, se han de continuar las corridas de Toros que el Exmo. Sr. Virey ha tenido a bien conceder a los Contratistas de la Plaza, para que resarzan las pérdidas que han sufrido, satisfaciendo al fondo de vestuario la contribución que se sirvió aceptar, como se anunció en aviso de 14 del corriente.

   Comenzarán los Toros a las cuatro y media de la tarde, y en cada una se lidiarán diez, cinco de Atengo [Atenco] con divisa encarnada, y cinco del Astillero y Golondrinas con la de color de Caña, repitiéndose al Público la Superior Orden, relativa a que al primer toque del clarín, todas las personas sin distinción de clases, salgan de la Plaza y entre barreras, para cuya observancia está destinada la tropa que haga efectivo el cumplimiento de esta providencia, a fin de que la que maniobre pueda con libertad y lucimiento hacer sus evoluciones, sin objetos que embarazen la extensión de dicha Plaza, no verificándose esto hasta tanto no esté libre y cerradas sus cuatro puertas. Las diversiones que ofrecen los Contratistas son las siguientes:

LUNES: Al quinto Toro se pondrán dos mesas de merienda al medio de la Plaza, para que sentados á ellas los Toreros banderillen á un Toro embolado.

   Al mismo Toro embolado pondrá el loco Ríos una bandera parado sobre un barril y engrillado.

   Dominguejos de particular idea.

MARTES: Por ser día de nuestro Católico Monarca, se pondrá el mayor esmero en las diversiones y función que se ha de dar, que se anunciará por otros carteles el día anterior.

MIÉRCOLES: Liebres y Galgos.

   Se pondrán dos Monos al medio de la Plaza para diversión del Público.

JUEVES: Se echarán Venados para que los cojan Perros sagüezos, diversión muy retirada en esta Capital.

   Se lidiarán dos Toros á un mismo tiempo, dividendo la Plaza por mitad con una baya portátil.

   México 28 de mayo de 1815.

   Ramón Gutiérrez del Mazo.

   Como las corridas que se celebraron en abril y luego estas de mayo presentaron un balance negativo, el virrey Félix María Calleja del Rey concedió licencia necesaria para una serie de otras cuatro corridas más, las cuales se verificaron en la primera semana de junio de 1815, aunque se desconoce la procedencia del ganado. Ello sucedió bajo las acostumbradas presiones surgidas al interior del gremio de Tablajeros, donde buena parte de sus integrantes, eran dueños de carnicerías, lo que supone que con aquella intensa actividad en las tardes aquí conocidas, hubo suficientes motivos para generar un mercado temporal con la venta de carne de manera legal, aunque se sospecha que lo fue también de manera ilegal.

   Tanto monta, monta tanto…

   Así fueron en realidad una buena parte de los festejos durante el siglo XIX mexicano, e incluso muchos de ellos mostraron variantes, invenciones y demás alucinaciones propias de quienes no solo participaban activa y permanentemente en ellos sino de otros que creaban y recreaban el espectáculo hasta ponerlo en el lugar de fascinación que alcanzó a tener. En ese sentido, personajes como Bernardo Gaviño o Ponciano Díaz, impulsaron tal complemento que, como era de esperarse también, terminó agotándose. A ese síntoma, debe agregarse la transición y presencia del toreo de a pie, a la usanza española y en versión moderna, el cual vino a estabilizar ese orden y ese progreso, lo que significó una clara señal de profesionalización de la tauromaquia en México. Lo anterior a partir de 1887; año en que se desarrolla el que, a mi parecer es uno de los episodios más importantes para el espectáculo en México: “la reconquista vestida de luces”.

   Ya me ocuparé de ese episodio poco más adelante.


LA CUADRILLA DE MAZZANTINI COMPLETA E IMPECABLE.

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REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE 

 

Colección GARBOSA

   Gracias al esfuerzo que, de muchos años para acá viene obteniendo la cada vez más notable colección del Dr. Marco Antonio Ramírez, materializada en la biblioteca taurina “Salvador García Bolio”, ubicada en el “Centro Cultural y de Convenciones Tres Marías”, en la ciudad de Morelia, Michoacán, es posible apreciar, a través del recurso que por internet podemos tener de la misma (aquí la liga: http://www.bibliotoro.com/) un conjunto homogéneo de documentos e impresos dedicados a la tauromaquia, que no se reduce a libros. También encontramos hemerografía, fotografía y otras fuentes que permiten acercarnos a poco más de 13,300 referencias provenientes de diversos países e idiomas. Así, podemos saber, por ejemplo, y en la última actualización (la del 20 de enero) que España tiene un aporte de 7981 registros; México, 2001; Francia, 1391; Estados Unidos de Norteamérica, 374; Portugal, 232; Inglaterra, 122; Colombia, 77; Perú, 72; Venezuela, 48; Alemania, 59. Total, 10 países que concentran la mayor parte de los títulos, sin faltar curiosidades como las publicadas en Japón o en China, por ejemplo.

   Entre ese mundo de información, al que en lo personal, he tenido la suerte de acceder, se encuentra la maravilla fotográfica que, en esta ocasión he elegido para su debido “revelado”.

   Luis Mazzantini apenas tenía unos días de haber llegado a México, por Veracruz, directamente desde Cuba, donde ya había toreado previamente. Así que, antes de su llegada a la capital, pasó por Puebla, donde toreó el 27 de febrero, y luego 6 y 13 de marzo de 1887. Desde luego, se aproximaba la triste jornada del 16 de marzo, donde sucedió tremenda bronca en la plaza de “San Rafael”, frente a un pésimo encierro de Santa Ana la Presa, que es tanto como decir que se trataba de toros “cuneros” que, como decía el Dr. Carlos Cuesta Baquero lo eran “sin ascendencia de casta, sino formada con reses bravuconas, broncas mejor que bravas”.

   Regresando al análisis de la imagen, diré que la compañía acudió completa, y además todos vistieron, para aquella ocasión, rigurosamente de luces. Esto sucedía en el puerto de Veracruz, como ya se dijo, aunque quizá con más precisión hacia la última semana de febrero del 87´.

   De hecho, a todos se les ve relajados, pero quizá el gran mérito es que el Sr. Ibáñez e Hijo logró convencer al guipuzcoano de hacerse este retrato, donde aparece sentado, al centro, rodeado de sus peones, banderilleros y picadores que, reconocidos en la “marialuisa” que adorna discretamente la fotografía resultan ser, de izquierda a derecha (de pie): Luis Recatero (Recaterillo), Francisco Diego (Corito), Manuel Pérez (Sastre), Manuel Martínez (Agujetas), Tomás Mazzantini, José Bayard (Badila), Manuel Rodríguez (Cantares), Ramón López y Romualdo Puerta (Montañés). Sentados: Victoriano Recatero (Regaterín), Valentín Martín, Luis Mazzantini, Gabriel López (Mateíto) y José Galea.

Colección GARBOSA

   Todos firmaron atrás y dedicaron el retrato a “nuestro apreciable amigo el Señor General D. Feliciano Rodríguez”.

   Casi es un hecho que lograda tan impresionante composición, armónica y con el debido equilibrio en el gabinete del Sr. Ibáñez, esta compañía salió con destino a la Puebla de los Ángeles para cumplir con el contrato previamente acordado de aquellas tres actuaciones, en las que se lidió ganado de San Diego de los Padres.

   Seguramente todos los integrantes de la compañía contaron con el agradable recuerdo de aquel retrato y lo conservaron con el agradecimiento de que, en el fondo se les recibía como héroes en este país. Otros tantos ejemplares, debieron venderse directamente por Ibáñez y el que hoy apreciamos, que además tiene el valor de llevar nombre, firmas o seudónimos, debe haberse quedado en el arcón de los recuerdos de algunos de estos altivos señores para gozo, hoy día de tan admirable trabajo, en el que el fotógrafo se valió de aquellos lienzos que, como telón de fondo quedaron registrados en cientos de imágenes que nos permiten observar actitudes, poses y demás gestos de tanta y tanta gente que logró tener un retrato, una auténtica “tarjeta de visita” con qué identificarse ante los demás. Muchas de ellas solo conservan lo curioso de ese propósito, pues desconocemos de quien o quienes se trata.

   En este caso, la “Célebre Cuadrilla de D. Luis Mazzantini” se desvela en lo imponente que trasciende ese retrato en tono sepia, con lo cual tenemos ahora clara idea de quienes se presentaron ante la afición mexicana y tuvieron en Puebla feliz presentación. Como ya lo adelantaba, el episodio del 16 de marzo, marcó para Mazzantini y miembros que le acompañan, un quiebre en sus destinos, pues con la tremenda bronca que se suscitó en la de San Rafael; la huida hacia la estación del tren con ganas de salir a donde fuera; y luego pronunciar su célebre frase: “¡De este país de salvajes, ni el polvo quiero…!”. Cambió el destino para quien, con los años, regresaría curado en salud, y montando año tras año, y hasta más o menos 1904 su célebre “Temporada Mazzantini” en las que, el monopolio de don Luis, tuvo muy buenos dividendos.

SILVERIO, “TANGUITO” Y LA FAENA MODERNA.

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EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XX.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 

Silverio Pérez en un momento de intensidad durante su faena a “Tanguito” de Pastejé. Plaza de toros “El Toreo”, 31 de enero de 1943. Año I, N° 11, 5 de febrero de 1943. Fotografía: Luis Reynoso.

   Los taurinos solemos hacer “sobremesa” luego del último festejo y, en torno a una buena taza de café, nos explayamos hasta alcanzar la polémica o la evocación. En esta última, suelen convertirse en tema esos viejos toreros que jamás vimos en la plaza –me refiero a Rodolfo Gaona o Silverio Pérez-, por ejemplo.

   De este último, nos remitimos a las referencias que suelen convertirse hasta en lugares comunes, lo que no siempre viene a resultar el mejor de los balances, pues no se obtienen demasiadas apreciaciones, siempre necesarias para ampliar nuestra profundidad de campo.

   Precisamente hoy, hace 75 años, Silverio Pérez logró materializar uno de los capítulos más notables en la historia reciente del toreo, triunfando rotundamente frente a “Tanguito” de Pastejé, lo cual representó la construcción de un paradigma, de un antes y un después. O, para decirlo de una sola vez, como el asentamiento del traído y llevado toreo con estilo mexicano. La jornada del 31 de enero de 1943 significó también para ventilar una interesante polémica, la que sostuvieron el joven Flavio Zavala Millet y el entonces decano de la prensa taurina en el país, Carlos Cuesta Baquero.

   Publicada en el semanario La Lidia, dicha tribuna fue espacio para que Paco Puyazo y Roque Solares Tacubac y cada quien con su alias, saliera en defensa de dos posturas o visiones provocadas por la faena del texcocano. El primero representaba por entonces, la visión del nuevo aficionado, en tanto que el segundo se mostraba como defensor del pasado, evocando cuanto de lo clásico poseía, a sus ojos, la tauromaquia.

   Cada uno presentó argumentos. Paco Puyazo defendió la moderna expresión que se concretaba en el trasteo silverista, matizado además de un sello propio y esencia que olía a puro mexicano. Roque Solares Tacubac elogió también aquella gesta, aunque le restaba méritos pues era un atrevimiento haber hecho cimbrar los templos clásicos del toreo que vio siempre en columnas como Lagartijo y Frascuelo.

   Pero tal toreo, después de esos dos grandes, evolucionaba.

   Ambos personajes defendían y argumentaban sus posturas, en tanto que los lectores aprendieron semana a semana una apasionante disección teórica que alcanzó niveles pocas veces visto, sobre todo porque se trataba, como ya se dijo, de una auténtica polémica.

   Total, y dada la extensión que alcanzaba aquella confrontación, puedo concluir que se trató del primer gran análisis hecho al toreo nacional personificado en la figura de Silverio Pérez que marcaba el fin de una época y el comienzo de otra, donde la tauromaquia mostraba los nuevos cambios dirigidos hacia el decoro de faenas forjadas con ese estilo propio donde el toreo ralentizado, de larga duración en lances y pases; así como de la exposición que por añadidura daban los diestros. Ello finalmente logró que las siguientes generaciones de toreros afinaran y definieran tal interpretación, hasta alcanzar los grados de pureza que hoy día son muestra evidente de esa evolución.

   No quiero terminar, después de esta revisión, sin antes referirme a la célebre reseña que escribió Carlos Septién García el Tío Carlos, publicada en Crónicas de toros, libro que publicó JUS en 1948.

   Con esta crónica -¡señora crónica!-, basta y sobra, y creo que en buena medida puedo afirmar que se trata de la mejor de todas las reseñas que hasta ahora he localizado. Un verdadero modelo a seguir.

   ¡Genial de toda genialidad!

   Lo que nos viene a contar a quien también conocemos como “El Tío Carlos” es el resultado de una visión contemplativa inmejorable. Sin afán de limitar el contenido de ese texto impecable, bien vale la pena centrarnos en la obra de Silverio a “Tanguito”.

   Para empezar, el solo hecho de encontrar un comparativo con la figura de Domeniko Theotokopoulos remarca el sentido y significado de los personajes que “El Greco” supo plasmar con estilo propio y que hoy son un referente de la pintura universal. Y es que para atreverse a tamaño atrevimiento es porque con

el toreo de Silverio al quinto se cumplió real y verdaderamente [alcanzar] el terreno de la fantasía. Allí donde nada tienen que hacer las leyes físicas; donde todo es libertad radiante de creación y desarrollo. Allí donde, desaparecidas las limitaciones de la dimensión, se desenvuelven suntuosamente libres, esas cosas admirables que son los sueños, los cuentos de hadas y las obras del genio. Allí donde es posible –con tremenda sencillez- que un castillo se derrumbe ante el conjuro de un niño, que una fresca muchacha duerma trescientos años seguidos, que un poeta arrebate la esencia de las cosas, o que un torero toree con las entrañas.

   Y eso es lo que hizo y produjo Silverio Pérez con la faena a “Tanguito”. Hasta aquí, por cierto, “El Tío Carlos” no tuvo ningún empacho en hilvanar lo que una crónica a secas podría decirnos, justo cuando nos enteramos de cuántos pases, remates u otros recursos fueron necesarios para construir su labor. A los ojos de Carlos Septién eso no era necesario. Los adjetivos superlativos con que construyó su texto dan al quehacer texcocano la suficiente razón para entender, desde otras dimensiones, la estatura de la obra, pues llegó a entender, como lo dice más adelante:

   Y así toreó Silverio Pérez. Trastornando las actuales dimensiones del toreo. Acortando hasta el último límite las distancias entre toro y torero. Ensanchando hasta lo increíble en uno y otro sentido el espacio en que el toro podía ir prendido en la muleta. Alargando hasta lo inverosímil el tiempo de dilación de un lance o de un pase. Haciendo por tanto un toreo diferente en temple y en terreno, en tiempo y en espacio.

   Con esta idea fundamental, el autor de Crónicas de Toros nos revela un factor relevante, pues percibe que la faena silverista estaba alcanzando la verdadera cima de un cambio en el significado de lo que para entonces representaba el toreo, y ese cambio se convirtió en la vuelta de tuerca en una época que veía pasar, por primera vez una nueva expresión generacional e interpretativa, la de una faena mutante, que se renovaba en sí misma para convertirse en otra cosa; con la aplicación de un tiempo que ya no era el de un toreo primitivo, sino plena y naturalmente moderno.

   Por tanto, no es casual que al terminar de dar su balance sobre el desempeño de Silverio, “El Tío Carlos” terminara sentenciando:

   En la base del toreo de Silverio se halla la pureza de su escuela. En la cumbre, su inmensa capacidad estética, “alquitara de siglos” de raza. En el trayecto hay un estadio diferente que fue Peluquero [faena que realizó el 22 de marzo de 1942 en el mismo escenario]. El novillero Silverio fue el lento y apasionado aprendiz de lo clásico. Silverio el de Peluquero fue el mestizo dramático que hubo de vencerse a sí mismo para triunfar; Silverio el de Tanguito es el artista que, dominada la técnica, vencida la angustia, encuentra en el arrebato la expresión de un sentido único, entrañable, del toreo.

   Y, como en el caso de “El Greco”, hasta que el célebre artista pudo dominar la paleta de colores, imponer un estilo propio y tornarse genial, es que pudo ganar la gloria a fuerza de un empeño donde quedaba demostrado como impronta, aquel arte imperecedero. Por eso al descubrir un caso semejante en Silverio, es que quienes tendrían legítimo derecho a opinar, como es el caso de Septién García, y el resto, es decir toda esa legión de aficionados que a su vez forjaban una propia opinión al respecto también. El hecho es que se alcanzaban límites no concebidos en el toreo de una figura que se emparentaba con todo ese significado de lo nacional, justo en épocas que seguían buscando recuperar ese significado que, en buena medida se alteró por obra de la revolución armada. Si bien, los tiempos postrevolucionarios tuvieron entre sus preocupaciones las de recuperar las raíces, donde estaban elementos fundamentales como la música, o la literatura, por ejemplo, el hecho es que Silverio desde la tauromaquia, también se encargó de aportar todos estos componentes que permitieron identificar al toreo como una interpretación más nacional que mestiza, aunque complementarias al fin y al cabo.

   Por último, Septién García parece etiquetar lo que para nosotros sigue representando hasta hoy como la “escuela mexicana del toreo”. Así como en España se consideran fundamentales la “Escuela rondeña, o la “sevillana” (sin hacer menos algunas más que han encontrado similar calificativo), el hecho es que identifica lo mexicano en Silverio de la siguiente forma:

   Con este Silverio Pérez, producto de un pueblo al que se le han negado y obstruido todos los caminos de lo heroico excepto el del toreo, se inicia la época del toreo como fantasía. Y la escuela mexicana paga con creces su deuda al toreo universal entregándole el mensaje de este indio de Texcoco largo, huesudo, desangelado y genial.

   Pues bien, lo que al principio del siglo XX hubo de comenzar otro “indio”, y me refiero al mismísimo Rodolfo Gaona, Silverio –“indio de Texcoco-, y también de la misma raza, lo culmina en términos de perfección y hondura que calaron desde entonces y hasta hoy, donde solo nos llega, tan fresca como es, esa fragancia, la de un toreo, en el que sus distintos intérpretes han procurado mantener la esencia, el significado de todo ese largo proceso de madurez.

   Las batallas de Gaona y Silverio se tornaron conquista, y lo hicieron para elevar el toreo a órdenes universales.

 

LA BELLEZA DEL TORO EN EL CAMPO MEXICANO.

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REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Hace unos días, aparecieron ocho interesantes fotografías que son clara evidencia de los toros que se lidiarán el lunes 5 de febrero, en la conmemoración del 72 aniversario de la plaza “México”. Son ocho ejemplares de Jaral de Peñas que su propietario decidió divulgar, no solo con ese propósito, sino con objeto de que los aficionados tengamos claro de que son toros y ya no nos quede la menor duda. De que tienen trapío, de que es una corrida pareja en presentación, donde predominan los colorados, y de que más de uno, como el 182 o el 174 resaltan  porque su pelaje se denomina –en aquel- “chorreao en verdugo” (mezcla de tres colores: negro, blanco y colorado) y ese otro que es colorado, bragado y muy parejito.

El 182

El 174

Imágenes disponibles en internet febrero 2, 2018 en:

http://altoromexico.com/index.php?acc=galprod&id=5317

Foto: JPB, iniciales de Juan Pedro Barroso.

   Todos los del Jaral aparecen retratados en un corral, espacio en el que seguramente pasaron sus últimos días en contacto con el campo bravo, ese sitio que siempre ha poseído encanto y fascinación sin igual.

   Se tiene claro que de las últimas comparecencias de Jaral de Peñas, las cosas han rodado bien. Esperemos se cumpla el deseo de su propietario y el destino le guiñe un ojo.

   La cosa no acaba ahí. Más bien, alienta porque esas imágenes me han dado motivo para buscar entre los materiales que he venido reuniendo (labor que me ha tomado poco más de cuatro décadas), algunas fotografías cuyo contenido histórico se pondrá en valor a continuación.

   Creo que en principio debo afirmar que las elegidas son casi inéditas, de que la más antigua se remonta a 1888, siguiéndola tres cuyos registros datan de 1905, 1908 y 1909 respectivamente. En ese criterio de rareza, se encuentra una más de 1935, y otra de 1942.

   Comparto con gusto dichas piezas, porque además destaca en cada una de ellas la belleza de los escenarios, lo imponente de los toros, e incluso de lo afortunado que, para cada uno de los fotógrafos resultó el momento de su contacto con los toros bravos.

   Se trata de una “tarjeta de visita” cuyo registro se remonta a 1888. No se conoce, salvo este ejemplo, una evidencia tan antigua lograda en el campo, imaginando para ello la labor del fotógrafo, quien debe haber apostado todo su equipo, a prudente distancia para tener al final de aquella sesión seis fotos, de la que sólo se conocen cinco (y aquí es buen momento para agradecer la generosa colaboración del Lic. José Carmona Niño quien puso a mi alcance estos materiales).

   Estamos en Atenco. Ese toro ya contaba con la edad de rigor, buena presencia y dotada cornamenta, con lo que se cumplía cabalmente cualquier requisito para su presentación en la plaza. Por cierto, y según un riguroso registro que tengo sobre la presencia de los atenqueños entre 1815 y 1915, puedo apuntar que ese año de 1888 se lidiaron como encierro de seis, el que se presentó el 4 de marzo en la plaza de “Colón”, lidiados por Valentín Martín, y luego hasta los domingos 9 y 16 de diciembre, en el mismo coso por Manuel Hermosilla y Juan Jiménez “El Ecijano”, cartel que se repitió en ambas tardes.

   Toro español, procedente de la ganadería de “Muruve” (sic), lidiado el 12 de febrero de 1905, en la plaza de toros “México” de la Piedad siendo el cartel, como sigue: Antonio Montes, Manuel Lara, “Jerezano”, y Tomás Alarcón, “Mazzantinito”, picador: “Agujetas. Banderillero: Manuel Blanco, “Blanquito”.

   F. Esperón, el fotógrafo se apostó en algún burladero de las corraletas (quizá entre las dos y tres de la tarde) y desde ahí, obtuvo tan impecable imagen, en la que se puede apreciar al mayoral que envió el ganadero español Joaquín Murube, con motivo de que fuese el responsable de cuidar el lote. Este, con una aparente paciencia franciscana, da de comer no solo al que se encuentra en primer plano sino también al que está detrás de él. ¿Qué les ofrece? Parece ser una ración de paja con la que los mantiene en santa paz, la misma que demuestra eso sí, el perro que observamos dormido a sus pies.

   Bonito de “Arribas, Hermanos”. De él se dijo lo siguiente:

Foto. A.V. Casasola. Col. del autor.

   “Bonito”, que en realidad se llamaba “Guindaleto”, pero al que su mayoral, Miguel Bello, siempre le decía “El Bonito”, y así se le quedó, había llegado a México con sus hermanos para la temporada anterior, es decir la de 1906-1907, estando en tan mal estado al ser desencajonados después de la travesía, que fueron conservados para la temporada siguiente. Poco a poco, Miguel Bello, que también era el conserje de la plaza y picador de toros los días de corridas, logró que “Bonito” se dejara acariciar en los corrales y acabó por darle de comer en la mano, como si se tratara de un manso corderito, lo que llamó poderosamente la atención del público en general, el cual empezó a interesarse por el animal”.[1]

   Pues bien, llegó el día de la corrida.

   Volvemos al “Lanfranchi”, que es como el “Cossío” mexicano:

Domingo 16 de febrero de 1908. Miguel Báez “Litri”, Antonio Guerrero “Guerrerito” y Vicente Segura.

   Al ser lidiado, “Bonito” sólo fue castigado con 4 puyazos y le clavaron un par de banderillas, y en esos momentos saltó al ruedo Miguel Bello, lo llamó por su nombre, se acercó a él lentamente y acabó por abrazarlo y acariciarlo, mientras todo el público pedía a gritos el indulto, que fue concedido.

   El toro regresó a los corrales, siempre acompañado por su mayoral, y a partir del día siguiente fue puesto en exhibición.[2]

   Entre otros personajes que fueron atraídos por aquella curiosidad, se presentó ni más ni menos que la tiple María Conesa, quien en ese entonces estaba encumbrada en el mundo de los espectáculos. Y la Conesa se hizo retratar hasta en tres ocasiones, como para dar muestra primero, de que controlaba sus nervios, y luego para afirmarse más en el cenit de su fama.

   Y termina nuestra consulta al “Lanfranchi” con lo que apuntó como consecuencia en el destino de ese toro famoso:

   Como el toro pertenecía por contrato a la empresa de “El Toreo, ésta acabó por regalárselo a Miguel Bello, el cual le curó sus heridas y lo cuidó hasta que él sufrió una cornada mortal al estar desencajonando unos novillos, el 16 de julio de 1909, y sus herederos lo vendieron entonces a don Víctor Rodríguez para semental de su ganadería de “La Trasquila”, en el estado de Tlaxcala. Años después, durante la Revolución, la hacienda fue invadida por unas tropas zapatistas, las cuales sacrificaron al famoso “Bonito” como si se tratara de otro animal destinado al matadero, sin importarles todo el revuelo que con su nobleza había provocado en la ciudad de México durante algún tiempo.[3]

   Por su parte, Edmundo Zepeda “El Brujo” torero romántico, de la legua, que en sus años ya maduros se incorporó a un espectáculo denominado “Cuatro siglos del toreo en Méjico”, y que recreaba las suertes en desuso que se practicaron en la segunda mitad del siglo XIX, mismas suertes que un siglo después fueron conocidas en dicho espectáculo, el cual hubo oportunidad de que los aficionados capitalinos y otros del país pudieran apreciarlo justo el 14 de agosto de 1955 en la plaza de toros “México”. Zepeda, tiempo más tarde, se dedicó a escribir en tono de corridos, varios de sus recuerdos de juventud. Entre ellos, encontré el que nos permite imaginarlo bajo el ritmo cansino de aquellas melodías que dicen así:

EL TORO “BONITO”.

 

“Bonito, el toro bonito”

era de Arriba Hermanos

y entre toda la camada

era el toro más bonito.

 

Miguel Bello lo cuidó

cuando pastaba en la dehesa

por su bondad y nobleza

gran cariño le tomó.

 

Llegó el domingo fatal

en el que iba a ser lidiado

y el caporal Miguel Bello

estaba muy consternado.

 

Salió “Bonito” a la plaza

con gran estilo embistió

y su bravura y su casta

a todos los asombró.

 

Y tocaron a matar

el toro estaba en los medios

y “Litri”, aquel Miguel Báez

se disponía ya a brindar.

 

Un hombre al ruedo saltó

y quitándose el sombrero

pa´ despedirse del toro

pidió permiso primero.

 

El toro al que le escurría

la sangre hasta las pezuñas

estaba arrogante y fiero

y Miguel Bello en el tercio

envióle su adiós postrero.

 

“Bonito, toma Bonito”

se hizo un silencio angustioso

el toro quieto esperaba

y Miguel pasito a paso

al torazo se acercaba.

 

Hubo un momento de duda

Miguel Bello se detuvo

el toro lo recordó

y caminando despacio

al caporal se acercó.

 

“Bonito, toma Bonito”

seguía el toro caminando

y cuando a Miguel llegó

este al toro se abrazó.

 

“Adios mi toro Bonito”

Bello estaba sollozando

sus lágrimas se mezclaban

en el morrillo sangrando.

 

El público puesto en pie

con un nudo en la garganta

entre lágrimas y gritos

el indulto así pidió.

 

El juez sacó su pañuelo

y presto lo concedió;

luego al guardarlo discreto

una lágrima enjugó.

 

Por la puerta de toriles

siguiendo dócil a Bello

el bravo toro “Bonito”

por ahí desapareció.

 

En los corrales quedó,

la gente lo iba a admirar

y la actriz María Conesa

solía irlo a acariciar.

 

A la dehesa lo volvieron,

como semental quedó;

a los pocos meses de esto

desencajonando a un toro

Bello estaba descuidado

y el marrajo lo mató.

 

Luego a “Bonito” vendieron

y en Tlaxcala ahí quedó.

Dicen que de tarde en tarde

quedábase quieto el toro.

 

Y al horizonte olfateaba

parece como que oía

“Bonito, toma Bonito”

y que Bello lo llamaba.

 

Edmundo Zepeda.[4]

   Esta otra imagen, todo un prodigio, por la cercanía y los buenos detalles que la engalanan, se obtuvo en Santín, hacia 1909, de acuerdo al documento manuscrito denominado “Fotografías y algunos datos, sobre toros notables por alguna circunstancia de la ganadería brava de Santín. Abril 10 de 1909, descripción que nos proporciona el propio ganadero, el señor José Julio Barbabosa en los siguientes términos:

Toro N° 42 de 1895.

Transcribo lo que dice en el libro de los toros padres. “Ynmejorable”, abril 24 de 1898. Hoy se picó en el toril de Santín, se puso pica de 16 milímetros, dio tres varas muy buenas, 2 muy recargadas, y la última tan recargada que estuvo muchísimo tiempo pegado al caballo, 5 veces le quitó Martín Rey que fue uno de los picadores la garrocha, y lo volvía a picar, y lejos de irse el toro, más recargaba, hasta que en vista de que el toro no se desprendía, mandé que unos peones (de brega) lo jalaran de la cola y otros lo llamaron con las capas solo así se desprendió del caballo, en la 6ª vara se corrió el botón y apareció la pica de 28 milímetros”. Diciembre 9 de 1902 jugó en Tenancingo (edo. de Méx.) recibió 3 varas, excelentes. Estuvo padreando 8 años, hasta el 22 de octubre de 1905. Dejó muchos y muy buenos hijos, cuya bondad se comprobó en las plazas “México” y “El Toreo” compitiendo con toros españoles de 1ª y sin exceptuar uno solo siempre vencieron a estos. Loado sea Dios. Junio 3 de 1909. Por viejo y ya ser humanamente imposible que viviera se mató. Vivió 14 años.

Col. del autor.

   Parece ser que la plaza de toros de “Vista Alegre”, aquella que se ubicaba en los rumbos de San Antonio Abad, y cuya carga de tragedias fue notable, tuvo también entre otros privilegios, ver salir por la “puerta de los sustos” ejemplares que, como Platero de “Dos Peñas” deja ver la hermosura de este cromo, obtenido por algún fotógrafo aventurero que tuvo el acierto de retratarlo junto a la nopalera, parte del paisaje propio de los rumbos de Santa Ana Jilotzingo, estado de México, donde se ubica hasta la actualidad, aunque con nuevo propietario.

   Ese hermoso cárdeno claro, bragado, de excelentes y equilibradas proporciones, como se aprecia en el pie de foto, se lidió el 21 de abril de 1935, año en el que el coronel Matías Rodríguez Hidalgo, su antiguo dueño poseía toros bravos con los cuales divertirse en las fiestas camperas. Pero la cosa dio tales resultados que, con ayuda de amigos compró vaquillas de Ajuluapam, y otras tantas hembras y machos de Zacatepec y San Mateo que fueron en buena medida el pie de simiente. Se decía en la época que “son toros fuertes, con nervio, pero con nobleza. Por eso el coronel ha pisado los ruedos de Vista Alegre y El Toreo en medio de ovaciones por la bravura de sus toros”.[5]

   Cierro con otro ejemplar de Atenco:

Sol y Sombra. Revista de toros. México, 1942. Col. del autor.

   Posó para el fotógrafo estando en las corraletas de la plaza “El Toreo”. En esa época, era su propietario el señor Manuel Barbabosa Saldaña. Cuando la hacienda atenqueña ya no tenía las extensiones del pasado, por haberse fraccionado a principios del siglo XX, de acuerdo a lo que decidió la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores”, hubo ocasión de que la visitara el conocido periodista José Jiménez Latapí Don Difi, quien le comentó al propio Manuel Barbabosa:

-“Don Manuel: ¡cómo es posible que pueda criar toros en una maceta!”

   Pues de “una maceta” provino este ejemplar del que por ahora, no se cuenta más que con su hermosa e imponente presencia.

   Motivos suficientes para recrear al toro bravo mexicano o de aquellos otros que dieron de qué hablar cuando se lidiaron en otros tiempos, forjando leyenda y dejando una estela que compositores como Lorenzo Barcelata o Tomás Méndez convirtieron en sonadas melodías.

   Fue Lorenzo Barcelata quien se dio a la tarea de escribir una canción que no sólo hizo célebre el propio Barcelata, sino también el “Trío Calaveras” y más tarde, Miguel Aceves Mejía. Se trata del Toro Coquito:

 

Toro Coquito.

 

Toma, coquito, toma
Toma, coquito, toma….
Azúcar te voy a dar.
Y tienes que ser valiente,
que un gran torero te va a torear
Toda la gente te va a aplaudir
Y con bravura vas a morir.

Huya, huya, huya!

 

Toma, toro, vuelve para el redil.
Que ya vienes los vaqueros
Y van a arriarte para el toril.
Toda la gente te va a aplaudir
Y con bravura vas a morir.

Huya, huya, huya!

Toma, coquito….

No puede quedar atrás el reconocimiento a Tomás Méndez que, inspirado en la presencia del toro bravo logró inmortalizarlo en su

Huapango Torero

 

Mientras que las vaquillas
están en el tentadero
única y nada más,
nada más pa’ los toreros,
por fuera del redondel,
por cierto de piedras hecho,
sentado llora un chiquillo,
sentado llora en silencio.

 

Con su muletilla enjuga
sus lágrimas de torero,
con su muletilla enjuga
sus lágrimas de torero,

La noche cae en silencio
las nubes grises se ven a lo lejos
se empiezan a acomodar
las estrellas en el cielo
y rumbo hacia los trigales
se ve a un chiquillo que va resuelto;
él quiere matar a un toro
su vida pone por precio.

Silencio…los caporales están durmiendo.
Los toros…los toros en los corrales andan inquietos.
Un capote en la noche
a la luz… a la luz de la luna quiere torear…
silencio…

De pronto la noche hermosa ha visto algo
y está llorando,
palomas, palomas blancas
vienen del cielo, vienen bajando;
mentira si son pañuelos, pañuelos blancos
llenos de llanto
que caen como blanca escarcha
sobre el chiquillo que agonizando…

Toro, toro asesino
ojala y te lleve el diablo,
toro, toro asesino
ojala y te lleve el diablo.

Silencio…los caporales están llorando.

 

Portada de un número extraordinario de El Universal Taurino, año de 1922. Col. del autor.


[1] Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. I., p. 263.

[2] Op. Cit.

[3] Ibidem.

[4] El Ruedo en México. Revista gráfica de los toros. Año I, Primera Quincena, Noviembre 1964, Nº 5, Especial.

[5] Revista de Revistas. El semanario nacional. Año XXVII, Núm. 1394 del 7 de febrero de 1937. Número monográfico dedicado al tema taurino.

 ¡¡¡CARNAVAL!!!

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Montaje e imagen, cortesía del autor.

   ¡Adiós a la carne! que  viene la abstinencia, y la cuaresma también. Pero no particularmente en el consumo humano sino en los placeres mundanos. ¡Ay!, que “la carne es débil”.

   Este episodio festivo que entre lo sagrado y lo profano sucederá desde el jueves 8 y hasta el martes 13 de febrero, hace suyas diversas fiestas donde se anuncian carteles taurinos –no podía ser la excepción-, en diversos sitios del país, como Etzatlán, Autlán, Jalostotitlán (Jalisco) o Villa de Álvarez (Colima), por ejemplo.

   Gracias a José Antonio Maravall (La cultura del barroco), el autor nos permite entender y reafirmar que la fiesta del barroco no era espartana, sino de un ascetismo brutal, inhumano, en donde no se pretendía adormecer, sino anular primero toda autonomía en la conciencia del pueblo, para dominarlo después. Por su parte César Oliva (La práctica escénica en fiestas teatrales previas al Barroco), plantea que la fiesta que va desde mediados del siglo XIV y que luego se sofistifica durante el XVII, hay que entenderla como un todo, o como un espectáculo total, en donde las fronteras de los elementos constituyentes no son rigurosamente fijas. Es difícil, cuando no inútil, intentar separar dónde empieza, y dónde acaba el elemento festivo, y dónde acaba y dónde empieza el teatral; de la misma manera que es ocioso delimitar los elementos religiosos y profanos. Y es curioso, pero las fiestas sintetizan, casi rítmicamente, periodos de “gracia” y periodos de “pecado”, lo que nos hace volver los ojos a una de las más representativas, iniciada en la cuaresma y que culmina con el domingo de resurrección. Por otro lado, se encuentra aquella que se desata en ese mismo domingo de resurrección y explota en medio de muchas otras, hasta llegada la víspera del inicio de la cuaresma, luego de que el carnaval despidió al último pecador, cumpliéndose una vez más otro de los ciclos de que está constituido el calendario litúrgico, el que, independientemente de todos aquellos pretextos de origen político o social, seguía cumpliéndose en términos muy exactos.

   Aunque tardía su vinculación con los toros en el periodo novohispano, van a darse los primeros testimonios avanzado el siglo XVII, intensificándose durante el siglo de las luces, aunque en medio de una sociedad eminentemente católica, esto debió darse en forma puntual y rigurosa. Lo anterior, dados los esquemas de comportamiento que dicha religión comprueba en su calendario, de ahí que el teatro evangelizador, instituido desde el siglo XVI se convirtiera en otro nutriente para aculturar la gran población indígena que habitaba estas latitudes.

   Sin embargo, fue en el XIX donde alcanzó intensidad en muchas puestas en escena. Las calles o las plazas de toros fueron su mejor escenario.

   En la década comprendida entre 1850 a 1860, el pueblo de la metrópoli se cubría el rostro con el antifaz y se transformaba en mascarada.

   Bucareli, desde la Plaza de la Reforma hasta la desaparecida Garita de Belem, era el lugar para el paseo diurno. Antonio García Cubas habla de la amplia calzada sembrada con arbolillos, colmada por densas nubes de polvo, profundos agujeros, charcos de agua maloliente y una muchedumbre alegre, que vestía sus ropas domingueras.

   “Entre los ricos carruajes tirados por caballos frisones –dice el autor de El libro de mis recuerdos-, arrendados por elegantes cocheros desde los pescantes, se interpolaban en gran número los de plaza, más o menos humildes y no pocos de sapandas, cuyos cocheros iban montados en las mulas de mano guarnecidas con colleras. Todos desfilaban en su rodar pausado y monótono, dando vueltas en la calzada. De trecho en trecho aparecían hermosas carretelas abiertas con comparsas de caballeros ricamente vestidos a la usanza antigua española o bien de estudiantes, marmitones o pierrotes, todos los que se complacían en distribuir ramitos de flores y alcatraces de dulces a las damas de los carruajes. Otras comparsas de figuras grotescas iban en carretones o en carretelas muy viejas y desvencijadas y algunos enmascarados montados en burros que provocaban la risa de los mirones, sin que nadie osase lapidarlos, como no hace mucho tiempo aconteció con los que intentaron revivir esas costumbres”, hasta aquí nuestro autor decimonónico.

   De seguro, muchos de esos participantes anónimos, antes habían acudido a la plaza del “Paseo Nuevo”, donde presenciaron los carteles, como el que adorna estas notas, celebrado el domingo 6 y martes 8 de febrero de 1853. Ambas tardes, intervino la cuadrilla encabezada por Bernardo Gaviño, lidiándose toros de Atenco, sus favoritos. Para empezar, hubo anuncio del obsequio de 250 pesos en 15 onzas de oro, lo que ya significaba un buen pretexto para acudir al coso y luego tener a la vista la corona de laurel, guarnecida por las onzas y escudos de oro. Se llevó a cabo un sorteo “de ocho hermosas banderillas” (donde estaban colocados los premios), repartidas “cuatro de UNA ONZA cada uno. Tres de DOS ONZAS cada uno, y uno de CINCO ONZAS”. Para ello, cada boleto de entrada llevaba un número marcado al reverso, pero no se consideraban los que la empresa obsequiaba.

   Hubo, ambas tardes un “valiente toro embolado, como final de la función”. Luego, el martes ocho, se presentaron los coleadores PEDRO y CORNELIO que dieron prueba de su habilidad ejecutando con LOS CABALLOS EN PELO, para lo que eligieron dos toros al efecto. También apareció la infaltable mojiganga de enmascarados para lidiar UN TORO ESCOGIDO que sin duda proporcionó diversión a los concurrentes.

   “Si como se verificó en el Carnaval pasado, algunas PERSONAS DE MÁSCARAS quisieren entrar a picar y banderillar un toro, estará prevenido éste al efecto”.

   La función, ya saben, empezará a las cuatro.

PRESENTACIÓN FEMENINA EN LA PLAZA DE TOROS “CIRCO MÉXICO”.

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REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Conviene de entrada traer hasta aquí, algunos datos sobre la curiosa plaza –Circo “México”. Veamos.

Fabricada de madera, con cupo para unas seis mil personas, estaba situada en la esquina formada por las calles de Allende (antes Factor) y González Bocanegra. Se inauguró el domingo 21 de septiembre de 1924 con un festejo mixto: cuatro novillos de “El Cazadero” para Cayetano González y Félix Romero, así como dos becerros de la misma ganadería para Fermín Espinosa “Armillita” y Alberto Vara “Varita”. Sirvió como circo taurino hasta fines de 1927, cuando fue techada y transformada en arena de box y lucha libre.[1]

   El 16 de noviembre siguiente, la “Cía. de Espectáculos Populares Plaza-Circo México, S.A.” presentó este interesante cartel, que recuperaba, en buena medida, las ya distantes actuaciones de otra cuadrilla de toreras, que habían venido presentándose desde finales del siglo XIX y siguieron actuando, por lo menos durante los primeros cinco años del siglo XX.

   La tira de mano maltratada por el paso del tiempo, nos deja ver, en ese papel de china, amarillento y arrugado la composición y diseño que dieron a la misma en la Tip. “El Libro Diario”, S.A., ubicada muy cerca de la plaza, en la calle de Mesones 25. Allí aparecen tres valerosas toreras, llevando holgados trajes de luces que parecen recordar los que se usaban en tiempos de Mazzantini o de Fuentes, que seguramente Margarito de la Rosa o el ya establecido negocio de alquiler de José Romero “Frascuelillo”, fueron los sitios a los cuales recurrieron nuestras protagonistas para disponer de las mejores prendas.

   Además, los retratos que se incorporaron en la bajo el principio de la fototécnica, nos podrían confundir en algún momento, pues evocan, por su parecido, a los que en su momento realizaron los célebres hermanos Valleto, dueños de uno de los gabinetes fotográficos más célebres, instalado en el centro de la ciudad de México (claro, esto ocurrió entre 1865 y los comienzos del siglo pasado). Obtenidas bajo la idea de que fuese una “tarjeta de visita”, ello facilitaba la distribución, obsequiando dichas imágenes entre quienes podrían considerar como posibles contactos con los empresarios de entonces.

   Ellas son: Margarita García La Reverte, Luz Rojas La Gordita y Esther García La Finita, quienes junto con Rafael Fernández “Belmonte de Málaga”, se encargarían de lidiar y estoquear 2 ejemplares de Galindo e igual número de los de Queréndaro, respectivamente.

   Desconozco lo sucedido esa ocasión, pero es casi un hecho pensar que la plaza registró una buena entrada, y de que las señoritas toreras pusieron lo mejor de su parte para salir airosas del compromiso que significaba salirle a un to…, perdón, a un novillo y obtener reconocimiento o rechazo según los acontecimientos durante aquella jornada.

   Han transcurrido 94 años de aquel suceso, y el peso de la nostalgia entre lo que representa el cartel en sí mismo, con esa cabecera muy al estilo de los antiguos impresos y el resto de la composición, que cumplía con los principios de la publicidad, nos encontramos ante un hecho que refleja la forma en que La Reverte, La Gordita y La Finita tuvieron ese momento de celebridad.

   Por cierto, y antes de terminar, debo agregar el detalle central de la primera imagen, donde La Gordita se hizo de ese otro retrato, en el que destaca la “pompa y circunstancia” del torero, nos deja sentir el peso de su mirada, la que resultó de la pose en tres cuartos, con la montera bien puesta, montera que también parece haber salido de los antiguos objetos que guardaban celosamente señores como de la Rosa y Romero, quienes formaron auténticos juegos para que los aspirantes tuvieran forma de probarse una u otra prenda hasta decidir la paga más conveniente.


[1] Heriberto Lanfranchi: La fiesta brava en México y en España 1519-1969, 2 tomos, prólogo de Eleuterio Martínez. México, Editorial Siqueo, 1971-1978. Ils., fots., T. II., p. 769.

DOS COLUMNAS FUNDAMENTALES EN EL TOREO: LA VERÓNICA y EL PASE NATURAL.

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REVELANDO IMÁGENES TAURINAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   De acuerdo a los más rancios principios establecidos en la tauromaquia, el lance a la “Verónica” y el “pase natural”, vendrían siendo considerados como las columnas vertebrales de una expresión en la que los diestros deben partir, estableciendo primero que conocen perfectamente su propósito y luego que saben cómo ponerlo en práctica.

   De ese modo, cuando pude apreciar a doble página, este claro ejemplo de la “verónica”:

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951. (Páginas centrales).

…me di cuenta que lo dicho allí es –hay que decirlo-, irrebatible.

   Primero, porque la “verónica”, es el lance fundamental del toreo con el capote. Lo demás son suertes de adorno, es decir todos aquellos lances que en su día tuvieron propósito de auxilio, y que eran los “quites”, los cuales ya no existen; o por lo menos ya no pueden citarse o referirse así pues ello significa la pérdida casi total, de la suerte de varas. Ello como consecuencia de varias razones, no necesariamente las atribuibles a la reducción de la casta en el toro, pues entra en juego la natural evolución del espectáculo, su cuestionado valor de maltrato animal e incluso, el de aquel lamentable punto (es un secreto a voces), donde los matadores giran órdenes precisas para pegarles más, desentendiéndose luego, pues para sacar al toro de jurisdicción están los subalternos.

   El hecho es que las “suertes de adorno” deben ser vistas hoy día como el intento del matador en turno, o el que por reglamento –y más aún, por usos y costumbres-, y que acude a generar competencia; como lances cuya ejecución y representación, significan alarde, en unos. En otros, convocan a la belleza y terminan siendo un rico catálogo de lances con los que se evita fundamentalmente la monotonía o el minimalismo en que suele caer el primer tercio de la lidia.

   Termino retomando lo escrito en mayúsculas en la impresionante composición que se logró a doble página en la célebre publicación dirigida por D. Manuel García Santos. Va así:

DOS TOREROS –SEVILLANOS LOS DOS-, HAN LLENADO DE PERSONALIDAD LA VERÓNICA. EL UNO FUE JUAN BELMONTE, QUE LE TRAZÓ RUMBOS NUEVOS AL TOREO. EL OTRO FUE “GITANILLO DE TRIANA” QUE HIZO DEL RITMO LENTO Y DE LAS MANOS BAJAS UNA NORMA. ENTRE LA VERÓNICA DE JUAN Y LA DE CURRO, ESTÁ ESA VERÓNICA –FLOR QUE SE ABRE EN ESENCIAS TORERAS-, DE “CHICUELO”, DE PEPE LUIS VÁZQUEZ, DE MANOLO GONZÁLEZ… EN LAS FOTOS, A LA IZQUIERDA, BELMONTE, Y A LA DERECHA, MANOLO GONZÁLEZ, EN EL LANCE FUNDAMENTAL DEL TOREO CON EL CAPOTE.

   Y si lo es para la capa, también existe para la muleta. Se trata del “pase natural”. Hace muy poco lo vimos desarrollado en la interesante faena que realizó Juan Pablo Llaguno a uno de Caparica:

Disponible en internet febrero 7, 2018 en:

http://altoromexico.com/index.php?acc=galprod&id=5291. Fotografía: Sergio Hidalgo.

Y Juan Pablo, se elevó a alturas insospechadas para lograr este prodigio fue, entre otras cosas por algo que al escribirlo días después de su actuación, estaba convencido de ello:

   Los tres espadas, muleta en mano, desplegaron lo mejor de sus conocimientos en la lidia, con objeto de pulir asperezas y prepararlos para el debido lucimiento. No hacerlo significó apuros y más de algún arropón, incluyendo el dramático momento en que Juan Pablo Llaguno fue lanzado de fea manera por los aires, saliendo ileso de milagro. De este joven matador debo apuntar sus buenas y clásicas maneras, al dar cara a sus enemigos con los que demostró capacidades envidiables como lidiador.

   Si por su sangre circulan esos genes de la virtud, diría sin equivocación, que le ha bebido los alientos en espíritu, a aquel antiguo torero de origen sevillano, y que se llamó Manuel González Cabello. “Manolo” González se entrelazó con la familia Llaguno, lo que ha significado para este joven la mejor forma de materializar tan valiosa herencia. Y Juan Pablo se sabe responsable de esa razón, por lo que su actuación parecía el resultado de un diestro que no para de torear. Lamentablemente llegó a la “México” con tres corridas en su haber. Aún así, dejó una impronta que tardará mucho tiempo en olvidarse.

   Y si hay que conocer cartas-credenciales del sevillano, nada mejor que con esta imagen, donde a fuerza de reconocimiento, nos encontramos con una de las mejores explicaciones del pase natural:

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951.

   Sin propósito alguno de “ismos” que pueden ser mal interpretados, lo único que busco aquí es demostrar que sí existen, y han existido grandes ejecutantes en la “verónica” y el “pase natural”, mismos que honran y seguirán honrando lo más esencial en el contenido de dos “Tauromaquias”, la de “Pepe Hillo” y “Paquiro”. En ambas, estas dos razones poseen un peso que se busca reafirmen una tarde sí, y otra también quienes se visten de luces.

ALGO SOBRE LA HISTORIA DE SANTÍN.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

Un toro de Santín en el campo bravo mexiquense. Se trata del N° 58, cuya nacencia se registró en 1895, por lo que al momento de obtenerse este registro, puede estimarse que había cumplido los cinco años. Fotografía col. del autor.

   Conforme nos acercamos al conocimiento de la tauromaquia en México, descubrimos sin fin de valores que le dan un sentido absoluto de riqueza, misma que se ve reflejada no solo en el cúmulo de referencias históricas. También lo es desde la perspectiva de otro conjunto de soportes (como carteles o fotografías, por ejemplo) o el siempre ameno compendio de anécdotas o efemérides.

   Por estas y otras razones, resulta muy grata la tarea que emprendemos los historiadores, que nos vemos y sentimos obligados a explicar el porqué de su presencia, la que nos habla por ejemplo, de su fuerte vínculo con lo religioso, como también sucede en el orden social o político; e incluso con aspectos de beneficencia, donde su presencia ha sido tan evidente como generosa.

   Pues bien, de esa interminable lista de temas, traigo uno hasta aquí, el cual tiene que ver con el hecho de que hace unos días estuve en sitios que pertenecieron a la ya extinta ganadería de Santín, la que en sus tiempos de gloria, se anunciaba como la de “los toros nacionales” o los “santineños”.

   En realidad, ese ganado, por razones muy específicas, conservó un fenotipo que ostentaban una particular presencia que fueron peculiares, sobre todo durante los años que van de 1835 a 1930.

   1835 porque es el año en el que, gracias a unos manuscritos que llegan a nuestros días, es posible saber que entre los ganados mayores, se contaba con el destinado específicamente para la lidia. Y 1930 porque es el año en el que, al morir José Julio Barbabosa Saldaña, uno de sus propietarios (y quien llevó las riendas de dicha unidad de producción agrícola y ganadera desde 1886 y hasta 1930), el impulso a Santín fue toda una notabilidad.

   En un trabajo personal,[1] destinado a reconstruir el ritmo de dicha hacienda, apuntaba que José Julio materialmente se entregó a quehaceres y compromisos como pocos.

   Como hacendado, su forma de ser y su carácter, lo encaminaron por senderos difíciles de explicar y de entender si no es a la luz de los propios documentos que existen; por fortuna muy abundantes, mismos que han sido de enorme ayuda para entenderlo mejor.

   Un religioso convencido, un hombre que ostentaba el perfil de algunos de los propietarios que así han sido vistos o entendidos al formar parte del “porfiriato” (ese amplio periodo que inicia en 1877 y culmina en 1911, encabezado por el Gral. Porfirio Díaz y que tuvo además, un ritmo intermitente a lo largo de esos casi 34 años de control en el poder).

   Barbabosa fue consiente al articular todo un registro basado en documentos, muchos de ellos escritos de puño y letra, acompañados de fotografías de toros en el campo, siendo las primeras, aquellas que mandó hacer desde la última década del siglo XIX.

   Por eso, cuando se refiere al juego que dieron sus toros en esta o aquella plaza, es porque se aprecia una desmedida exaltación, e incluso un juicio sensato cuando uno o más ejemplares no cumplieron como eran sus deseos.

   Todo esto y otro conjunto de detalles es el resultado de ese feliz recorrido por antiguos testimonios que tuve el privilegio de consultar, sirviendo todos ellos para reconstruir fielmente la dinámica de esa peculiar ganadería mexiquense.

   Y lo fue porque José Julio Barbabosa conservó la pureza de esos toros los que, en su mayoría eran criollos, sin cruza alguna hasta que, en 1924 adquirió una punta de la ganadería española de D. Antonio Flores, de las razas del Duque de Braganza, Marqués del Saltillo y Santa Coloma. Hasta entonces, los “santineños” eran en su mayoría, toros silletos (del toro hundido del espinazo), cuya prominencia es notoria en buena cantidad de imágenes, justo como la que ilustra esta colaboración, misma que corresponde al toro N° 58, nacido en 1895. De encornadura muy pareja, astifinos, cornivueltos, aunque no faltaban aquellos alacranados o veletos. Otros tantos, tenían abundante pelo rizado en la jeta y en su mayoría, infundían respeto pues siempre se trató de ganado poderoso, demostrando tal virtud en la suerte de varas, con la consiguiente baja en la caballada.

   Célebre fue, por ejemplo El Garlopo, toro que abrió plaza en la inauguración de la plaza del Paseo Viejo de San Francisco en la ciudad de Puebla, hecho que ocurrió la tarde del 28 de marzo de 1880. Tal fue la pelea que mató siete “sardinas” y hubo necesidad de pasar al siguiente tercio pues no había más caballos en la cuadra. Su lidia fue ejemplar, aún tratándose ya de un viejo semental. Lo estoqueó Bernardo Gaviño y su efigie, de cuerpo entero fue disecada, montada en un pedestal, quedando a la vista por muchos años en la entrada de la “Casa Barbabosa”, en el centro de Toluca.

   Pasaron muchos años, y apenas hace unos días (precisamente el 10 de febrero) hubo manera de salvar esa pieza que estuvo a punto de perderse. Será necesaria una buena restauración, y seguramente, cuando ya se encuentre en condiciones, podrá ser vista y admirada de nuevo.

   El Garlopo parece representar la suma de infinidad de capítulos que acumuló Santín, ganadería que hoy decidí evocar, dada la naturaleza de su historia, que arranca en la posesión de tierras que tuvo, allá por 1539 el arzobispo fray Juan de Zumárraga, que luego, con el paso de los años, pasó por varias manos, hasta que, a finales del siglo XVIII, uno de sus propietarios, D. Pedro Santín, le dio su nombre. En el primer tercio del siglo XIX, D. José Julio Barbabosa, padre adquiere la hacienda y, hasta hace algunos años perteneció a los descendientes de la familia, siendo Celia Barbabosa (q.e.p.d) quien, junto a su hijo César, mantienen parte de esa historia, ahora con otro fierro quemador y colores de divisa.

   El salvamento de esta pieza supone la posibilidad de conocer detalles como la forma en que se desarrolló una fiesta, la de hace poco más de 130 años y que tiene todo un conjunto de significados los cuales, y en la medida de lo posible seguiré abordando con mucho gusto.

   Quiero, antes de terminar, compartir la curiosa forma en que José Julio Barbabosa, en buena parte protagonista de este capítulo, llamaba a sus toros. Allí están nombres como Relámpago, Acosil, Lusero (sic), Porfiado, Mezcal, Malcriado, Fandango, Chinaco, Federal, Apache, Lechuso… y otros tantos términos que resultan en nuestros días, meras curiosidades.


[1] José Francisco Coello Ugalde: “…al que leyere… Historia sobre la raza brava de Santín”. México, Centro de Estudios Taurinos de México, A.C., 2016. 359 p. Fots., ils., facs., tablas. Aportaciones Histórico Taurinas Mexicanas, 25. (Trabajo inédito).


TAURINOS, ANTITAURINOS y CAMBIO CLIMÁTICO.

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EDITORIAL.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    ¿Qué el espectáculo de los toros es grandioso?

   Lo es, en efecto, y lo es para una comunidad que, a lo largo de los siglos ha entendido esto y desde los cimientos del imaginario colectivo, como la expresión en la que, la suma de sus componentes genera y ha generado ciclos históricos, síntomas de pasión como pocas expresiones donde le va la vida a quienes intervienen directa e indirectamente. Y también ocurre, lo que es aún más notable: la contundente representación del sacrificio y muerte del toro, esa especie animal destinada en particular a dicha puesta en escena. Esto como resultado de un proceso selectivo minucioso, cuyos cuidados son especialmente aplicados por sus propietarios.

   Sin embargo hoy día, así como se enfrentan condiciones vulnerables causadas por efectos internos y externos provenientes del mismo espectáculo, las hay incluso creadas por circunstancias cuyo origen proviene en forma directa causada por el cambio climático.

   Internamente los agentes que han causado debilidad son múltiples, como la presencia de la iniciativa privada o de particulares que la administran. En la mayoría de los casos no llegan por vía de un proceso, licitación o concurso que los obligue a cumplir con propuestas sólidas y luego a entregar buenos resultados, ganancias, pero sobre todo compromisos que garanticen preservar una tradición que, sin entenderlo, se trata no de un negocio; no de una aventura más. Es, para su conocimiento un patrimonio, sin más.

   Lo hacen en medio de estructuras improvisadas, sin vigilancia alguna por parte de la autoridad, imponiendo sus propios criterios, su propia “ley”. Por desgracia, el resultado queda a la vista y pueden hacer y deshacer indiscriminadamente sin que medie ningún reglamento, ley de espectáculos públicos, juez de plaza, sanción correspondiente o la opinión de la prensa; e incluso de aquello en como piense o actúe el público más en contra que a favor. De manera natural, espontánea, pero con un malestar de fondo, una plaza semivacía –incluso, bajo la condicionante de un “buen cartel”-, es el mejor reflejo de inconformidad.

   La última temporada en la plaza “México” es el caso más evidente donde fueron públicos y notorios diversos casos en los que ciertos ejemplares se aprobaron o lidiaron sin haber cumplido los requisitos establecidos por el reglamento. Aunque si eso es grave, fue más aún el hecho de que los jueces de plaza, sin respaldo alguno (por parte de la jefatura de gobierno o la delegación política correspondiente) se vieron atados de pies y manos pues no se supo de rechazo alguno o de suspensión del festejo respectivo porque en lo ambiguo de la ley y el peso de la razón que impone la empresa, su presencia es meramente decorativa. Con lo anterior, la autoridad de la autoridad simple y sencillamente no existe.

   Otro caso fue el exceso de vendedores quienes ante la ausencia de inspectores obligados por el reglamento se mueven a sus anchas, ignorando que esa dinámica es fuente constante de riesgo, pues distraen o “tocan” al toro, con lo que ello representa peligro para quienes realizan su labor en el ruedo. Y si lo es de riesgo, también es de malestar por su ir y venir en los tendidos

   No se diga sobre la presencia tentadora de bares al aire libre, que ocupan 3 de los 7 balcones, donde existen asientos, los que en forma sospechosa se atribuye la empresa pues se trata de sitios que no fueron renovados o que deliberadamente destino para ese propósito. A esa administración parecen preocuparle más las prebendas, beneficios o canonjías que son también los de todos aquellos comerciantes colocados fuera y dentro de la plaza que, a ciencia y paciencia han invadido incluso sitios señalados por normas de seguridad.

   Esto es apenas parte de lo visible, un todo que ha quedado impune, sin sanciones ejemplares, con escasa y débil presencia por parte de la prensa, sector del que siempre esperamos una postura imparcial, no percibida salvo casos excepcionales.

   Otro agente lo vemos en antitaurinos o poderosas corporaciones encargados todos en alentar un discurso que se confronta con el andamiaje logrado por la tauromaquia en siglos de evolución, en el que columnas vertebrales como lo ritual, la técnica, el arte, profesionalización y regulación de la misma, han sido razón constante de expresión y mejora.

   Dudaban ellos –los antitaurinos-, y nosotros también que el toreo llegara a nuestros días en clara condición de supervivencia. Queda por parte de los contrarios adecuar su postura, pues en todo caso desconocen o malinterpretan los métodos de crianza y selección aplicados por sus propietarios. A ello hay que sumar la acumulación de valores rituales, suma de culturas occidentales que se amalgamaron con la de nuestros antepasados y que en este aquí y ahora, sujeto al principio de que cambia la forma, no el fondo, sigue presente en la entraña de nuestro pueblo. En lo particular el concepto “pueblo” es utopía al no existir una razón que lo defina como tal. Las luchas civiles entre señores -durante el siglo XIX y el XX, e incluso el nuestro-, utilizan las masas humanas como instrumento para conseguir intereses personales, sustentados en el término pueblo, el mismo que funciona para satisfacer -sí y solo sí- los intereses. Cubierta esa necesidad, el pueblo vuelve a su estado utópico, en tanto que terrenable es o son masas (todo ello bajo el entorno latinoamericano).

   Junto con lo anterior, no podemos olvidar que ese “pueblo” también está permeado por otra razón de peso: la religión, donde según datos   actualizados que proporciona la página del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI, por sus siglas), indica que el 89.3% de la población es católica.

   Si el giro que dan los opositores es favoreciendo el necesario impulso a un planeta afectado por el cambio climático en todas sus expresiones, lo que esperaríamos que hicieran es reorientar los esfuerzos a favor de una sustentabilidad así como rectificar su equivocada lectura que también nosotros, los taurinos deberemos corregir, en la teoría y la práctica. Adecuarnos a los tiempos que corren, sometiendo la regulación y representación mismas del espectáculo a las mejoras convenientes, será el mejor camino. Y no solo será. Sino que ya es una tarea, un imperativo de profunda responsabilidad, basado sobre todo en el uso apropiado de la puya, banderillas, estoque y puntilla, trebejos empleados en el curso de la lidia y que, en buena medida son motivo de discusión, pero también de corrección apropiada, basado lo anterior en el uso correcto de dichos instrumentos.

   Este legado, el que conservan ocho naciones en el mundo cuenta con suficientes motivos para justificarlo y defenderlo. Incluso, consolidando las debidas declaratorias de patrimonio cultural inmaterial impulsadas desde niveles como el municipal, estatal o nacional, de acuerdo al compromiso moral asumido por quienes consideran que su defensa, conservación y preservación es no solo necesaria, sino urgente.

   Los taurinos tenemos mucho que hacer. La lucha frontal, ante cualquier motivo extraño que altere la esencia misma de la tauromaquia, es motivo más que suficiente para enfrentar y eliminar ese mal.

   Ya lo decía un reciente empresario que dejó en condiciones críticas el espectáculo: “Para qué queremos antitaurinos. Con los taurinos tenemos”.

   Que esto no sea denominador común, ni etiqueta descalificadora para unos y otros. Cada quien tiene compromisos por cumplir. El telón de fondo es reconstruir una fiesta que alcance –aunque he ahí lo complicado-, niveles de calidad total. Y más aún, una digna supervivencia, e incluso también, una muerte apropiada.

   Por otro lado, el cambio climático podría contenerse o adecuarse si para ello existe conciencia, educación (en apego a realidades no a intereses), pero sobre todo voluntad de las sociedades que habitan el planeta Tierra. Los niveles alarmantes causados por el propio cambio aún no tocan fondo, de ahí la marcha despiadada con la que causa efectos irreversibles.

19 de febrero de 2018.

FIERROS QUEMADORES y DIVISAS, DISTINTIVOS EN EL TORO BRAVO.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 

Divisas y fierros quemadores. Col. del autor.

   Nota aclaratoria: Apuntaba en mi colaboración anterior, relacionada con la historia de Santín lo siguiente: “…hasta hace algunos años perteneció a los descendientes de la familia, siendo Celia Barbabosa (q.e.p.d) quien, junto a su hijo César, mantienen parte de esa historia, ahora con otro fierro quemador y colores de divisa”.

   Pues bien, y para no crear confusión, debo decir que Doña Celia Barbabosa (hasta julio de 2009 en que fallece) logró preservar esa historia, la de Santín, que hoy día su hijo César mantiene viva con el mismo fierro quemador y los colores de la divisa.

   Ya que he mencionado los términos de fierro quemador y la divisa, es buena ocasión para dedicar algunos apuntes al respecto.

   Divisa y fierro quemador son distintivos que identifican al toro, a la ganadería de donde proceden, evitando así considerar al ganado como cerrero, mostrenco, montaraz o de origen extraño.

Oportuna fotografía que nos permite recrear alguna de las posibilidades sobre la dispersión del ganado que, al extenderse la sobrepoblación hasta las zonas montañosas, se tornaban cerreros, montaraces o mostrencos.

Fuente: EL PAÍS, edición internacional (México), del 9 de marzo de 2003.

   Desde hace siglos, los propietarios de haciendas ganaderas tuvieron obligación de marcar sus ganados, sobre todo los mayores, con objeto de distinguirlos entre las miles de cabezas que solían aparecer en aquellas grandes extensiones, de las que una delimitación irregular, como las mojoneras (señales para fijar los linderos) o cercados no eran suficientes para que aquellos hatos anduvieran a su aire por aquí y por allá.

Mojonera, principios del siglo XVIII.

Disponible en internet febrero20, 2018 en:

http://2006-2012.colsan.edu.mx/investigacion/historia/seminario/galeria4.htm

   Esa peculiaridad, sobre todo la de la señal del propietario, fue práctica común desde los primeros tiempos en la Nueva España, donde se consolidaron instituciones como la Mesta, cabildos o ayuntamientos, los cuales observaban rigurosamente el cumplimiento de disposiciones que obligaban a nuevos propietarios tener bajo su control, además de tierras, hombres y mujeres dedicados a labores del campo y otras actividades rurales, sus ganados –mayores y menores-.

Fierros de ganaderías del Valle de Toluca, registrados ante escribano real al finalizar el siglo XVII.

Fuente: “La ganadería del Valle de Toluca en el siglo XVI” (conferencia). Ing. Isaac Velázquez Morales. Ponencia presentada a la Academia Nacional de Historia y Geografía el 28 de agosto de 1997.

   Pronto, esos señores mostraron ante la autoridad, las señales que proponían para dichas identificaciones, por lo que en su mayoría, se trataba de figuras o iniciales enlazadas donde quedaban unidos nombres y apellidos, deslizando en algunos casos insinuaciones de la nobleza, ganada o comprada. En esa forma, el control permitió tener mejor idea de cuanto pastaba en sus propiedades.

   De entre los primeros ganados que se corrieron específicamente en fiestas bajo el nombre de sus propietarios, se tienen los de Fr. Jerónimo de Andrada, provincial del orden de la Merced quien proporcionó ganado para unas fiestas celebradas el 3 de septiembre de 1652. En esa misma ocasión, también se corrieron públicamente toros de los Condes de Santiago (es decir de Atenco), mismos que se lidiaron en el “parque”, espacio adjunto a su lujosa residencia (la primera que tuvieron, pues la segunda, aún más ostentosa, y construida hacia la segunda mitad del siglo XVIII por el Arquitecto Francisco Guerrero y Torres en el mismo lugar, es hoy día el renovado museo de la Ciudad de México).

   Hubo otros tantos propietarios, entre quienes se distinguen los que aparecen a continuación:

   Para el siglo XVIII y creadas ya ciertas estructuras que mostraban orden y profesionalización, los toros que salían a la plaza mostraban un nuevo distintivo: la divisa, y así se les anunciaba en carteles lo cual permitió identificarlos de mejor manera. Durante el siglo XIX, y ya plenamente reconocidos hubo en ciertas tardes ocasión de celebrar competencias, por ejemplo entre toros de Atenco y los de El Cazadero con premio monetario de por medio, lo cual permitió subir el nivel de importancia y calidad en el espectáculo, así como la fama entre sus dueños.

Cartel del festejo celebrado la tarde del 10 de enero de 1858 en la plaza de toros “Paseo Nuevo”. Competencia entre los toros de Atenco y El Cazadero. Col. del autor.

   Así que desde la primera mitad del siglo XIX y, hasta nuestros días, estas condiciones se cumplen a cabalidad. De aquel tiempo a este, el ganado luce ambas señales junto con otras, que son peculiares. Me refiero, por ejemplo a la casta procedente (fenotipo, caracteres aparentes comprobados por el reconocimiento exterior, también entendido como “trapío” o “prototipo racial”), el corte recto o longitudinal en las orejas o más aún, distintivos como las “corbatas” que hoy día siguen mostrando los toros de Piedras Negras (en Tlaxcala) o los de Santa Rosa de Lima (en Guanajuato). Se trata de cortes en la badana, uno de abajo hacia arriba, y el otro de arriba abajo.

   Autores como Pedro Martínez Arteaga o Ildefonso Montero Aguera los definen como parte de los diversos “trebejos” que suelen ser usados para el desarrollo de la lidia.

Divisa que identifica los toros que pertenecieron a Da.Celia Barbabosa. Imagen aparecida en el portal de “AlToroMéxico.com”

   Y si no bastaran apenas los dos o tres listones de colores atados en forma sencilla a un arponcillo, hay otras que llevan agregado un rosetón que lucen los toros con notoria gallardía apenas saliendo del toril.

   Ahora bien, todavía existe la moña de lujo, usadas para dar mayor detalle en las ya casi olvidadas corridas de Covadonga, donde se montaba una roseta de más de 30 centímetros de diámetro, en la cual podrían haber sido agregados, además de los arreglos en complicadas representaciones, esculturas de bronce veneciano, remates metálicos, así como anchos y largos listones, tal cual puede apreciarse en una de las imágenes que acompañan las presentes notas.

Toros de Atenco y San Diego de los Padres distinguidos por fierro quemador y divisa.

   Se trata apenas de dos detalles, visibles en el enorme catálogo de minucias con que se adornan matices propios del espectáculo. En uno y otro caso, son indicativo de un ordenamiento que avanzó a lo largo de los siglos con lo que se ganó no solo en lo decorativo. También en la clara idea de marcar las diferencias habidas entre las muchas ganaderías que han destinado sus toros para dar forma a dicha representación.

SOBRE “RELACIONES DE SUCESOS” EN LA NUEVA ESPAÑA.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO. 

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 

Dos importantes “Relaciones de Sucesos”: la de María de Estrada Medinilla (1640) y la de Alonso Ramírez de Vargas (1677). Col. del autor.

    Con la capitulación de la ciudad de México-Tenochtitlan, hecho ocurrido el 13 de agosto de 1521, comenzó de inmediato una etapa considerada como de la dominación española. Así, a partir de 1522 recayó en Hernán Cortés el cargo de Gobernador y Capitán General. Años más tarde (entre 1531 y 1535) entraron en funciones dos audiencias y, en ese mismo 1535 comenzó el periodo virreinal, con la presencia de 63 virreyes, siendo el primero Antonio de Mendoza, y el último de ellos, solo en papel pero no en la práctica, Juan de O´Donojú en 1821.

   Durante aquellos 293 años, el influjo español permeó en una sociedad con fuerte y profunda carga de elementos y valores construidos por diversas comunidades indígenas. Ambas, cohabitaron hasta amalgamarse en un mestizaje que procuraba el equilibrio en medio de marcadas diferencias en sus formas de ser y de pensar; en sus ideologías y religiones.

   Si bien no se superó el conflicto de fondo, el hecho es que al convivir, consiguieron armonizar en ciertos aspectos donde, particularmente la razón festiva se hizo visible en forma por demás intensa y lúdica.

   Para las muchas conmemoraciones ya por motivo civil, religioso, académico o, de aquellas que dio pretexto la corona española misma, una de las más importantes conmemoraciones fue la surgida desde el ámbito de la tauromaquia, expresada a caballo durante más de dos siglos. El resto de aquellos años, fue una puesta en escena compartida entre nobles caballeros y plebeyos a pie, hasta que hubo un tiempo en que el protagonismo recayó definitivamente en estos últimos, durante el curso del siglo XVIII.

   Hoy día, y gracias a la presencia de diversas fuentes de información, conocemos la manera en que se desarrollaron aquellas fiestas. Esas fuentes son, en esencia, las que se consideran en su mayoría como “Relaciones de Sucesos”, y que alcanzan cerca de 400 impresos. Algunas de ellas describen él o los acontecimientos con notoria brevedad, en tanto que otras son auténtico despliegue de información y detalle.

   Pero, ¿qué son en realidad las “Relaciones de Sucesos”?

   En opinión de Judith Farré Vidal, se trata de

   “El despliegue espectacular del fasto público, efímero por naturaleza, concluye en el relato de su relación. La ocupación excepcional del medio urbano y la recreación de unas especiales coordenadas de espacio y tiempo que alteran el ritmo cotidiano de la ciudad, transformándola, adquieren plena trascendencia cuando se describen en el impreso de la relación. El testimonio escrito representa, por un lado, la oportunidad de que permanezca la experiencia del fasto y de esa realidad embellecida, y, por otro, permite revelar todas las claves de su entramado, desde la explicación simbólica del significado de las arquitecturas efímeras y de sus entresijos técnicos, hasta la identidad de sus mecenas. Por ello, este tipo de impresos están íntimamente ligados al “contexto ritual” en el que se proyectan, y se codifican según un “registro narrativo” sobre el que se asienta el modelo del género literario de las relaciones (mismas)”. En: Espacio y tiempo de fiesta en Nueva España (1665-1760). México, Bonilla Artigas Editores, S.A., de C.V., 2013. 311 p. Ils., facs., p. 51.

   Las hay en verso y prosa. Unas, escritas por célebres plumas como Carlos de Sigüenza y Góngora, el jesuita Rafael Landívar o Cayetano de Cabrera y Quintero. No faltan aquí otras celebridades como José de Hogal, autor e impresor, Bernardino de Salvatierra y Garnica, e incluso aunque de manera más informativa que descriptiva Gregorio de Guijo y Antonio de Robles que hicieron cada quien, en el célebre “Diario de Sucesos Notables”, auténtico registro de diversas circunstancias y acontecimientos, ocurridos de 1648 a 1703.

   Entre las muchas referencias destacan tres que no pueden eludirse, pues sus autores tratan el asunto con notable amplitud. Me refiero, en orden de aparición a María de Estrada Medinilla (1640), Alonso Ramírez de Vargas (1677) y Manuel Quiros y Campo Sagrado (1786).

   Apenas hace unos años, Dalmacio Hernández y Dalia Pérez, del Instituto de Investigaciones Bibliográficas (U.N.A.M.) ubicaron en una “Miscelánea” la relación de “Fiestas de toros, juego de cañas, y alcancías, que celebró la Nobilisima Ciudad de México, a 20 de noviembre deste año de 1640, en celebración de la venida a este Reino, del Exmo. Señor Don Diego López Pacheco, Marqués de Villena, Duque de Escalona, Virrey Capitán General desta Nueva España”, obra salida de la imprenta de Francisco Robledo en 1641, y financiada por el Ayuntamiento de la propia ciudad.

   Se trata no solo de una rareza en tanto joya de la literatura novohispana, sino también como por su hechura. Escrita en octavas reales detalla los festejos celebrados en honor de tan notable personaje, ni más ni menos que el alter ego, en ese entonces de Felipe IV.

   María de Estrada, a diferencia de muchas mujeres de su época, vivió al margen de lo sagrado y en esta como en otra obra, escrita a raíz de la misma recepción virreinal del momento, enviada “a una religiosa moja prima suya”, deja ver lo gozoso en su mirada, que consigue interpretar en cuidados versos, sorprendiendo además por seguirle los pasos a Catalina de Eslava (poeta o poetisa a finales del siglo XVI) y adelantarse por tres décadas más o menos a la luminosa presencia de otra mujer que cautivó a propios y extraños. Me refiero a sor Juana Inés de la Cruz.

   La sola razón de este redescubrimiento permitirá conocer a través de los investigadores que la ubicaron, un trabajo que esperamos ansiosamente, como una publicación más impulsada por nuestra Universidad Nacional.

   Sobre Alonso Ramírez de Vargas, debo apuntar el hecho de que en su Sencilla Narración… de las Fiestas Grandes… de haber entrado… D. Carlos II, q. D. G., en el Gobierno, México, Vda. De Calderón, 1677, encontramos que dicha obra celebra las Fiestas por la mayoridad de D. Carlos II, 1677. El Capitán D. Alonso Ramírez de Vargas y ofrece una delectación indigenista en esta Sencilla Narración… donde refulge su célebre Romance de los Rejoneadores, una de las más garbosas relaciones taurinas  que bien podrían estar al gusto de Calderón de la Barca.

   Del Capitán Ramírez de Vargas (1662-1696), quien a decir de Octavio Paz “fue poeta de festejo y celebración pública”, entre los que hubo en la Nueva España “mediano… pero digno”. Autor “de varios centones con versos de Góngora, fue sobre todo un epígono del poeta cordobés, aunque también siguió a Calderón, a Quevedo y, en lo festivo, al brillante y desdichado Anastasio Pantaleón de Ribera, muerto a los 29 años de sífilis”. Ramírez de Vargas –sigue diciendo el autor de Las trampas de la fe-, tenía buena dicción y mejor oído…” Pues bien, de tan loado autor es su famoso Romance de los Rejoneadores, parte también de la Sencilla Narración…, bella pieza que deja evidencia de la actuación de dos nobles caballeros, Francisco Goñi de Peralta y don Diego Madrazo a los que les

 Salió un feroz Bruto, josco

dos veces, en ira y pelo,

el lomo encerado, y

de Ícaro el atrevimiento.

La testa, tan retorcida

en el greñudo embeleco,

que de Cometa crinito

juró, amenazando el cerco.

   En ese sentido, también se encuentra con semejanzas notables en aquello que escribió el padre José Mariano de Abarca y Valda en 1747 y que es su célebre relación de fiestas intitulada El Sol en León. Solemnes aplausos con quien el rey nuestro señor D. Fernando VI, Sol de las Españas, fue celebrado el día 22 de febrero del año de 1747 en que se proclamó su Magestad…por la Muy Noble y Muy Leal, Imperial Ciudad de México… México, María de Ribera, 1748…, acontecimiento iniciado el martes 14 de noviembre en la plaza del Volador.

   Abarca y Valda describe pormenorizadamente trajes, cuadrillas y demás fascinaciones que fueron posibles apreciarse en la plaza durante la celebración de las representaciones ecuestres y taurinas.

   Como ya va quedando poco espacio, ofrezco para la próxima ocasión, ocuparme de Manuel Quiros y Campo Sagrado, autor cuya sola obra es motivo para nuevos apuntes. Por ahora, muchas gracias.

¡TIENE QUE SALIR UN AUTÉNTICO “FIGURÓN” DEL TOREO!

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EDITORIAL.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

  

Aunque con entradas como esta, no hay mucho que decir…

    La empresa que maneja los destinos de la plaza de toros “México”, ha hecho el anuncio para una nueva temporada de novilladas, misma que arranca el domingo 4 de marzo de 2018.

   Eso es bueno, evitando así el ayuno a que nos tienen acostumbrados entre el fin de la temporada grande y el arranque de la temporada chica, donde puede haber varios meses de por medio. Sin embargo, quienes solemos acudir a este espacio taurino, tenemos que confesar el hecho de que llevamos años de soportar desaciertos en la administración, sobre todo porque hay una razón de suyo preocupante. Llevamos varios años en los que no sale una auténtica “figura del toreo”, como resultado de que no se empeñan en conseguir no solo ese propósito, sino también atraer a importantes sectores de viejos y nuevos aficionados. La mejor manera de comprobarlo es esa constante donde no se registran buenas entradas; y no se diga sobre llenos capaces de generar expectación. A lo anterior, persisten en traer encierros justos en presentación, casi siempre pertenecientes a un bloque capaz de “garantizar el éxito”, dejando al margen a una buena cantidad de ganaderías que, o dejaron de venir por alguna razón expresa, o porque las han olvidado. Reactivar esa posibilidad, permite también reactivar una economía que afecta directamente al espectáculo, pero también a quienes no encuentran en oportunidades como estas, la garantía de continuar en el difícil camino de la crianza y una obligada condición de posicionamiento.

   En un reciente evento donde salieron a flote diversas noticias relacionadas con el nuevo serial, seguramente se habló mucho y bien sobre la nueva temporada. Pero “del dicho a trecho, hay mucho trecho”, por lo que con notorias dudas que nosotros, los aficionados tenemos al respecto de la actuación de la nueva administración, estaremos muy pendientes de que cumplan a cabalidad con su cometido, mismo que se ve emparejado con la digna pero ignorada función que tienen las autoridades.

   Dejando a un lado las luces de artificio, urgen resultados evidentes con balances que recompensen el estado de cosas en que se mantiene el espectáculo, sobre todo en unos momentos donde necesita estímulos para justificar su digna presencia. Así, habría suficientes razones para defenderla como se merece.

   ¿Qué somos críticos? En efecto. Y es que hoy, cuando dudamos hasta de nuestra sombra, vendría muy bien no solo una vuelta de tuerca, sino un auténtico quiebre que sorprenda. Y si ese comportamiento se mantiene, e incluso va a más, estoy seguro que la empresa sería la primera en ser reconocida, pues demostraría estar cumpliendo con el compromiso, pero sobre todo con su palabra.

   La empresa, hemos de decirlo claro, en términos financieros debe tener pérdidas muy serias, pues de un tiempo para acá, todas las entradas en temporada chica han sido lamentables. Vimos también cómo, en la recién concluida temporada grande 2016-2017, los tendidos del coso capitalino mostraron notoria ausencia de asistentes, a pesar de que algunos de los carteles eran suficiente motivo para el “lleno”. Sin embargo, ahí se deja notar, y en buena medida, a dos posibles causas: que no hay bolsillo capaz para pagar cada ocho días una entrada, o que los aficionados, con buena dosis de decepción, prefieren irse.

   Son tiempos de aplicación de estrategias mercadotécnicas más apropiadas (no se conformen con dar los doce festejos de cajón, pues si comienza a tomar interés la temporada, lo mejor será continuarla), de métodos capaces de producir atracción, mismos que se encuentran en el mismo ambiente, y que proceden, buena parte de ellos de un pasado al que se niegan mirar.

   Y de lo anterior, nada más como recordatorio, debe mencionarse el segmento cultural. Lamentablemente, y como sucede a nivel país, la cultura es prioridad “Z”. En tal sentido, está visto que dicho asunto no le interesa a los sectores más duros y posicionados de la tauromaquia. También ese pendiente tiene soluciones prácticas y resolverlas significa saber en qué medida los estamentos taurinos tienen o no claro el compromiso que significa impulsar la cultura en todas sus expresiones. En tema tan sensible, la actual empresa ha desairado el caso. Y, de esto deben enterarse, para decirlo de una vez: se trata de una de las columnas vertebrales más importantes en el espectáculo. Lo lamentable es que no tienen ojos ni interés sobre la misma.

   Por eso, no bastan eventos donde lo espectacular del solo anuncio represente una nota más para la prensa. Estamos esperando resultados concretos. Lo vulnerable del espectáculo en estos tiempos refleja el hecho de que diversos sectores allí concentrados, no están trabajando debidamente. Además, ratificar a quien da la cara por parte de la empresa y, ante los errores que se han cometido, no es algo favorable pues significaría tener que hacer los cambios pertinentes, con vistas a mejorar la imagen de la tauromaquia, sobre todo la que se desarrolla en la ciudad de México, corazón, fuelle y reflejo de cuanto debería estar ocurriendo en el resto del país.

   Ya no estamos para conceder beneficio de la duda alguna. Esperamos buenos resultados. Y como apuntaba al principio, si nos sorprenden con el arribo de un auténtico “figurón” del toreo, con ganado propicio y una puesta en escena apropiada, seremos los primeros en reconocer ese esfuerzo, digna muestra en la mejora de sus capacidades, lo que traería por consecuencia el fortalecimiento que urge para resignificar el toreo en México.

   Estaremos pendientes de cuanto se ponga en práctica, sobre todo si es pensando en este gran beneficio, y no en el perjuicio que siguen teniendo hacia la tauromaquia. Parece que ese “mano a mano” entre “El Juli” y Sergio Flores el 4 de febrero pasado fue el botón de muestra de lo malo que pueden ser ciertas consecuencias. Espero, como esperamos muchos aficionados que se levanten dignamente y continúen su marcha, convencidos de que es buen momento para rectificar.

2 de marzo de 2018.

 

CON MANUEL de QUIROS y CAMPO SAGRADO, AUTOR DE OBRA TAURINA EN EL VIRREINATO.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

  

   Al retomar el tema de la última conversación, lo hago ocupándome de Manuel Quiros y Campo Sagrado (1751-1821). Manuel era hispano, y se estableció en Nueva España hacia los últimos años del siglo XVIII, desempeñando cargos públicos como visitador de la Renta del Tabaco (esto en Oaxaca) pero fundamentalmente era escritor, y un buen poeta, de acuerdo a lo que veremos a continuación.

   Autor de unas cuarenta obras, varias de ellas fueron elaboradas con imágenes y se reconocen como poemarios así como poemas jeroglíficos, lo que ya significa una novedad, si nos atenemos al hecho de que poco más de siglo y medio adelante, Rafael Alberti haría algo muy parecido, ilustrando sus obras literarias.

   Entre lo más destacado de esa labor, se encuentran obras como:

-Comedia titulada “El mayor triunfo del hombre es vencerse a sí mismo”, 1787, censurada por la Inquisición.

-poema festivo para celebrar al ínclito taumaturgo mártir señor San Juan Nepomuceno.

-Colección de varias poesías del arte menor y mayor en obsequio de la Purísima Concepción de nuestra señora la Virgen María (1805)

-La inocencia acrisolada de los pacientes jesuanos. Colección de varias poesías alusivas a la restauración de la Sagrada Compañía de Jesús…

-Religión, rey y patria. La obra poética de Manuel Quiros y Campo Sagrado (en imprenta).

-Descripción del romance mudo que en elogio de nuestra Santísima Madre y Señora Virgen de Guadalupe, dispuso D. Manuel Quiros Campos Sagrado, año de 1784.

   De esta última, debo afirmar que se trata de una de las más curiosas, pues como se ha llegado a considerar, se trata de un auténtico ejemplo de “códice guadalupano del siglo XVIII”, en el que destacan los elementos pictóricos y transcripciones fonéticas que parecían estar en alianza con el tipo de lectura y comprensión que una buena parte de la población en aquel entonces, tendría sobre su entendimiento y relación directa con la religión católica, en particular con la devoción destinada a la virgen de Guadalupe. Tal impreso, uno de los pocos que se divulgaron en la época, estuvo a la venta por medio real.

   Sin embargo, la obra que nos convoca, tiene que ver con ese sentido festivo que caracterizó al autor, y que se refleja en la hasta hace poco desconocida obra titulada: “Pasajes de la Diversión de la Corrida de Toros por menor dedicada al Exmo. Sor. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España y Capitán General. 1786”.

   Gracias a los buenos oficios, tanto de Julio Téllez como de Salvador García Bolio, bibliófilos taurinos muy reconocidos, se publicó en 1988 una edición facsimilar en la que estudian, analizan y se realiza el trabajo correspondiente de paleografía que se materializa en una edición donde podemos conocer a detalle, la forma en que Quiros y Campo Sagrado vio y entendió la celebración taurina donde, entre otros personajes se encontraba el que entonces fue cuadragésimo noveno virrey de la Nueva España.

   El esplendor de las fiestas, durante la última etapa del siglo XVIII, se transportaba a géneros no concebidos. Una y otra celebración, contaban con diferencias marcadas. Del intenso y grande aparato de la anterior se tornaba en el magnífico boato para la siguiente. Aquel espíritu cotidiano de celebrar los motivos de carácter monárquico, fiestas profanas y religiosas, tiene encendida la llama una vez más, en esta ocasión, por motivo de la llegada del virrey don Bernardo de Gálvez a quien, desde el 25 de septiembre de 1785 hasta el 22 de diciembre del mismo año, se dedicaron grandes ocasiones de celebración.

   Respecto a los toros, debe mencionarse que antes de llevar a cabo los que ocurrieron en la plaza del Volador, hubo, como era costumbre “ensayos”, y estos sucedieron en la plaza del Hornillo entre septiembre y octubre, a los que no dejaba de asistir el propio Bernardo de Gálvez. Tales festejos ocurrieron entre desde el 14 de noviembre y hasta el 22 de diciembre, siendo 12 los festejos en aquellas recordadas fechas, donde destaca la actuación de el “Zamorano”, Tomás Venegas “El Gachupín toreador”, y la muy peculiar presencia de “seis mujeres toreras”, con una de las cuales, el ya conocido virrey estuvo bastante “juguetón”.

   Se trata de 127 sextetas escritas en forma muy relajada, donde hasta en 73 de ellas Campo Sagrado se vuelca materialmente al dar “santo y seña” sobre lo ocurrido en aquella ocasión. Me toca la difícil tarea de elegir, y el resultado es como viene a continuación.

13

 

Mostrose Augusto rubio y amoroso

y de Virgo miraba el rostro ameno

gozando sus placeres deleitosa

entre las Glorias de su Indiano ceno

y entonces las Florestas

a su Vi-rey disponen unas fiestas.

 

14

 

A Tauro por los suelos quieren veer

demellándole la hasta venenosa

haziendo de sus ruinas el placer

en la del Bolador Plazuela ermosa

y sin ser nada escasa

en ella miden y reparten Plaza.

 

15

 

A fabricar comienzan su grandeza

los Artífices diestros con esmero

formándola en tal arte y gentileza

que excedieron al Arte y el Madero

pues como cantería

esta dórica Plaza persuadía.

 

16

 

En el recinto ponen vellas gradas

guarnecidas de Bayas primorosas

las que estaban al ayre resguardadas

de todas intemperies rigurosas

pues ni tauro ni fevo

dañar pudieron a ningún Mancebo.

 

17

 

Siguieron las Lumbreras guarnecidas

de preciosos matizes explayadas

donde muchas Personas distinguidas

procuraron tenerlas adornadas

dando envidia el primor de sus colores

al más vello Jardín de ermosas Flores.

 

18

 

Elevaron alo alto sus tendidos

con grande simetría agigantados

de uniformes columnas sostenidos

y de rectas cornizas adornados

formando sus Balaustres sin dar quexas

de verdes esmeraldas muchas Rexas.

 

19

 

Adornados de Alfombras y Tapizes

se vieron sus alturas mui cavales

siendo una Primavera sus Matizes

para ocupar los regios Tribunales

los que bien distribuidos

aqual mas se obstentan de lucidos.

 

20

 

En las sombras el Arte con primor

puntualm.se te vido exejutado

que opacándole a Febo su rigor

dejaron el lugar acomodado

donde muy librem.te

sin incomodidad vido la jente.

 

21

 

Quatro Puertas se vieron en la Plaza

formando los ochavos excelentes

estas con sus columnas y su vaza

con proporciones amplias y eminentes

quedando desahogadas

para entrar y salir por sus fachadas.

 

22

 

Una columna con estraña idea[1]

pusieron de figuras adornada

la q.e de noche convertida en tea

dejó toda la Plaza iluminada

formando el artificio con esmeros

en su iluminación diestros coheteros.

 

23

 

En esta se vio Flora de presente

sosteniendo los cables mui galante

a Vulcano[2] también que fuertem.te

sus Brazos declaraban lo pujante

carg.do el luminar

sin que nadie le viera descanzar.

 

24

 

Apolo y Marte puestos en palestra

a Neptuno y a Júpiter miraron

que opuestos p.r querer todos la diestra

a competensia un sirculo formaron

asiendo en sus ibleos

al publico presentes sus trofeos.

 

25

 

Unas tarjas de octavas Peregrinas

sirvieron a estos Dioses p.a Penas

cuyos metros en letras cristalinas

viva Gálvez dijeron mui ufanas

cubriendo sus lugares

de emblemas de las mas particulares.

 

26

 

Desde el Palacio R.l hasta el tablado

se vido un pasadiso distinguido

por ambos lados de tablas aforrado

y de fuertes umbrales sostenido

para que su Exa.

a la Plaza pasase con su Audiencia.

 

27

 

Comenzó el tribun.l del Virreynato

con Majestuosas sillas de Brocados

las que formaron rejio el aparato

dejando dos lugares separados

que a las Personas Reales

les formaron Fellizes y citiales.

 

28

 

Siguió el de la ciudad al otro lado

de ricas colgaduras guarnecido

de bien bestidas Bancas adornado

que formaron un teatro mui lucido

con vista tan galana

que sus Armas mostró la Corte Indiana.

 

29

 

La Minería con su fachada ermosa

formó su Tribunal q.e fue el tercero

haziendola ala vista deleitosa

la variedad de adornos de su esmero

que con ainco insaciable

un Alcázar formaba respetable.

 

30

 

Siguió el del Consulado mui galante

en el quarto lugar tan reluciente

en Nacares tapizes rozagante

que imbidia dio a Letona lo decente

y el Dios Momo corrido

quedó sin duda al verlo tan lucido.

 

31

 

El Cavildo Eclesiástico dio prueba

de su quinto lugar p.r su grandeza

esto con sus adornos lo subleva

para enseñar al público una pieza

tan regia y respectuosa

que se miró entre seria Sor ermosa.

 

32

 

La Yttre.l Colegiata acompetensia

preparó su cavildo en sexto grado

francam.te explayando la decencia

para no ser en nada señalado

pues con roja prevista

al comun todo deleitó su vista.

 

33

 

El Claustro Doctoral aq.n le toca

el séptimo lugar con gentileza

su estancia la compuso apide voca

tendiendo colgadura con franqueza

donde galan se vido

de Capelos y Borlas asistido.

 

34

 

El Protom.to generoso

al Público mostró sus Maravillas

cuio octavo lugar se vio lustroso

guarnecido de sedas amarillas

que con lucido teatro

al Público le dieron anfiteatro.

 

35

 

Dos lumbreras con Berdes Celosías

formaron Tribun.l al S.to Oficio

que destellando graves alegrías

de suma autoridad dieron indicio

que en el estar cerradas

dieron muestras de ser las señaladas.

 

36

 

En este dieron fin los Tribun.s

que ilustraron la Plaza y sus recintos

declarando los gozos mui marciales

encadenando vellos laberintos

pues todas las Lumbreras

festivas alegraron las Esferas.

 

37

 

Construida enteram.te en sus adornos

fue la Plaza modelo de alegrías

y entapizados todos sus contornos

dieron ala tristeza bateria

pues hizo p.r que save

hazer caver amas de lo q.e cave.

 

38

 

En catorce los Toros comenzaron

de Nov.e del año ochenta y cinco

en este día los gozos se explayaron

y todos pretendieron con grande ainco

el dar aproporcion

con sus avilidades diversión.

 

39

 

En este mismo día en la Mañana

en un Virloche con presteza suma

se vido la Persona mui Galana

del Conde Gálvez q.e como una pluma

volava de la Plaza el pavimento

como las Aves cruzan p.r el viento.

 

40

 

Dos lijeros Bucéfalos tiraban

la Maquina eminente rodadora

en la que dos Personas se miraban

que formando venían nueva Aurora

porq.e sus exellensias

quisieron dilatar sus preeminencias.

 

41

 

Qual Rayo desatado de la esfera

cruzó Nuestro Virrey gallardam.te

dando ala Pleve gozo su Carrera

como así mismo al pobre y al decente

que al veerlo tan humano

consuelo fue feliz del País Indiano.

 

42

 

El Mormollon de gentes ocupaba

la estancia de la Plaza en espesura

ni un pequeño resquicio se encontraba

para poder salir de su apretura

y en tanto lavirinto

se extraviaba la mente y el distinto.

 

43

 

Entró la Tropa con medidos pasos

dando a los parches vozes retumbantes

y al punto despojó los embarazos

por presentarse solo los Infantes

los que mui arreglados

en el partir mostraron ser Soldados.

 

44

 

Quedó por fin la plaza despejada

o por otro bulgar quedó partida

y estado el bullicio sosegada

sus embarazos se miró expedida

y con pasos violentos

fueron tomando todos sus asientos.

 

45

 

Entregada la llave y echa señal

salió una fiera con horrible saña

q.e siega por la ravia se despeña

y entre las corbas puntas se enmaraña

queriendo su desvelo

hazer profundos hoyos en el suelo.

 

46

 

Era de faz sañuda y enojada

etiope por color ancho el pescuezo

en la frente la crin mui enroscada

fornida la anca en serviguillo grueso

con dos puntas triunfantes

que a su testa sirvieron por Turbantes.

 

47

 

Salió del Cozo sentellando fuego

arrebatando del suelo las Arenas

no vio la gente p.r q.e salió ciego

y rompiendo de babas las cadenas

corrió con valor pleno

que pareció de Júpiter y el Trueno.

 

48

 

Tocó al Arma este Bruto vengativo

en medio de la Plaza con fiereza

con ímpetu tan fuerte y tan altivo

q.e asombro dio de veer su fortaleza

dejando obscurecidos

los vientos al bapor de sus bufidos.

 

49

 

Salieron al instante valerosos

unos Mancebos bien aderezados

pretendiendo el herirlo tan ansiosos

que de si mismos quedaron olvidados

pegando Banderillas

por entremedio de sus dos cuchillas.

 

50

 

Reboleando las Capas lo torean

y con agudas Baras se defienden

con diligentes bueltas lo mofean

y con silvos y vozes mas lo encienden

el que qual Can rabioso

a todos les embiste muy furioso.

 

51

 

En fin echa la seña lo mataron

pasándole el pescuezo con la espada

el Pecho y corazón le atravesaron

dejando su fiereza domellada

por que el echo Sangriento

a los demas sirviese de escarmiento.

 

52

 

Cerrose la mañana con seis Toros

jugando p.r la tarde los restantes

y quando aucento Fevo los Tesoros

destelló Flora rayos tan flamantes

que con su Economía

se vio la Noche convertida en día.

 

53

 

Refulgente la Fragua de Vulcano

yluminó la Plaza con presteza

formó de ermosas luzes un verano

p.r q.e México Viera la grandeza

que gozos obstentando

por la Plaza de Toros fue paseando.

 

(. . . . . . . . . .)

 

59

 

El quinze se siguió la diversión

en los términos mismos de aquel día

hubo de fuegos la iluminación

y todo lo demas con vizarria

sin que nada faltase

que tal vez la bugata lo anotase.

 

(. . . . . . . . . .)

 

64

 

Prepararon los Toros al contento

en el día con muchas diversiones

no faltó nada del divertim.to

festivas y amplias sus composiciones

y con nuevos trofeos

por la noche siguieron los paceos.

 

65

 

El veinte y dos siguieron las corridas

de Toros dando al Publico contento

se vieron dos Mujeres aplaudidas

al mirarlas torear con tanto aliento

pues fuertes Amazonas

le entregaban al toro Sus Personas.

 

(. . . . . . . . . .)

 

67

 

En el siguiente dia veinte y tres

las fiestas y los toros prosiguieron

el Loco pegó parches al travez

p.r lo que muchas galas le valieron

q.e con chiste bailando

a todos los Sres. fue alegrando.

 

(. . . . . . . . . .)

 

95

 

Siguiéronse los toros este dia

que cerró la semana placentera

con tanto aplauso gusto y alegría

que de nuevo formó otra Primavera

pues rompiendo Capuces

viva Gálvez dijeron vellas luzes.

 

96

 

Suspendiose tres dias esta corrida

por ser costumbre yá determinada

ley q.e siempre se ha visto establecida

y rara vez o nunca derogada

y así por este medio

se vio la Plaza en confusión y tedio.

 

97

 

Amaneció el Farol p.r el Oriente

de el luminoso Febo rutilante

en el día 28 del presente

repartiendo fulgores mui galante

pues con luz nada escaza

se vellos Rayos se vistió la Plaza.

 

98

 

Enserraron los toros mui temprano

para dar diversión con entereza

toreo gallardam.te el Samorano

y D.n Tomas tambien con sutileza

pues se vieron hazer dos mil primores

a todos los que fueron toreadores.

 

(. . . . . . . . . .)

 

101

 

Sesaron las corridas p.r entonces

hasta el Jueves primero de Diz.e

esculpirse se pudo en duros bronces

el Juvilo tan grande del nov.e

que todo festejoso

se vido de el Invierno Victorioso.

 

102

 

Concluyó la Semana y las corrida

p.r acavarse el plazo señalado

y sin embargo de estar ya cumplidas

quedó todo el comun esperanzado

pidiendo a S. Exa.

dé p.a otra Semana Su licencia.

 

103

 

Ambigua les quedó Su preten.on

hasta que en el acuerdo fuese visto

hizieron todos representa.on

con ancioso deceo siempre listo

declarando oprimidos

estar p.r el presente mui perdidos.

 

104

 

Con corazon benigno y placentero

el Conde Galvez a piedad movido

(atributos q.e son de Caballero)

p.a amparo de el Pobre y desvalido

que como padre amante

ministra los consuelos al instante.

 

105

 

Lograron a medida del deceo

la licencia impetrada francam.te

aconocer se dio p.r el Perceo

que reparte sus gracias igualm.te

con ard.te Tan ard.te Zelo

que socorrer sus ancias es suanelo.

 

106

 

Otra Semana pidieron los perdidos

p.r veer si se miraban restaurados

sus Memoriales fueron admitidos

y a su contento todos despachados

alcanzando la gracia

que anciosos pretendian con eficacia.

 

107

 

Adornaron la Plaza nuevam.te

aun q.e faltaron varios Tribun.es

no por eso dejó de estar decentte

ni quedaron los huecos desiguales

pues formando tendidos

gallardam.te quedaron mui lucidos.

 

108

 

Conttó el Diz.e diez y nuevo dias

en los q.e las corridas comenzaron

volvieron a nacer las alegrías

que felism.te todos observaron

con gozo tan prolijo

que todo fue placer y regosijo.

 

109

 

Torearon este dia quatro Señores

sin que de nadie fueran conocidos

los Muchachos torearon con primores

q.e en Granadas estaban escondidos

pues improvisamente

en la Plaza los vio toda la gente.

 

110

 

Cerrose el dia con toda diversión

satisfaciendo al Publico puntual

huvo ala noche la iluminación

siguiéndose el paceo mui marcial

con eminente traza

que se vio echa Pénsil toda la Plaza.

 

111

 

En el veinte lo mismo aconteció

toreando los Muchachos y Sres.

su Exa. las galas lestiró

en Bandas y Mascadas superiores

quedando victoriados

los que a torear salieron de tapados.

 

(. . . . . . . . . .)

 

113

 

La tarde del veinti uno fue un regalo

al veer la diversión tambien trazada

pues pusieron en medio un alto palo

que se quedó la vista embelesada

y aunq.e se opuso Febo

no le pudo quitar nada del zevo.

 

114

 

De monedas de Plata guarnecido

y de Sombrero y Capa fue adornado

liveral para todos y aplaudido

el capote que estava galoneado

pues pretendió el anelo

el Suvir asta lo alto con el buelo.

 

115

 

Con presurosas ancias fugitivo

suvió con mil trabajos temeroso

un pobre con deceo tan activo

que a los pies les puso alas presuroso

y estando ya en su altura

mostró con el Sombrero su ventura.

 

116

 

En fin con infinitas diversion.s

la tarde concluyó mui apacible

el luminar dio fuego a sus Achones

para quitar la obscuridad temible

aclarando el Trofeo

en el marcial concurso del paseo.

 

117

 

En veinte y dos dio pasmo la grandeza

de un Monte carnaval que fue formado

de Alajas q.e encerraron la riqueza

y de Animales vivos adornados

que al veerlo nada escaso

el Bulgo le nombró Monte Parnaso.

 

118

 

Se compuso de enaguas y Mascadas

capas de ricos Paños de colores

de Plata y Oro todas galoneadas

con Camisas y Fuentes superiores

terneras y Jamones

pabos Pollos Gallinas y Lechones.

 

119

 

Un Almacen al Publico le dieron

amplio p.r las Alajas q.e colgaron

cabritos y Animales le pusieron

que alos Ojos de todos deleitaron

para q.e librem.te

lo pudiera Coger toda la gente.

 

120

 

Entró nuestro virrey en su virloche

mas q.e Alexandro magno en lo triunfante

aventajando de Plutón el coche

al que asombró su curso rutilante

que en rapida Carrera

luminar Convirtió toda la esfera.

 

121

 

Llegose al Monte con gallardo buelo

y con lucida intupida arrogancia

tomó de los que estaban un pañuelo

midiendo vellam.te la distancia

y con franquesa honrrosa

en las manos lo puso de su Esposa.

 

122

 

Jugaronse tres toros y echa seña

con imbension de fuego en el mom.to

innumerable gente se despeña

apretando el Concurso el pavim.to

y muchos apresados

de los Toros salieron rebolcados.

 

123

 

Velosm.te en el Monte se suvieron

haciendo de sus Bienes el saqueo

la Capa p.r en medio la partieron

y los mas se quedaron sin empleo

pues lo que uno tomaba

otro venía y se lo arrebataba.

 

124

 

Finalizó el bullicio con mil penas

p.a algunos q.e inútiles se hallaron

dieron fin con el Monte a manos llenas

todos los que coxer algo lograron

por que hasta la madera

cargaron como cosa mui lijera.

 

125

 

Los toros prosiguieron afugarse

con q.e la tarde dio al placer el lleno

regocijos y gustos fevo esparce

al retirarse para su ancho seno

y cerrando la noche

luzes desbrocha de Letona el Coche.

 

126

 

Toda la Plaza se vido iluminada

de Damas y Galanes asistido

p.r todas partes mui engalanada

que no se vio otra noche mas lucida

por q.e quatro grandas con donaire

viva Galvez dixeron p.r el Aire.

 

127

 

Aquí mi Musa se acaba

pues las fiestas fenecieron

siendo todo lo plausible

lo mas eroico del echo

los Ojos q.e dispertaron

de las Sombras de Leteo

forzosam.te el despojo

haze la noche a su imperio

estableciendo en la Plaza

el mas famoso festejo

dedicado a S. Exa.

con Glorias y pasatiempos

como a tan digno Señor

de este Mexicano Ceno

p.r lo q.e mi corto numen

y mi balbuciente ingenio

viéndose inepto interpreta

el perdon de tantos yerros.

Suplicando mui rendido

a todo el noble congreso

le concedan la dispensa

a tan rudos pensam.tos

adquiriendo solo un Victor

p.a el enunciado objetto

diciendo q.e el Conde viva

de Galvez S.r Supremo

p.a amparo de los pobres

del septentrional terreno

p.r lo que a las Musas pido

sigan canoras diciendo

Viva: Viva: Viva: Vivas.

en los más Altos empleos.[3]

    Recomiendo ampliamente la lectura de este trabajo que, por otro lado se convierte en auténtica delicia literaria.

OBRAS DE CONSULTA

Salvador García Bolio y Julio Téllez García: Pasajes de la Diversión de la Corrida de toros por menor dedicada al Exmo. Sr. Dn. Bernardo de Gálvez, Virrey de toda la Nueva España, Capitán General. 1786. Por: Manuel Quiros y Campo Sagrado. México, s.p.i., 1988.  50 h. Edición facsimilar. (Cuadernos Taurinos, 4).

 

-Descripción del romance mudo que en elogio de nuestra Santísima Madre y Señora Virgen de Guadalupe, dispuso D. Manuel Quiros Campos Sagrado, año de 1784. Consulta en internet, marzo 6, 2018 en:

http://www.editorialgranenporrua.com.mx/catalogo/novedades.phpdescripcion-del-romance-mudo-que-en-elogio-de-nuestra__19.php

-La inocencia acrisolada de los pacientes jesuanos. Colección de varias poesías alusivas a la restauración de la Sagrada Compañía de Jesús por la piedad del católico y benigno rey de las Españas el señor don Fernando VII (que Dios nuestro señor guarde) compuesta por Don Manuel de Quiros y Campo Sagrado. Año de 1816.… Edición, prólogo e introducción: María Isabel Terán Elizondo. Reproducción fotográfica y diseño editorial, Julián Guajardo Esparza. Zacatecas, Universidad Autónoma de Zacatecas, 2016. 165 p. Ils., facs. Consulta en internet, marzo 6, 2018 en:

http://www.iifilologicas.unam.mx/pnovohispano/uploads/novatellus/Paciencia_jesuana_%20Quiroz.pdf


[1] Probablemente se trate del “monte parnaso” o asta que servía para realizar algunos otros divertimentos extrataurinos. (Véanse versos 117 a 124 de esta descripción).

[2] Vulcano: dios de la tierra.

[3] García Bolio, op. Cit., h. 7-42.

OTRO PRODIGIO, AHORA EN MANOS DE “MANOLO” GONZÁLEZ.

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PÁGINAS PARA UN ÁLBUM TAURINO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951.

   Apenas unos momentos, los suficientes valen para darse cuenta que el cine pudo rescatar la graciosa cadencia de unos lances que, como estos, interpretó “Manolo” González en alguna de sus actuaciones en la plaza de toros “México”, allá por los años 50 del siglo pasado.

   Como antigua embarcación, las velas de esa nave, dejaron acariciarse en lo plácido de algún momento en que, desplazándose por ruta segura, pronto estaría acercándose al puerto de destino.

   El juego de sus manos hizo posible este milagro, el de una “chicuelina”, que no es otra “chicuelina” más, como las muchas que ayer y hoy se interpretaron o siguen interpretándose. La que apreciamos es una escala mayor del lance que aportó Manuel Jiménez, y que dicen algunos ya había sido realizado por “Llapicera”, aquel personaje que encabezó una célebre cuadrilla bufa, la cual actuaba pocos años antes de que el sevillano la tallara como pocos.

   Además, también se sabe que la primera vez que “Chicuelo” la interpretó en nuestros ruedos, ello ocurrió la tarde del 14 de diciembre de 1924 al toro “Africano” de San Mateo. De entonces acá, es un lance recurrido, sobado, tanto que José Alameda llegó a decir que se le veía hasta en la sopa…

   Sin embargo, la “chicuelina” en su máxima expresión se ve pocas tardes, y “Manolo” González dejó evidencia clarísima gracias a su oficio artístico. El paso de este sevillano por nuestros ruedos no fue del todo afortunado. Aún así bastaron momentos, como este, apenas un suspiro, para quedarse en la memoria, y para siempre.

DEL PASE POR ALTO AL “FORZADO” DE PECHO EN FREG y “JERÓNIMO”.

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PÁGINAS PARA UN ÁLBUM TAURINO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 

Luis Freg, la tarde del 19 de febrero de 1922.

Jerónimo. 5 de febrero de 2018. Disponible en internet febrero 7, 2018 en:

http://altoromexico.com/index.php?acc=galprod&id=5291. Fotografía: Sergio Hidalgo.

   Para entender lo que ocurre en ese momento es que el torero, evitando tener un aprieto, y dada la forma en como viene el toro, comiéndose materialmente la muleta, es preciso que se coloque rápidamente, evitando un mal momento, pero también la pronta manera de lucirse, de hacer de ese pase –que podría ser de recurso-, pero también de enorme lucimiento, forma honesta de lucha. Búsqueda también para conseguir el triunfo dominando la encendida casta que se percibe en ambas imágenes.

   Con diferencia de casi un siglo, Freg tuvo que someter al toro de Salas que le tocó en suerte. No fue un buen ejemplar. Más bien “mansote” como lo describe Rafael Solana en su crónica, y que además tuvo poder y malas ideas. Siguiendo el hilo de la reseña, “Verduguillo” advierte que a Luis se le notaba incierto, por lo que buena parte de esa faena fue sobre piernas. Parte de ese pequeño detalle se puede apreciar en lo tenso de esos músculos inferiores que sostienen el resto del cuerpo de manera que, para resolver el conflicto, fueron necesarios ciertos recursos guerreros, de combate, a los que estaban acostumbrados muchos diestros de aquella época.

   Debo decir, en favor de Freg, que la “instantánea” le favorece, pues ese pase por alto posee elementos en los que, a pesar de las condiciones ya conocidas, permitió que saliera librado, logrando así, dignamente darle cara a un ejemplar con “algo de guasilla”. Luis Freg, a no dudar, tenía las condiciones de capacidad para esto y más.

   En cuanto a “Jerónimo”, que compareció recientemente en la plaza de toros “México”, ello se debe a mantener su hegemonía, pero también su eficacia como matador de toros que ha logrado acumular al paso ya de un buen número de años que lleva en esto, buscando aún consolidarse como figura del toreo. Camino a ese propósito, nos comparte momentos como el de imagen obtenida por Sergio Hidalgo, en la cual tuvo que rematar alguna de las series, dominando así al de Jaral de Peñas que no fue precisamente un ejemplar fácil, pero que “Jerónimo” entendió gracias a que puso en práctica lo mejor de su oficio.

   La pierna izquierda, la de salida que sirvió para rematar esa explosión del “forzado” de pecho, se reunió en apenas un espacio menor con la pata izquierda del toro en la que este no solo confió todo su peso, sino que además se puede notar el empuje, forzando así la embestida de la que sale con la jeta en alto. De ese momento, que sólo la fotografía nos permite apreciar, hubo un estallido en la arena, del que pudo quedar como resultado una horadación en la que se afirmaba, con toda su natural circunstancia, otro detalle más de la tauromaquia. Es decir, la lucha, la confrontación que no solo fue rematar airosamente la serie respectiva con ese “forzado” de pecho, sino lograr cada quien por su lado, ganar terreno, dominar al otro y así contar con posibilidades de dominio primero. De triunfo después.

   Por lo forzado del momento, es preciso anotar que a “Jerónimo” no le quedó otro recurso que arquear ligeramente el cuerpo, flexionar un poco las piernas, pero dando honesta salida en ese airoso pase “forzado” de pecho que, de tarde en tarde llegamos a ver en estos tiempos.


BASTA SÓLO LA POESÍA.

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PÁGINAS PARA UN ÁLBUM TAURINO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

 

EL MILAGRO DE LA VERÓNICA

 A Ernesto García Cabral

 Los brazos pordioseros, como péndulo doble,

arrastran por la arena la comba del percal,

y se diría que avanza con su ropaje noble,

en procesión hierática, un rojo cardenal.

 

Cuentan que la verónica, en bíblico desdoble,

enjuga con el paño la sangre de coral

de una herida de adorno; mientras el pasodoble

se deshoja en el aire como flor de metal.

 

Las piernas, en estacas, para cargar la suerte,

dejan a la cintura la burla de la muerte;

y cuando pasa el bruto, hendiendo el carnicol,

 

Se lleva en los pitones que un leve esguince libra,

hilos de seda y oro, entre los cuales vibra,

pimienta de la fiesta, el reflejo del sol.[1]

 Xavier Sorondo.

Luis Castro El Soldado.

EL CAPOTE DE BELMONTE. 

 

Para Aurelio Pérez y Javier Creixell,

creyentes en Juan y en sus epígonos.

 

(“Y tan alta vida espero,

que muero porque no muero”, Teresa de Jesús).

 

Este capote que implora

la bendición de la muerte

y la convoca en la suerte

queriendo ensanchar su hora,

da una tentación agónica

con la mortal atadura

que mantiene la cintura

presa en su media verónica.

Y en la verónica entera,

determinada en su centro

hacia la muerte por dentro

y hacia la gloria por fuera.

Con su juicio sumario,

la leyenda así lo quiere

y lo convierte a diario

en capote literario

que muere porque no muere.[2]

Manolo González en su presentación.

El Ruedo de México. Año VIII, N° 56. México, 6 de diciembre de 1951.


[1] Xavier Sorondo: ESTAMPAS DE TORERÍA. Dibujos de Carlos Ruano Llópis. Apunte de Ernesto García Cabral. México, Editorial “Polis”, 1942. 47 p. Ils., retrs.

[2] Carlos Fernández Valdemoro (Seud. José Alameda): Seguro azar del toreo. México, Salamanca ediciones, 1983. 92 p. Ils., retrs., facs., p. 29.

HOY, 14 DE MARZO RECORDAMOS A D. MANUEL HORTA, A 35 AÑOS DE SU DESAPARICIÓN.

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EFEMÉRIDES TAURINAS MEXICANAS DEL SIGLO XX.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE. 

Obra y autor.

   Manuel Horta (1897-1983) escritor de fina pluma, pronto siguió la ruta de algunos autores neocolonialistas como Artemio de Valle-Arizpe, Julio Jiménez Rueda o Manuel Romero de Terreros que, al amparo de maestros como Vicente Riva Palacio (Monja casada, virgen y mártir o Martín Garatuza), Luis González Obregón (Croniquillas de la Nueva España, Las Calles de México y otras), que en conjunto dejaron los últimos alientos literarios de una época aparentemente superada, pero que aún poseía valores tan abundantes, lo cual hacía imposible abandonar tan interesante como polémico periodo histórico.

Creador de obras como Vitrales de Capilla (1917), Estampas de antaño (1919), El tango de Gaby (1919), El caso vulgar de Pablo Duque (1923), Vida ejemplar de D. José de la Borda (1928), Estampas de antaño (1942), Ponciano Díaz. Silueta de un torero de ayer (1943), Siluetas en la neblina (1977) y Patio de cuadrillas. Antología de la prosa taurina de Manuel Horta (1988), el recordado autor urde en personajes que entre la leyenda o la anécdota construyeron diversos pasajes coloniales y que su prosa supo darles el giro literario apropiado, con lo que esas historias alcanzaron niveles de auténticas cancioncillas, como concebidas para un cancionero, a la manera de los villancicos de sor Juana Inés de la Cruz.

Y Horta no solo tuvo ese delicado empeño, sino que también fue un reconocido periodista. De nuestro personaje, de quien por cierto está pendiente una mejor biografía, así como recoger todas aquellas publicaciones donde colaboró no solo bajo la idea de concebir textos con el abanico abierto de los temas virreinales, hay mucho que escribir. También fue cronista en la cosa taurina, por lo que se conocen evidencias suyas publicadas en Revista de Revistas, de la que fue director en los años cuarenta del siglo pasado o La Lidia. A lo anterior, debe agregarse la conocida biografía que escribió en torno a Ponciano Díaz, a quien no alcanzó a ver, pues Ponciano muere en 1899. Sin embargo, fue tan notoria la estela de recuerdos que dejó el de Atenco en el imaginario colectivo, que aquello se convirtió en suficiente materia para realizar el libro mencionado.

En Ponciano Díaz. Silueta de un torero de ayer, al igual que lo hizo Armando de María y Campos en Ponciano, el torero con bigotes, la publicación de ambas, fruto de la casualidad, se dio en 1943. Los intentos de concebir el perfil del ídolo popular, llevaron a dichos autores, y a Horta en particular, a escribir una aproximación sobre Díaz Salinas, de quien destaca más lo anecdótico que lo concreto en sus acciones en las que como es circunstancial al hombre, asoman aciertos y errores. Pero lo más importante, es que gracias a los notables triunfos que cosechó el torero, ello sirvió en buena medida para que Horta recreara diversos pasajes, como es el caso de la célebre inauguración de la plaza “Bucareli”, hecho que ocurrió el 15 de enero de 1888.

El que fuera también cronista taurino en Excelsior, poco a poco fue dejando un legado que si lo apreciamos con intención de conocer su estilo tan cerca como sea posible, entenderemos que quien lo hizo fue un escritor de altos vuelos, quien se cultivó a la sombra de la “crema y nata” de grandes autores mexicanos y universales.

Ponciano Díaz (…), el libro del que vengo mencionando algunos de sus más notables detalles, mereció ser reeditado en 1980 por el gobierno del estado de México, bajo la égida de Mario Colín, entonces Director del Patrimonio Cultural y Artístico. Reconoce Colín las virtudes de Horta al punto de que se pueden encontrar algunos datos biográficos más de don Manuel, quien fue hijo de D. Aurelio Horta, quien también fue periodista, y de que antes de saltar a la fama como el gran autor que fue, tuvo oportunidad de colaborar en revistas como Arte y Letras, Ilustración Nacional, Tricolor, Album Salón, Roo y Gualda, así como de los periódicos El Heraldo de México y Excelsior. También lo hizo en Jueves de Excelsior, de la que todavía seguía siendo su director en 1980.

Hay otro libro que es una maravilla y que se recomienda ampliamente. Me refiero a Siluetas en la neblina, aparecido en 1977 y que, para los estudiantes en ciencias de la comunicación de cualquier escuela destinada a preparar a futuros periodistas, debe ser obra de consulta fundamental, pues uno a uno los textos que allí aparecen, se convierten en auténticas lecciones sobre el oficio que llevan a cabo estos profesionales. Ha sido un libro cuya lectura y relectura hago desde hace muchos años como si fuera la primera vez; y siempre me deslumbra. Las caricaturas y apuntes de Freyre son geniales.

Es una pena que personajes como el que hoy se recuerda, vayan siendo olvidados por las nuevas generaciones y es un buen momento para recuperarlos en justo homenaje de su paso por este mundo.

En torno a los toros, poco a poco esa labor con la que se salva del ostracismo a plumas reconocidísimas, permite compartirles el hecho de que ya se tienen datos muy importantes sobre Carlos Cuesta Baquero, Flavio Zavala Millet, Luis Spota, Renato Leduc, Josefina Vicens, Esperanza Arellano, Roque Armando Sosa Ferreyro, sin faltar dos, que siendo españoles, es posible redescubrir una luminosa trayectoria en dicho oficio. Me refiero a José Alameda y Manuel García Santos.

Y cierro esta ocasión, con las notas introductorias que Manuel Horta escribió en su ya célebre Ponciano Díaz. Silueta de un torero de ayer, evocando de alguna forma cómo se concibió dicho libro.

“… desde tempranísima edad, escuche ese nombre. ¡Ponciano Díaz!… ¡Ponciano Díaz!… Yo hubiera deseado entonces tocarlo como a un juguete, arrancarle un bordado de la chaquetilla o que me permitiera divertirme con su sombrero de charro en el que las mejores bordadoras del siglo diecinueve dejaban arabescos y flores de oro a costa de un heroico trabajo cerca de las velas parpadeantes”.

Y luego, al andar de esta descripción primera, Horta comparte con nosotros el siguiente detalle:

“…nada como aquel retrato de Ponciano litografiado, y en posición de entrar a matar. Yo lo soñaba con la montera historiada, la corbatilla flotante, los alamares de amarillo cegador, la faja de seda y las medias de saltimbanqui. No hubiera yo podido concebir más sugestivo y atrayente. Era una estatua, un compendio de majestad y valor, de señorío y de elegancia”.

Nunca mejor oportunidad para recordar a Manuel Horta.

 RAFAEL BARBABOSA ARZATE (19.06.1833-21.03.1887). A 131 AÑOS DE SU PARTIDA.

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EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

Retrato de D. Rafael Barbabosa Arzate. Tarjeta de visita. Ca. 1880. Col. del autor.

   Es bueno recordar, en esta ocasión, el 131 aniversario de la muerte de don Rafael Barbabosa Arzate, dueño, en su momento, de la hacienda de Atenco, entre otras propiedades. Los siguientes datos, provienen, una vez más, de mi trabajo, inédito, dedicado a la biografía de Ponciano Díaz,[1] la cual contiene notas del Arq. Jorge Barbabosa Torres, complementadas por el autor de estas líneas.

En el año de 1878 don Rafael Barbabosa y Arzate compró la finca de la familia de los Condes de Santiago de Calimaya, la Hacienda de Atenco y la ganadería brava del mismo nombre, que fue fundada en el siglo XVI, por el Licenciado don Juan Gutiérrez Altamirano, primo, consejero y albacea del Conquistador Hernán Cortés, en la época en que el Emperador Carlos V decidió nombrar una audiencia para gobernar la Nueva España, hacia el año de 1528.

Para este efecto don Rafael hipotecó a favor de don Mariano Ulzarbe su Hacienda de San Diego de los Padres, esta hipoteca se renovó hasta el año de 1917, en que fue totalmente liquidada. En ese tiempo la hacienda de la Purísima Concepción de Atenco, como es originalmente su nombre y sus haciendas anexas de San Agustín, Santiaguito, Estancia de la Vaquería, Tepemajalco y Zazacuala, ya pertenecían a la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores” que fue formada en el año de 1887, a la muerte de don Rafael por sus hijos don Aurelio, doña Herlinda, don Juan, don Antonio, don Rafael, doña Concepción y don Manuel, así como por su viuda doña María de la Luz Saldaña y Sánchez. En 1899, don Aurelio se separó de la Sociedad y por ese motivo se le adjudicó la Hacienda de San Agustín que como se dijo, era una de las anexas de Atenco.

La Hacienda de la Purísima Concepción de Atenco y sus anexas constituían una vasta y rica propiedad en virtud de la celosa, e incansable administración de sus propietarios, entre los que destacó por su personalidad, don de gentes y laboriosidad don Antonio Barbabosa y Saldaña, y por ello no obstante las vicisitudes y problemas en que cayó México con motivo de la Revolución de 1910, siempre mantuvo un destacado lugar entre las fincas agrícolas de la región, hasta que fue repartida a causa de la Reforma Agraria en la década de los años 30, terminando así con una fuente de producción que por muchos años fue modelo y que sirvió no sólo para que los que trabajaban en ella pudieran mantenerse, sino como un contribuyente eficaz y próspero para la economía de su estado. La extensión de la Hacienda superaba las tres mil hectáreas, y hoy día se ignora lo que abarcaba junto con sus haciendas anexas o si estas se incluían en esa superficie, pero cuando los señores Barbabosa eran sus propietarios y don Antonio iba a supervisar el ganado bravo, salía por las mañanas del casco de Atenco, teniendo que llevar consigo un refrigerio y regresaba por las tardes para tener así tiempo suficiente y hacer su trabajo convenientemente.

Como ganadería brava es considerada la más antigua de México y del mundo, pues se fundó en el siglo XVI y en España han desaparecido ya las que fueron sus contemporáneas y no hay ahí ninguna que conserve el mismo sitio como es el casco de Atenco. Se formó con unas cuantas vacas y toros de procedencia navarra, que al parecer hizo traer el mismo Conquistador Hernán Cortés y que fueron con los que su primo Altamirano inició la ganadería. Hacia fines del siglo XIX los señores Barbabosa cruzaron esta, con sementales de Zalduendo, y más adelante la aumentaron con otra punta de sementales, también españoles de la vacada de don Felipe de Pablo Romero. Aunque estas afirmaciones, por fortuna empiezan a ser superadas por el hecho preciso de que por aquellas primeras épocas de la etapa colonial, los ganados que se enviaban a la Nueva España estaban destinados, en su gran mayoría al abasto. Y por otro lado, al no tener el suficiente sustento documental sobre el traído y llevado pie de simiente que aquí se refiere, tiene mayor credibilidad el hecho de que, durante el último tercio del siglo XVIII, el condado de Santiago-Calimaya adquirió una punta de ganado navarro, con lo que así podría concebirse, en todo caso y con la credibilidad pertinente que fue, hasta entonces, cuando esa presencia e influencia tan específica se asentó en territorio atenqueño.

Atenco, quiere decir junto al río, en lengua náhuatl, pues precisamente el casco de la Hacienda se encuentra en las riberas donde nace el Lerma en el sur del Valle de Toluca.

Don Rafael Barbabosa nació el 19 de junio de 1833, en el Rancho de Arzate, propiedad de sus abuelos maternos, don José Arzate y doña Vicenta Vilchis, en el Valle de Toluca. Fueron sus padres el señor don José Julio Barbabosa y Cruz Manjarrez y la señora doña María Salomé Arzate y Vilchis.

El padre de don Rafael, don José Julio, había construido hacia 1827 una casa en la calle de la Federación Nº 2, hoy Avenida Independencia casi en la esquina de lo que fue la antigua Plaza de Armas, llamada en Toluca Jardín de los Mártires, así como otra en la calle de la Victoria Nº 11, también en Toluca, ambas las sufragó con la herencia que recibió, el citado don José Julio, de su padre el licenciado don José Antonio Barbabosa y Díaz de Tagle en 1824 y en ellas habitó sucesivamente don Rafael con su familia.

Don José Julio casó en Toluca en 1828 con doña María Salomé Arzate y Vilchis y de ella tuvo a don Jesús María Barbabosa y Arzate, quien era tres años mayor que don Rafael y que nació también en el mencionado Rancho de Arzate el 1º de abril de 1830. Doña María Salomé dejó viudo a su marido y huérfanos de madre a sus hijos a los siete días del nacimiento de don Rafael.

Sr. Dn. Jesús María Barbabosa y Arzate. Col. del autor.

   Don Rafael Barbabosa leyó la gramática a los 12 años, desde entonces continuó viviendo con la familia en la Hacienda de Santín y se dedicó a los trabajos de la casa. Se unió en matrimonio, a las 3 de la mañana del 26 de mayo de 1857 con doña María de la Luz Saldaña y Sánchez. Aquella hora tan poco común para casarse fue debido a la persecución religiosa y a la guerra que se desató por la imposición de las Leyes de Reforma.

Sra. Da María de la Luz Saldaña y Sánchez. Col. del autor.

   El multicitado don José Julio Barbabosa y Cruz Manjarrez, padre de don Jesús María y don Rafael, viudo de doña María Salomé Arzate, previa la dispensa respectiva, se casó en segundas nupcias con su cuñada doña María Teresa Arzate Vilchis de 22 años de edad, en Toluca, el 17 de noviembre de 1835. Don José Julio murió el 16 de marzo de 1837, de un pavoroso tifo. De su segunda esposa, doña María Teresa tuvo un hijo, llamado Agustín, quien murió de dos años de mal de garganta.

El matrimonio de doña María Teresa y don José Julio, fue un hecho verdaderamente trascendental en la vida de don Rafael y de su hermano el Lic. don Jesús María, pues esta señora por las virtudes que tuvo, su dedicación al trabajo y su hábito de ahorro, así como por su visión en los negocios en los que la ayudó eficazmente un caballero sumamente benéfico para esta familia, llamado don Ignacio Mañón, llegó con el tiempo a convertirse en una respetable y verdadera matriarca, no sólo de su casa, sino de buena parte de la familia Barbabosa existente en esos días.

Don Rafael y don Jesús María disolvieron la compañía de bienes que tenían el año de 1872 y que en esa época era muy próspera. Esto provocó disgusto en don Rafael que se vio relegado a segundo término principalmente por la circunstancia de que dejaba a su hermano la Hacienda de Santín y la ganadería brava del mismo nombre, en las que él consideraba haber puesto tanto de su trabajo y de sí mismo. El convenio de separación fue inspirado y dirigido por la autoridad que tenía su tía y madrastra doña Teresa Arzate, quien dio preeminencia y preferencia en todo a don Jesús María por ser el mayor de los hermanos cosa muy importante en esos tiempos.

Con toda seguridad, las descripciones que aquí vienen haciéndose, deben referirse a la casa que, a la derecha de esta fotografía panorámica, se tomó en Toluca, allá por 1905. Col. del autor.

   Don Rafael se quedó con la Hacienda y la Ganadería de San Diego de los Padres y la casa antigua y primera de las llamadas casas Barbabosa, la del Callejón del Carmen Nº 3, en la que había vivido desde antes en 1854, don Jesús, construyó en 1872, la Casa del Jardín de los Mártires, que fue la segunda casa Barbabosa y que superó en mucho, en señorío, situación, lujo y prestancia a la primera, ahí colocó los retratos de los fundadores y de la primera generación en México de el linaje de los Barbabosa que fueron el Contador Mayor don Pedro de Barbabosa, su esposa doña Ana de Quijano, el hijo de ambos don Felipe de Barbabosa y Quijano y su esposa doña Magdalena Díaz de Tagle que antes habían estado en la Hacienda de Santín y todo lo mejor de Pinturas religiosas, antigüedades y muebles que había conservado esta familia. Don Jesús también recibió otros bienes raíces en Toluca y en México, entre los que se encontraba espaciosa una casa en la calle de Guatemala Nº 52, casi esquina con el Zócalo, precisamente sobre las ruinas del Templo Mayor, por lo que hacía el año de 1962 tuvo que ser demolida por encargo de uno de los dueños, (el Arq. Jorge Barbabosa Torres), en virtud del mal estado en que se encontraba la residencia por los marcados desniveles que en el piso se habían formado al asentarse esta, al paso de los siglos sobre las primitivas construcciones prehispánicas, siendo posteriormente ahí donde se localizó la piedra indígena conocida como la Coyolxauqui.

Al morir don Rafael en 1887 se formó la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores”, hacía cabeza de ella el mayor de los hijos don Aurelio Barbabosa y Saldaña. En 1899, don Aurelio se separó de la sociedad en virtud de los problemas que tuvo con sus hermanos, principalmente con doña Herlinda, quien no aceptó que don Aurelio casara con la que fue su esposa, la señora Consuelo Arias. Posteriormente la sociedad de los hermanos Barbabosa aumentó a sus siete haciendas originales la de San Francisco de Paula de Chincua una rica hacienda maderera en el estado de Michoacán y otra más de labor en el estado de México que llevó el nombre de Santa Lugarda de Caspi.

De la correspondencia utilizada por la sociedad “Rafael Barbabosa Sucesores”. Col. del autor.

   En 1905 se separó de la Sociedad, doña Concepción Barbabosa y Saldaña el motivo fue que sus hermanos no quisieron aceptar como socio a su futuro cuñado don José Sánchez Valdez. Doña Concepción entabló pleito legal con su familia, tras del cual recibió la parte que le correspondía y casó en Toluca en 1906 con el citado señor Sánchez, que era hijo de un asturiano de apellidos Sánchez Tuero y de una mexicana del linaje de los Varas de Valdez, uno de los más antiguos de Toluca que fue fundado hacia 1647 en Ixtlahuaca por otro asturiano que provenía de Llanes, llamado don Francisco Varas de Valdez.

Paisaje del hoy día considerado santuario de la Sierra Chincua (Angangueo, Michoacán).

   En los años 30, también por problemas familiares se separó don Antonio Barbabosa y Saldaña, pues este al quedar viudo de su primera esposa doña María de Jesús Lechuga comenzó a realizar fuertes gastos con los que los demás socios no estaban de acuerdo. El asunto terminó cuando a don Antonio le entregaron todo lo que él consideraba justo, entre otras cosas parte del ganado bravo de San Diego de los Padres que este señor trasladó a un rancho de su sobrino el ingeniero Agustín Cruz Barbabosa, a la sazón dueño de la vacada de Santín, así como de la Hacienda de ese nombre. Desde entonces el citado don Antonio Barbabosa empezó a dirigir las tientas de vacas bravas y toretes para sementales y por lo tanto a intervenir en la selección de las reses de esa ganadería, la cual terminó absorbiendo los lotes de ganado bravo propiedad del mencionado don Antonio, entrando así la sangre de San Diego de los Padres en la original de la vacada de Santín.

El Ing. Agustín Cruz Barbabosa dando la vuelta al ruedo en compañía de Manuel Gutiérrez “El Espartero” (Ca. 1941-1942). Col. del autor.

   La ganadería de Atenco, le tocó a don Manuel Barbabosa y Saldaña que falleció en 1958, heredándola a sus hijos. De ellos el arquitecto Luis Barbabosa Olascoaga vendió su parte a un toluqueño, de origen español, llamado Juan Pérez de la Fuente quien se asoció con don Gabriel Barbabosa hermano de don Luis, al que andando el tiempo, el señor Pérez le compró su parte, quedándose así con toda la vacada, misma que pasó a los hermanos de Pérez, cuando éste murió en 1988.

El casco de Atenco fue comprado paulatinamente por el mismo Juan Pérez. Doña Emma Barbabosa Ballesteros, le vendió la parte contigua a la iglesia, doña Antonia, le vendió el centro del casco, donde se localiza el comedor, la sala principal, la cocina y otras habitaciones, doña Refugio, el despacho, la sacristía de la iglesia y las caballerizas, el doctor Barbabosa, hermano de las antes citadas, le vendió la parte de la entrada a la derecha con el patio y dos recámaras. Don Manuel Barbabosa López primo hermano de los anteriores, le vendió la huerta de enfrente, la era y la tienda de raya. La mitad de la parte de atrás del casco, con sus construcciones ya en ruinas, las compró un señor Carretero, marido de la hija de doña Antonia Barbabosa Ballesteros, a don Ignacio Barbabosa Olascoaga.

Don Manuel Barbabosa Saldaña en su madurez. Col. del autor.

   Las fracciones de tierras, que habían quedado a las diferentes ramas de los hijos y nietos de don Rafael Barbabosa y Arzate, después de la repartición agraria y que sumaban poco más de cien hectáreas componiéndose de algunas milpas y potreros para el ganado, Pérez también las terminó adquiriendo, logrando así que hoy día, aun se asiente ahí la ganadería, que como antes se dijo es la más antigua de México y del mundo, porque en España no existía ninguna de ese tiempo que conserve el mismo nombre, el mismo fierro y que además permanezca en el mismo lugar de su fundación original.

El grueso de la vacada de San Diego de los Padres le tocó a otro de los hermanos don Juan de Dios Barbabosa y Saldaña, quien delegó la responsabilidad de esa ganadería en uno de sus hijos el doctor don Agustín R. Barbabosa Ballesteros, a quien finalmente se la heredó junto con sus hijas doña Luz, doña Refugio, doña Antonia, doña María Guadalupe y doña Emma Barbabosa Ballesteros. Posteriormente el doctor Barbabosa, quedó como único dueño de la ganadería, pues este compró a sus hermanas las partes que a estas habían correspondido como herencia.

El citado doctor don Agustín Barbabosa Ballesteros, mantuvo por algunos años la ganadería de San Diego de los Padres con la que tuvo señalados éxitos, por los bravos encierros que enviaba a las plazas de México y de su provincia, pero fundamentalmente por la falta de espacio suficiente en las tierras de Atenco que era donde pastaban sus toros, finalmente acabó vendiéndola, en 1962, a don Nicolás González Jáuregui, quien la trasladó de las tierras del valle de Toluca donde habían pastado esos animales por más de cien años, a su hacienda de Ajuchitlancito, Municipio de Pedro Escobedo, en Querétaro. El doctor Barbabosa vendió sus terrenos de Atenco a Juan Pérez, quedándose entonces como propietario de la ganadería de Zamarrero que era una fracción de San Diego de los Padres, que adquirió de sus primos hermanos los Barbabosa López, y a la que le pusieron ese nombre por ser el de un semental español de la ganadería del Marqués del Saltillo que se trajo en los tiempos de la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores” junto con otros toros y vacas de esa ganadería para refrescar la sangre de las reses de San Diego de los Padres. La fracción de Zamarrero había sido trasladada por uno de sus propietarios, don Alfredo Barbabosa López, a un Rancho alquilado por don Luis Argüelles a don Enrique Pliego. El doctor Barbabosa una vez propietario de esta ganadería la asentó en un Rancho al que se denominó Zamarrero, situado en el Valle de Toluca, y la fue aumentando con lotes de terneras de la vacada de la Punta, propiedad del ganadero don José Madrazo. Más adelante, la heredó al menor de sus hijos, el licenciado y contador don Agustín Barbabosa Kubli, quien al poco tiempo le vendió a su hermano el también licenciado y contador don Juan de Dios, de los mismos apellidos, quien finalmente la vendió a otra persona hace poco más de 60 años.

Hacienda de San Diego de los Padres. (Vista general del casco, hacia 1967). En: ARTES DE MÉXICO. El toreo en México. N° 90/91, año XIV, 1967, 2a. época., p. 57.

   El casco de la hacienda y las fracciones de tierra que pudieron conservar los Barbabosa Ballesteros en la Hacienda de San Diego de los Padres, quedaron al final en manos del gobierno, el resto fue invadido desde 1933 por los agraristas.

Las otras haciendas como San Francisco de Paula de Chincua y Santa Lugarda de Caspi, fueron vendidas por los hermanos Barbabosa y posteriormente repartidas y entregadas a los agraristas y al gobierno.

En lo que toca a los bienes raíces como la casa Nº. 3 del Callejón del Carmen, conocida desde mediados del siglo XIX como la primera casa Barbabosa de Toluca, se vendió a fines de los años 40 en virtud de la quiebra de la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores”, la que llegó a ese estado primeramente por los problemas causados por la revolución y por las diferencias familiares entre los herederos y que como consecuencia principal tuvieron el que estos no se solidarizaran en un esfuerzo común para salvar a la Sociedad, sino que mientras unos pocos se preocupaban por ella, los más solo vieron por sus intereses personales inmediatos. Más adelante el gobierno demolió esta casa prácticamente en su totalidad, para hacer una avenida paralela y al norte de la actual de Independencia, esto sucedió en los años 50. Dos balcones de esta casa se conservaron hasta el año de 1967 en que el gobernador en turno del Estado de México decidió hacer una gran plaza de armas del antiguo Jardín de los Mártires, en esas fechas, estos fueron totalmente derruidos. Las demás casas en Toluca o en México se vendieron y las que quedaron se repartieron entre algunos de los descendientes de don Rafael Barbabosa y Arzate.

Así se desmembró lo que quedó de la “Sociedad Rafael Barbabosa Sucesores” y con ello quedó señalado el fin de una época, terminando lo que en otros tiempos el sistema hereditario de mayorazgos y las condiciones sociales y políticas de la nación pudieron conservar, al menos en lo que toca a las Haciendas de Atenco y sus anexas, pero no obstante estos mil y un cambios, sobresaltos, reparticiones, ventas de grado y forzadas, pleitos, adjudicaciones y expropiaciones, nuevos propietarios y demás vicisitudes, aún hoy día al recorrer lo que queda de las señoriales habitaciones, patios y corredores de las que un día fueron las casas de los cascos de estas antiguas e históricas haciendas, que debían ser orgullo y patrimonio cultural de todos los mexicanos, vienen a nuestra memoria y evocan su presencia en nuestra imaginación las egregias e ilustres figuras de esos esforzados conquistadores, gobernantes y primeros pobladores que dieron forma y gloria a los inicios de nuestra patria y que de alguna manera aún viven a través de sus descendientes en estas tierras, pues la mayor parte de ellos, aquí formaron sus familias y nunca volvieron a España. Hernán Cortés, los Velasco, los Altamirano, y otros personajes más, parece que todavía en alguna forma deambulan por esos espacios, pero sobre todo y en tiempos más recientes su entorno nos hace recordar a los inmortales ases de la tauromaquia como lo fueron en su tiempo Ponciano Díaz, Rodolfo Gaona, Fermín Espinosa “Armillita”, Carlos Arruza y otros más.

Finalmente, y en virtud de la efeméride que también aquí se recuerda, no queda más que agregar la inserción que, en su forma de esquela, apareció publicada en El Arte de la Lidia, año III, tercera época, Nº 22, p. 3, del 27 de marzo de 1887. Así, sumamos nuestra evocación para rememorar al que un día, se convirtió en un gran personaje de la fiesta de los toros en México.


[1] José Francisco Coello Ugalde:Ponciano Díaz Salinas, torero del XIX, a la luz del XXI. Prólogo de D. Roque Armando Sosa Ferreyro. Con tres apéndices documentales. Aportaciones Histórico-Taurinas Mexicanas Nº 13. Serie: Biografías Taurinas, Nº 2. 403 páginas. Ils., fots., grabs., cuadros. (Inédito).

UN NUEVO TEXTO TAURINO POR INTERNET.

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RECOMENDACIONES y LITERATURA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Hago del conocimiento a toda la comunidad que amablemente se acerca a este blog, con objeto de informarles que el día de hoy 22 de marzo de 2018, ha sido dada a conocer la revista bibliographica, edición que difunde el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México.

   En el contenido del Vol. 1, núm. 1, primer semestre 2018, aparece publicado, en la sección “Bibliothecae” mi artículo “Colección taurina Javier Sánchez Gámiz, Biblioteca Nacional de México” el cual proporciona interesante información sobre este conjunto literario formado pacientemente por el reconocido abogado y taurino, Lic. Javier Sánchez Gámiz. Espero sea del agrado de los lectores, y que sirva como un registro más para conocer el desarrollo de la integración biblio y hemerográfica con tema taurino en este país.

   La liga a la que deben acudir es la siguiente:

(http://www.iib.unam.mx/index.php/instituto-de-investigaciones-bibliograficas/publicaciones/revista-bibliographica), o teclear directamente en su navegador http://bibliographica.iib.unam.mx.

   Esta es una publicación arbitrada, con lo que una vez más, el tema taurino se reconoce en los círculos académicos.

¡ASÍ LUCÍA EL CARRO ALEGÓRICO DE SANTÍN…!

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EFEMÉRIDES TAURINAS DECIMONÓNICAS MEXICANAS.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

 Para Eduardo Campos, con mi admiración por su labor de salvamento.

Carro alegórico compuesto por varias cabezas de toros, y un toro completo –disecados todos-, que se movilizó en algún desfile cívico a principios del siglo XX. Toluca, edo. de Méx. Col. del autor.

   Don José Julio ordenó preparar el carro alegórico. Dispuestos, los empleados de la casa y algunos más expresamente traídos de la hacienda, atendieron la instrucción y se dieron a la tarea de hacer lo mejor posible… para presumir las piezas que allí se reunieron.

   Colocaron como se aprecia, la efigie de un toro de cuerpo entero disecado que, a su vez, estaba montado encima de una base de madera en la cual aparecía esta leyenda: “El Garlopo. Raza de Santín. Jugado por El primer espada Bernardo Gabiño (sic) y su gran cuadrilla compuesta de 14 personas. En Puebla, el 28 de marzo de 1880”.

   También se alcanzan a ver –por lo menos-, dos cabezas más y que correspondieron, con toda seguridad, a los toros “Camelio” y “Aguacate”, estoqueados en la plaza “Colón” de la ciudad de México el 3 de marzo y 24 de noviembre de 1889 en la plaza “Colón”, por Carlos Borrego “Zocato” y José Centeno, respectivamente. Quizá estaban también la de “Polvorín”, que Palomar Caro pasaportó en la de Puebla el 10 de abril de 1898 y la de “Cuco”, toro que se lidió el 11 de septiembre de 1898, a manos de Juan Jiménez “El Ecijano” en la de “Bucareli”.

   Todos esos toros pertenecieron a la célebre hacienda de Santín, ubicada en el valle de Toluca y administrada por D. José Julio Barbabosa (21 de mayo de 1858-octubre 3 de 1930).

   Sin embargo, la figura destacada en esa ocasión fue, evidentemente la de “El Garlopo”, uno de los toros que formaron parte del encierro que se envió para la inauguración de la plaza del Paseo Viejo de San Francisco.

   La pieza, acaba de recuperarse, y aún luce tan digna como en aquellos días que elevó la celebridad de Santín, por lo que hoy adquiere un valor muy preciado, lo que seguramente representará la mejor forma de que se conozca algo más sobre el ganado que se lidió durante el siglo XIX.

   En caso tan extraordinario, sólo se sabe de otro más, ocurrido en 1838, con un toro que perteneció a la hacienda de el Astillero, siendo motivo de una curiosa ceremonia, de la cual nos da “santo y seña” la nota de EL COSMOPOLITA, D.F., del 31 de octubre de 1838, p. 4:

AVISO.-Para el jueves 1º del próximo Noviembre, ha dispuesto el empresario una excelente corrida de seis escogidos Toros de los que acaban de llegar de la hacienda de Atenco, con los cuales los gladiadores de a pie y de a caballo, ofrecen jugar las más difíciles suertes que se conocen en su peligrosa profesión. Luego que pase la lid del primer toro, se presentará en la plaza sobre un carro triunfal, tirado por seis figurados tigres el cadáver disecado, pero con toda su forma, y la corona del triunfo del famoso toro del Astillero, que en el memorable día 29 de Abril de este año, después de un reñido combate venció gloriosamente al formidable tigre rey, con general aplauso de un inmenso concurso que sintió la muerte de tan lindo animal, acaecida a los dos días de su vencimiento, como resultado de las profundas heridas que recibió de la fiera; y a petición de una gran parte de los que presenciaron aquella tremenda lucha, así como de muchas personas que no se hallaron presentes, se le dedica esta justa memoria, por ser muy digna de su acreditado valor.

   Este célebre toro, adornado con todos los signos de la victoria y acompañado de los atletas, será paseado por la plaza al son de una brillante música militar, hasta colocarlo sobre un pedestal que estará fijado en su centro; cuyo ceremonial no deberá extrañarse, mayormente cuando saben muchos individuos de esta capital, que iguales o mayores demostraciones se practican con tales motivos en otros países, y que sin una causa tan noble, existe por curiosidad en el museo de Madrid la calavera del terrible toro de Peñaranda de Bracamonte, que en el día 11 de mayo de 1801 quitó la vida al insigne PEPE-HILLO, autor de la Tauromaquia.

   Volviendo a la imagen, puede afirmarse que ese carro sirvió para unirse al desfile que, con toda seguridad conmemoraba el Centenario de la Independencia, esto en septiembre de 1910. Había llovido el día anterior, por lo que el personaje que aparece en primer término, llevando tamaño sombrero de ala ancha, y muy previsor por cierto, cargó con el paraguas por si la ocasión lo requería. Se observa, entre las palmas, gallardetes y demás adornos, una bandera nacional que remata el carromato, lo que habrían significado dos razones: el espíritu patrio, por un lado, y resignificar el hecho de que se trataba de ensalzar a los “toros nacionales”, como llegó a conocerse a los “santines” por aquellas épocas.

   El transporte, a petición del fotógrafo, se detuvo nada más saliendo de la casa de los “Mártires” o casa “Barbabosa”, donde vivieron varios de los integrantes de aquella famosa familia toluquense para obtener la placa correspondiente. Llama la atención el tamaño portón de la casa del fondo, pero también la rotunda tranquilidad de los allí presentes, ajenos al hecho de que en cosa de unas semanas más, estallaría una guerra interna, que todos conocemos como el proceso de la Revolución mexicana.

   Ese conjunto de personas que estuvieron ante la cámara, se sabían fotografiadas, por lo que asumieron la mejor pose posible, con lo que sin imaginarlo, se obtuvo el propósito de perpetuarlos, de ahí que tengamos el privilegio de disfrutar este preciado testimonio gráfico con su peculiar tonalidad en sepia.

   Y así, con “El Garlopo” que remata altivamente la composición, recordamos la célebre efeméride con que hoy se cumplen 138 años de aquella famosa jornada inaugural ocurrida en la plaza poblana.

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