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Channel: Aportaciones Histórico Taurinas Mexicanas
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DOS JARRONES CON ESCENAS TAURINAS DEL SIGLO XIX.

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MINIATURAS TAURINAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

   Poseo dos jarrones, obsequio del Lic. Julio Téllez, bibliófilo y coleccionista taurino, donde manos artesanas elaboraron, probablemente a mediados del siglo XIX en Puebla, estas dos piezas que recién manufacturadas, deben haber servido como recipiente para servir bebidas refrescantes en la mesa de alguna familia angelopolitana. Sus imágenes son burdas, fruto de la labor artística y popular del pincel sencillo de quien con pocos rasgos, a base de escasos colores, fue capaz de mostrar con suficiencia las cautivadoras estampas toreras, en una completa serie de cuadros que el artista popular -o aficionado o por encargo-, recogió no nada más en estos dos recipientes, sino en lo que probablemente sea una cantidad considerable que salieron de su taller, para ser vendidas entre los comerciantes de los populosos mercados de la Puebla de los Ángeles.

JARRONES DEFINITIVO

   Con el tiempo se han convertido en piezas de colección y de museo, ya que representan el trabajo de un pasado que pretendía plasmar en esas superficies brillantes y redondeadas la presencia de lo que en ese momento resultaba ser la noticia sobresaliente. Recuerdo otros trabajos, quizá más elaborados, con evidente influencia europea pero con el mismo fin, que testimonian algún pasaje sobre la vida cotidiana. Con las dos piezas cerámicas aquí presentadas, tenemos los elementos suficientes para descubrir una interpretación, basada en nulas perspectivas y escasos argumentos estéticos, en contraste con la rica posibilidad de conocer y reconocer un pasado que, lo mismo se puede apreciar en el percance del torero en uno; y el par de banderillas en el otro jarrón, respectivamente, teniendo ambos, como telón de fondo el majestuoso volcán Popocatépetl, y algunas pinceladas de la campiña mexicana.

   Se trata de dos jarrones realizados en cerámica modelada, policromada sobre engobe blanco bruñido, realizados a mediados del siglo XIX, salidos, como ya pudimos comprobar, de algún taller poblano y que hoy, rescatados y restaurados adornan mi biblioteca taurina.



LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (VII).

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Tenemos la oportunidad de contar con un valioso testimonio, el de José Octavio Cano, quien nos narra de viva voz el desarrollo que, como cronista de toros y box tuvo, desde 1936 en Novedades, y luego la influencia que tuvo para crear otro periódico emblemático que sigue circulando hasta nuestros días. Me refiero a el Esto, ese pronombre demostrativo que no diría nada si no se refiere a la ya famosa edición en color sepia que reunió, desde un principio las principales actividades deportivas, artísticas y taurinas celebradas en nuestro país, desde 1941 y hasta nuestros días. Bien vale la pena conocer cómo es que pasó de ser “Pepete” en algunas crónicas, su intento, fallido por llevar luego el seudónimo de Juan de Triana y terminar, con nombre y apellido, siendo una auténtica institución del periodismo en nuestro país. 

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Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 14, marzo 15 de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (VIII).

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Entre el conjunto de buenos periodistas taurinos que hubo en el México del siglo XX, no puede quedar ignorado el paso de Carlos Septién García, “El Tío Carlos”, cuyas crónicas son referente perfecto de quien quiera elegir el camino de posicionarse como PERIODISTA, así sin más. El legado de Septién García, que entre otras cosas se aplicó desde hace ya buen número de años a una escuela de periodismo que lleva su nombre, significa que su presencia no fue una casualidad, y que el amplio bagaje cultural que desplegaba en una y otra de sus propuestas literarias convertidas en crónicas taurinas, de verdad convencen por el extraordinario estilo que aplicaba con puntual apreciación. En ese sentido, el homenaje que Los Toros. Semanario del Buen Aficionado realizó para evocarlo, significa que hoy a 49 años de su publicación, debemos celebrarlo y saludarlo con todos los parabienes posibles. 

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Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 16, marzo 29 de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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EDITORIAL. 1 DE 2.

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POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    El espectáculo de los toros es, hoy día, blanco de diversas y encontradas opiniones dentro y fuera de su territorio. Por lo tanto, y a provechando este vehículo de comunicación, desplegaré a continuación algunos aspectos que, en aras de poner algunos asuntos sobre el tapete de las discusiones, estos se analicen a profundidad y puedan ser tomados en cuenta para algunas adecuaciones convenientes, que de seguro mejorarían el desarrollo de la lidia en particular. Tales circunstancias modificarían la forma no el fondo, quedando intocada la esencia más original en la tauromaquia, buscando con ello afinar procesos o procedimientos que aparecen como componentes en su desarrollo a lo largo del discurso teórico de dos tratados que han sido, desde fines del siglo XVIII y primer tercio del siglo XIX, fundamentos de la tauromaquia. Me refiero a los documentos que reflejan las experiencias de José Delgado “Pepe Hillo” y Francisco Montes “Paquiro”.

   Este primer punto va dirigido a empresas y ganaderos.

  Sabemos que en el país existen alrededor de 300 explotaciones ganaderas y que todas y cada una son susceptibles de que se integren a una dinámica por medio de la cual, los empresarios aprovechen sus capacidades (para lo cual, se tiene registro de 174 plazas de toros en el país), buscando con ello que el ganado a lidiar, además de cumplir los requisitos establecidos por el reglamento taurino en vigor,[1] se someta a la evaluación del ganadero, así como por la opinión emitida por el público y una prensa que se esperaría, actuara imparcialmente.

 He aquí la “Declaración de principios” que postula la Asociación Nacional de criadores de toros de lidia en México:

 La ANCTL realiza un papel muy importante en el desarrollo taurino de México, tiene un fuerte compromiso con la afición mexicana, los servicios de sus agremiados hacen coro con la afición para el buen desarrollo de la misma, por esta razón tiene metas claras y al ir cumpliéndolas permite que tengamos un espectáculo de alto nivel tanto en lo profesional como en lo artístico, entre algunos objetivos:

         Proteger los intereses de los ganaderos mexicanos

        Apoyar y asesorar en sus operaciones comerciales

        Capacitación constante en salud animal

        Obtener beneficios para la inversión que representa

        Buenas relaciones con los gobiernos federal, estatal, y municipal para apoyar el gremio ganadero

        Excelente comunicación con los socios

        Promover el comercio exterior

        Impulsar la fiesta

        Material para el aficionado (libros, revistas, videos, etc.)

        Apoyar y asesorar para tener un espectáculo digno.[2]

    En la medida en que la edad, presentación y juego se integren en un solo objetivo, insisto, las empresas tendrían a su disposición tanta materia prima como quisieran, con lo que se permitiría y estimularía un espectáculo actualmente a la baja, donde solo un pequeño grupo de ganaderías satisfacen por ahora el también reducido factor de condiciones estimuladas por los empresarios, cuya tendencia apunta al monopolio o a síntomas que favorecen a ese reducido grupo de privilegio, donde se encuentra una elite o el estamento de la torería nacional o internacional que, como sabemos, muchas veces condicionan el ganado de su elección, con lo que se restringe en forma notoria el funcionamiento cabal del engranaje en el espectáculo. (En una primera búsqueda por internet, aunque aparece la leyenda “Asociación Mexicana de Empresarios Taurinos, AMET), no existe más información de la misma

   Esta es apenas una sugerencia que debe analizarse y discutirse a profundidad, de otro modo se corre el riesgo de que no suceda absolutamente nada y esto siga manteniendo –incluso- el riesgo de un colapso.

   En cuanto a algunos aspectos propios de la lidia, conviene apuntar lo siguiente:

    Mientras vienen transcurriendo las novilladas en la capital del país, así como su promoción deja mucho que desear (con promedio de entrada de 2500 a 3 mil asistentes), se han presentado algunos síntomas de estancamiento y depauperación que sólo están orillando a que la puesta en escena sea siempre más de lo mismo. ¿A qué me refiero?

   Entre los detalles que deben ser sometidos a revisión se encuentra el momento en que se desarrolla el primer tercio. Siendo tan pródigo el catálogo de lances, novilleros y toreros suelen llevar su participación al mínimo de sus interpretaciones. El problema se hace notar cuando el picador se encuentra en el ruedo. Esperaríamos que este personaje realice la suerte de conformidad a normas y tradiciones. Generalmente esto es una excepción a la regla y lo que cometen es una alteración de la suerte, diluyen en un dos por tres la ilusión que el ganadero tendría fincada para observar, en cuanto al novillo o el toro acometen a la cabalgadura sobre diversos aspectos vinculados con la evaluación de casta, bravura, nobleza y demás factores que podrían demostrar los bureles en ese preciso y crucial momento de la lidia. Pero no se corrige.

  Muchos varilargueros tienen, entre otras actividades complementarias propias de su función las de acudir, en calidad de invitados a diversas tientas, por lo que no es de dudar que no sean ajenos a estas circunstancias, y seguramente ponen su mejor empeño para que un proceso tan complejo como la tienta misma, se lleve a cabo bajo principios muy estrictos, pero también de fuerte carga tradicional. El problema en el ruedo se recrudece en cuanto libres de todo impedimento, castigan en forma incorrecta, e incluso abusiva, deliberada y hasta criminal, si cabe el término, por lo que las descalificaciones de propios y extraños no se dejan de escuchar. No es lo mismo un puyazo en lo alto que sería lo correcto, a picar en cuanto sitio les permite su desacierto, el que además coronan con métodos indebidos como el “estira y afloja”, el “bombeo”, el “mete y saca”, y lo que es peor, muchos toros y novillos se les pica, sin necesidad de ello, tapándoles la salida, lo cual demerita la suerte. A todo lo anterior viene ese punto en que el matador en turno materialmente se deslinda de su responsabilidad, pues es el momento para que valore en forma rápida sobre si el castigo ha sido el justo o no. Tal aspecto debe darse en armonía con su oportuna intervención, pero no por parte de las cuadrillas, que solo deberían estar a prudente distancia. Con ello, lo que se genera es una intervención oportuna e inteligente del torero en turno, con objeto de materializar en forma correcta el término del “quite” y no llamar así a los posibles lances posteriores, porque suceden todavía cuando hay presencia de piqueros en el ruedo, pero no bajo la condición de que cuando se realiza tal maniobra es para sacar de la cabalgadura al toro o novillo, o salvar de algún riesgo al varilarguero en turno. Actuar en forma diligente y expedita permitiría que esta suerte lograra atenuar valores de violencia inútiles, abreviando sus propósitos y haciendo lucir a todas las partes. Estos momentos cubran una tensión que, si se le descuida, lleva a convertirlo en algo sumamente comprometedor, sobre todo cuando sabemos que la mirada de los contrarios está ahí, por lo cual conviene no dar motivo ni estimularlo, pues para eso entonces, sería necesario el común acuerdo de las partes. El asunto en principio complejo tendría clara solución si se busca pulimentar este episodio en la lidia, buscándolo hacer eficiente.

   Otros dos asuntos más, por ahora, serán motivo de una siguiente apreciación: tienen que ver con el tercio de banderillas y la culminación de la faena en la figura de la “suerte suprema”.

 CONTINUARÁ.


[1] Reglamento Taurino del Distrito Federal (en vigor, con las últimas reformas del 26 de enero de 2004). Capítulo V. De las ganaderías.

Art. 28.- Para lidiar corridas de toros o novilladas en el Distrito Federal, las reses deberán estar inscritas en el libro denominado Registro Obligatorio de Edades de los Astados. Dicho registro será llevado por la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, conforme a las disposiciones legales y reglamentarias aplicables y bajo la supervisión de la Delegación.

En el Registro Obligatorio de Edades de los Astados, la Asociación llevará un estricto control de las nacencias de éstos, mismo que especificará el día, mes y año en que haya tenido lugar su nacimiento, el número con que se herró a cada animal, su pinta al nacer, muescas y señas particulares. Para efectos de su anotación en el Registro, la ganadería deberá proporcionar la

información a que se contrae el párrafo anterior a la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, dentro de los treinta días posteriores a la fecha en que las reses fueron herradas. El herradero deberá realizarse dentro de los ocho meses siguientes al nacimiento de la res. Dicho periodo se podrá aumentar por cuatro meses adicionales, previa autorización de la Asociación.

La Asociación proporcionará a la Delegación un duplicado del libro o documento en que conste el Registro Obligatorio de Edades de los Astados y lo mantendrá debidamente actualizado.

[2] Disponible en internet, agosto 7, 2014 en: http://www.torosdelidia.org.mx/sobre-nosotros/


EDITORIAL. 2 DE 2.

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POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

   Es importante eliminarle al tercio de banderillas esa etiqueta peyorativa que dio, y no le faltaba razón a Felipe Sassone, cuando lo calificó como el “tercio breve pero inútil”. Breve y no, siempre y cuando (y no tanto los matadores que realizan tal suerte, casi siempre con el lucimiento esperado) sino por parte de las cuadrillas, esperando que estas realicen dicha labor en la forma más cabal posible. Lamentablemente juegan aquí una serie de elementos que si no se les maneja en auténtico equilibrio del propósito o propósitos que la suerte busca, es que nos vamos a enfrentar al caos, traducido en exceso de capotazos, en el intento una y otra vez provocando que eficacia y lucimiento desaparezcan para que se presente algo que no corresponde con lo que sería una suerte de banderillas de común acuerdo con la tradición, los usos y costumbres y ese afán de intentar mantener intocados sus valores, los que se encuentran asociados a la tradición.

   Lo que sigue viene a ser, en buena medida un asunto de capital importancia que, de no atenderlo como sería el caso, correríamos muchos riesgos, cuestionamientos y serias acusaciones, por lo cual la suerte de la estocada debe analizarse a profundidad.

   Dice la sentencia que “torero que no hace la cruz se lo lleva el diablo” y es cierto en la medida en que la suerte suprema tan eficientemente como sea ejecutada, permitirá que se cumplan los propósitos de un posible triunfo para el torero, siempre y cuando la faena así lo amerite. La estocada en un buen sitio permite que ese punto crítico en el cual se consuma toda la labor suceda en un tiempo relativamente corto. Con lo anterior, me refiero a ese delicadísimo segmento de la lidia donde el toro o novillo se convierte en el blanco de sacrificio, en el objeto donde termina el ritual de la representación y se vuelve, en cosa de unos instantes, en la abierta revelación de la agonía y muerte del toro mismo, hecho que ocurre a la vista de quienes asisten a un festejo taurino. Ese punto cobra especial significación en estos tiempos, donde diversos sectores de la sociedad han venido a cuestionar, fundados en el discurso de la violencia que aparentemente se registra en dicho instante. El sacrificio u holocausto del toro ha sido, a lo largo de los siglos una representación en la que la dimensión de una realidad concreta, tangible y dura como pueda ser la muerte, en el toro adquiere otra dimensión, pues dicho animal, en el proceso de domesticación o crianza se convirtió en un componente especialmente confeccionado para luchar, defender su vida a base de sustentos como la bravura, nobleza o codicia, objetos de su presencia en el ruedo, y estimulados estos principios por su belleza o trapío, a morir dignamente como ese guerrero simbólico que lucha cuerpo a cuerpo con aquella otra fuerza contraria –el matador de toros- y es entre ambos donde se gesta la solución de un conflicto: la muerte. Muerte superada o retocada por elementos técnicos y estéticos sometidos al azar. En cuanto el torero considera haberlo dominado, decide culminar aquella hazaña aplicando su decisión por propia mano. Es ahí donde la suerte de la estocada, o suerte de matar (nótese el significado que el adjetivo o el verbo adquieren en ese preciso momento) se materializa ¡ejecutando” al toro. Pera ello se utiliza un estoque que produce la herida fatal.

   Como decía al principio, si la estocada fue certera, es probable que el toro se entregue, doble, caiga incluso “patas pa´rriba”, lo cual significa que sus efectos fueron contundentes. En seguida vendrá la consagración del héroe.

   Todo hasta aquí parece tener tintes de gloria.

   El problema comienza donde intento enfatizar los efectos que produce una falla, la que el torero comete “pinchando en hueso”, una y otra vez y entonces el lapso de agonía se torna incluso doloroso para los aficionados, que en esos precisos momentos, en tanto alcanzamos un estado de sensibilidad, sentimos, sufrimos junto al toro por la provocación de un dolor, camino de la agonía totalmente innecesarios. Uno, dos o más viajes con la espada, incontables descabellos producen incomodidad gratuita e incómoda, misma que debería quedar sujeta a posibilidades inmediata de obviar ese dolor innecesario, evitando con ello dar elementos de prueba a los contrarios, que siempre encuentran en esta expresión, suficientes motivos para cuestionarla, y de ser necesario radicalizando sus afanes hasta poner en evidencia el maltrato hacia los animales. Por tanto, considero como innecesarias dichas prácticas hasta en tanto dicho pasaje no quede sometido a la modificación prudente en el reglamento taurino. Se necesita recortar considerablemente el tiempo que puede durar el efecto producido por las heridas, con objeto de simplificar un instante que per se podría significar otra cosa, puesto que es el culmen de todas las aspiraciones a que se ha encaminado el espectáculo taurino en tanto ritual.

   En ese sentido están obligados todos los novilleros y toreros de profesión a culminar dignamente dicho pasaje en los términos más apropiados posibles, sin que ello demerite el principio secular con que carga la fiesta desde que esta se pierde en la noche de los tiempos hasta hoy.

   En la figura y sentido del “matador” está fincada la idea y certeza de que tales personajes poseen la capacidad suficiente para culminar con el mayor peso de responsabilidad, pero también de certeza una suerte en la que la tauromaquia sigue teniendo hasta hoy día un sentido en el que se concentra gran parte de sus significados.

9 de agosto de 2014.


EN 1878 ACTUÓ CONCHA SALATA EN RUEDOS MEXICANOS.

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Según leemos en algunos periódicos donde aparece la información respecto a la célebre torera Concha Salata quien sigue obteniendo nuevos triunfos en los pueblos de este territorio.

   En nuestro país ha toreado otra corrida donde parece que armada de un largo machete logró dar muerte a un toro que los periódicos calificaron de muy bravo.

   La bravura del animal puede apreciarla el lector cuando sepa que la torera no lleva muleta ni defensa alguna y que la suerte que practica consiste en acercarse a la res a cuerpo limpio y darle un bajonazo con el machete.

   Ampliando las descripciones de la prensa, esa “diestra” no posee arte ninguno, y su habilidad está reducida a acertar al primer golpe, porque se acerca al toro más que decidida a lidiarle, decidida a pelear con él, con tan desiguales fuerzas y armas.

   En la corrida de que se hace referencia, la Conchita fue revolcada por el cornúpeto dos o tres veces, hasta que en esta liza de cuerpo a cuerpo logró vencer la torera clavando el puñal a su enemigo y dejándolo muerto casi en el acto.

   Nos parece que si esa joven intenta lucir sus habilidades en España, se va a llevar un gran chasco, a menos que no lleve también los toros de América para lucir su arrojo y desconocida labor.

   Considero que por ruedos españoles sufriría muchos revolcones como en América también sucede.

   Si tratara de efectuar la suerte con un toro mediano de los que allá se lidian, le bastaría uno de esos revolcones para acabar su carrera gloriosa y entregar la piel a la tierra.

   Es extraño que el Sr. Casiano (reconocido empresario español hacia 1878), que nos ha dado a conocer toreros ingleses, americanos y hasta gallegos, y que ha traido toros amaestrados, toros inmóviles y toros saltarines, no haya tenido la idea de contratar a la diestra mejicana, que al fin y al cabo si en la plaza no lucía, podría prestar sus servicios en el Matadero.

   Estas notas, con algún ajuste en el manejo de tiempos gramaticales e intentando que tuviese condiciones de lectura capaces de adquirir actualidad, en realidad fue publicada, con ligeras variaciones en El Toreo, edición salida “todos los lunes” en Madrid. Es un número del año V, del 9 de diciembre de 1878, N° 160, p. 4.

EL TOREO_09.12.1878_PORTADA

   Sobre Concha Salata no tenía, hasta estos momentos, una información más puntual. Debió ser quizá una de esas mujeres arrogantes, liberal y de ideas liberales, de avanzada. Quizá una mujer pública y despechada, cuyo físico, siguiendo los estereotipos de la época, procuraba que tuviese un perfil tan semejante con otras mujeres cuyas vidas aparentemente estaban inmersas más en la vida privada que en la pública. En fin, que no imagino cómo habría que apreciar a tan interesante protagonista, que entre las pocas imágenes de las cuales tuve oportunidad de admirar, me quedo con un retrato, mismo que proviene del Registro de Mujeres Públicas, localizado en un libro de registro fechado en 1870.haber qué les parece:

MUJÉR PÚBLICA EN TOLUCA_Ca. 1870

Disponible en internet, agosto 11, 2014 en:

http://www.metricadigital.com/home/index.php/cultura/item/31-mujeres-publicas-primera-parte

    En fin, que gracias a la aparición de estos breves apuntes, y cuya procedencia es debida a la maravilla digital que nos ofrece la Hemeroteca Nacional de España, esta se convierte en el sitio desde el cual pude dar con EL TOREO y ya en sus páginas, solazarme con una “Curiosidad”  como la aquí referida.


SAN HIPÓLITO. 13 DE AGOSTO.

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EFEMÉRIDES TAURINAS NOVOHISPANAS.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

[PASAJE Nº 32]: SAN HIPÓLITO. 13 DE AGOSTO.

   Hoy, es 13 de agosto de 2014. Día para conmemorar, venerar o recordar al santo patrono de la ciudad de México. Día de encontradas condiciones históricas, pues lo mismo se rememora la capitulación de la ciudad de México-Tenochtitlan, que el triunfo español y sus aliados, con lo que en tal fecha comenzaba un largo periodo para muchos de sumisión, coloniaje y esclavitud. Para otros, de una esperanzadora condición de cambio que devino entre otras cosas mestizaje, el cual, en tres siglos pasó por diversos estados de comportamiento. Ya en el siglo XIX, y superada esa etapa, hubo suficientes condiciones para la emancipación, dolorosa también, pero que dejó como consecuencia, la creación de un nuevo estado-nación que hoy, afortunadamente sigue llamándose México.

    Tomado de mi libro (inédito): “Artemio de Valle-Arizpe y los toros”, México, Centro de Estudios Taurinos de México, A.C., 598 págs. Ils., fots., grabs., facs., este PASAJE N° 32, corresponde a las notas que, previamente fueron recogidas del libro Por la vieja calzada de Tlacopan,[1] en cuyos interiores se encuentra un capítulo dedicado a “San Hipólito”.

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POR LA VIEJA CALZADA DE TLACOPAN

    Al ocuparse de la iglesia del mismo nombre, en donde a partir de 1585 se estableció la orden hospitalaria de los Hermanos de la Caridad de San Hipólito con ese mismo fin, luego de varios malos funcionarios y otras peores temporadas que afectaron su objetivo, siguió con esa noble función. Así, por ejemplo, en 1847 fue Hospital Militar; Hospital Municipal en 1850 y hasta sirvió como escuela de medicina entre 1850 y 1853. Allí se atendían a enfermos, ancianos y locos y poco después, sólo para atender a estos desgraciados. Fue éste el primero que se creó en América para dementes. Duró desde 1566 en que lo fundó el pío Bernardino Álvarez, hasta el año de 1904 en que lo derribaron en su mayor parte…, como apunta A de V-A. En cuanto a la iglesia, ésta se dedicó al santo en cuestión, con motivo y recuerdo del día 13 de agosto, fecha en que se registra la capitulación de la ciudad México-Tenochtitlan. Fue desde el 22 de julio de 1547 que Carlos V mandó que “en aquella iglesia en cada año se hiciese conmemoración de las ánimas de los que allí y en la conquista de la tierra habían muerto”. Alrededor de dicho edificio, pero también de la emblemática fecha, se registraron durante un buen número de años las famosas fiestas del “Pendón”, entre 1528 y 1812. En el libro ahora revisado, existe una amplia reseña que conviene recoger, para luego entre líneas, realizar las anotaciones más convenientes al respecto.

   Dice don Artemio:

 Para recordar a la ciudad la toma del México gentílico se celebraba todos los años, el citado 13 de agosto, una solemne y lucida función que era, a la vez, religiosa y civil. Se mandó que se solemnizara mucho ese día, que hubiera luminarias, se corrieran toros, se jugaran cañas, y que cabalgasen todos los que tuvieran caballo, pena de crecida multa si no lo hacían. Esta ceremonia se llamaba el Paseo del Pendón y la celebraban también en otras ciudades de las Indias, y señaladamente en Lima el día de la Epifanía. El orden que debía guardarse en el paseo fue materia de varias disposiciones reales, con las que se formó una de las Leyes de Indias, la 56, título XV, del libro III. En el Libro Primero del Próximo Evangélico exemplificado en la vida del V. Bernardino Álvarez… compuesto por D. Juan Díaz de Arce, se narra con toda minuciosidad cómo se llevaba a cabo en México. Dice así:

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Iglesia de San Hipólito.

    Tiene ya esta fiesta tan gran descaecimiento (1615) como otras muchas cosas insignes que había en México, y aunque uno u otro año, por la diligencia e industria del regidor que saca el estandarte real, se adelanta mucho, en ninguna manera puede llegar a lo que antiguamente, aunque se pudieran nombrar algunos regidores que en esta era han gastado más de ventidós mil pesos en adelantar y celebrar por su parte esta festividad. Mas para que se crea lo que fue cuando se vea lo que es al presente, será bien traer a la memoria algo de la descripción que a lo retórico hizo el P. Fray Diego de Valadés en la parte IV, capítulo 23, de su Retórica Cristiana, que vio en México lo que algunos años después escribió en Roma en Latín, año de 1578. Dice lo siguiente:

    En el año de nuestra redención humana de 1521, el mismo día de S. Hipólito, 13 de Agosto, fue rendida la ciudad de México, y en memoria de esta hazaña feliz y grande victoria, los ciudadanos celebran fiesta y rogativa aniversaria en la cual llevan el pendón con que se ganó la ciudad. Sale esta procesión de la Casa de Cabildo hasta un lucido templo que está fuera de los muros de la ciudad de México, cerca de las huertas, edificado en honra del dicho santo, a donde se está agora edificando un hospital. En aquel día son tantos los espectáculos festivos y los juegos, que no hay cosa que allí llegue (ut nilil supra): juéganse toros, cañas, alcancías, en que hacen entradas y escaramuzas todos los nobles mexicanos: sacan sus libreas y vestidos, que en riqueza y gala son de todo el mundo preciosísimos, así en cuanto son adornos de hombres y mujeres, como en cuanto doseles y toda diferencia de colgaduras y alfombras con que se adornan las casas y calles.[2] Cuanto a lo primero, le tocaba a uno de los regidores cada año sacar el Pendón en nombre del regimiento y ciudad, a cuyo cargo está el disponer las cosas. Este alférez real va en medio del virrey, que lleva la diestra, y del presidente que va a la mano siniestra. Van por su orden los oidores, regidores y alguaciles, y casi todos los nobles y hombres buenos. Va el alférez armado de punta en blanco y su caballo a guisa de guerra, con armas resplandecientes. Todo este acompañamiento de caballería, ostentando a lo primoroso de sus riquezas y galas costosísimas, llega a S. Hipólito, donde el Arzobispo y su cabildo con preciosos ornamentos empieza las vísperas y las prosiguen los cantores en canto de órgano, con trompetas, chirimías, sacabuches y todo género de instrumentos de música.[3] Acabadas, se vuelve, en la forma que vino, el acompañamiento de la ciudad, y dejando el virrey en su palacio, se deja el Pendón en la Casa de Cabildo. Van a dejar al alférez a su casa, en la cual los del acompañamiento son abundante y exquisitamente servidos de conservas, colaciones, y de los exquisitos regalos de la tierra, abundantísima de comidas y bebidas, cada uno a su voluntad. El día siguiente, con el orden de la víspera, vuelve el acompañamiento y caballería a la dicha iglesia, donde el arzobispo mexicano celebra de pontifical la misa. Allí se predica el sermón y oración laudatoria con que se exhorta al pueblo cristiano a dar gracias a Dios, pues en aquel lugar donde murieron mil españoles, ubi millia virorum decubuere, donde fue tanta sangre derramada, allí quiso dar la victoria. Vuelve el Pendón y caballería, como la víspera antecedente. Y en casa del alférez se quedan a comer los caballeros que quieren. Y todo el día se festeja con banquetes, toros y otros entretenimientos.” Hasta aquí Valadés.

   En la víspera y día de San Hipólito se adornaba las calles y plazas desde el palacio hasta San Hipólito, por la calle de Tacuba para la ida, y por las calles de San Francisco (ahora Avenida Madero), para la vuelta, de arcos triunfales de ramos y flores, muchos sencillos y muchos con tablados y capiteles con altares e imágenes, capillas de cantores y ministriles. Sacábanse a las ventanas las más vistosas, ricas y majestuosas colgaduras, asomándose a ellas las nobles matronas, rica y exquisitamente aderezadas. Para el paseo, la nobleza y caballería sacaba hermosísimos caballos, bien impuestos y costosísimamente enjaezados: entre los más lozanos (que entonces no por centenares, sí por millares de pesos se apreciaban) salían otros no menos vistosos, aunque por lo acecinado pudieran ser osamenta y desecho de las aves, aunque se sustentaban a fuerza de industria contra naturaleza, que comían de la real caja sueldos reales por conquistadores, cuyos dueños, por salir aquel día aventajados (por retener el uso del Pendón antiguo) sacaban también sus armas, tanto más reverendas por viejas y abolladas, que pudieran ser por nuevas, bien forjadas y resplandecientes. Ostentaban multitud de lacayos, galas y libreas. Clarines, chirimías y trompetas endulzaban el aire. El repique de todas las campanas de las iglesias, que seguían las de la Catedral, hacían regocijo y concertada armonía.

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Relatos e historias en México. Año VI, N° 64, enero, 2014, p. 19

    Como esa solemnidad –dice García Icazbalceta en una de las notas que pone al Diálogo Tercero de Cervantes de Salazar-, se verificaba en lo más fuerte de la estación de lluvias, sucedía a veces que la comitiva, sorprendida por el agua, se refugiaba en los primeros zaguanes que encontraba abiertos, hasta que pasada la tormenta, continuaba su camino. Sabido por el rey, despachó una cédula en términos muy apremiantes, prohibiendo que tal cosa se hiciera, sino que a pesar de la lluvia continuase adelante la procesión, y así se cumplió.

   Por ser muy grandes los gastos que la fiesta ocasionaba al regidor encargado de llevar el pendón, el Ayuntamiento le ayudaba con tres mil pesos de sus propios. Así y todo, se negaban los regidores a sacar el pendón real. No se sabe por qué era esa formal resistencia al ejercicio de un acto honroso para la persona en quien recaía.[4] Andando el tiempo vino muy a menos el brillo de esta conmemoración anual de la Conquista, tanto, que en 1745 el virrey, don Pedro Cebrián y Agustín, conde de Fuenclara, por orden de la Corte, hubo de imponer una multa de quinientos pesos a todo caballero que siendo convidado dejase de concurrir sin causa justa. La ceremonia, que en sus principios fue muy lucida, con esmerada suntuosidad, vino después a ser ridícula, cuando el paseo se hacía ya en coches y no a caballo, y el pendón iba asomado por una de las portezuelas del carruaje del virrey.

   Los indios asumieron siempre una actitud altiva y digna durante el desfile de la brillante comitiva; no se veía a ninguno en las calles por donde pasaba, pues era recordarles la conquista que los sojuzgó, con sus matanzas y demás horrores.[5] El primer Paseo del Pendón se efectuó con inusitado boato en agosto de 1528; fue abolido por las Cortes españolas el 7 de enero de 1812 y de esa fecha en adelante siguieron asistiendo a San Hipólito el virrey, la Real Audiencia y las demás autoridades como a cualquiera otra función de tabla[6] y así hasta la Independencia en que, como era natural, terminó del todo esa simbólica y aparatosa solemnidad.[7]

    Para el espectáculo de los toros, dicha fiesta tuvo un especial significado. Celebrada año con año, desde 1528 y hasta 1812 en que fue abolida, la fiesta del santo patrono de la ciudad, misma que bajo la organización correspondiente de parte de los diputados de fiestas, y con la colaboración de la iglesia, los diferentes gremios, a saber: Arquitectos, Escueleros, cereros y confiteros, curtidores, tiradores de oro y plata, cobreros, tosineros, coleteros, gamuseros, loseros, entalladores, pasteleros, cerrajeros, sastres, toneleros, herreros, sombrereros, armeros, sayaleros, zapateros, pasamaneros, bordadores, sederos y gorreros; silleros, tenderos de pulpa, carpinteros, organistas, beleros, guanteros, algodoneros, figoneros, carroceros, herradores, tintoreros, fundidores, obrajeros, mesilleros, cajoncillos, surradores y un largo etcétera más, así como por el pueblo, se convirtió en una de las fiestas de mayor ámpula durante todo ese tiempo. Por supuesto, y en la mayoría de los casos, estuvieron presentes los festejos taurinos.

   Finalmente, y en términos de incluir alguna evidencia poética de la época, aparece por aquí el presbítero Arias de Villalobos, con su obra Del Mercurio (Moctezuma y Cortés), escrita y publicada hacia…

 1621

 Canción a San Hipólito, patrón de la ciudad de México.

(. . . . . . . . . .)

Asómbrase de ver las espingardas[8]

que los hijos del Sol disparan luego,

y las corvetas[9] fuertes y gallardas

que el jinete andaluz brinca entre el fuego;

en bridones de armar, sillas bastardas,

mirando al español, que de tan ciego

que piensa que es –temblando de mirallo-

centauro el caballero y el caballo.[10]

    Respecto a la Gloria de San Hipólito y de Cortés, obra del mismo Villalobos, la narración de la conquista, coronada el 13 de agosto de 1521, la clausuran triunfales aclamaciones a este patrón de la ciudad a su maestro San Lorenzo y al extremeño extremo, el discutidísimo Hernán Cortés.

 1621

 Gloria de San Hipólito y de Cortés.

 Entra Hipólito Santo, en Nueva España

y planta aquí la fe que recibiste;

que si a ti te la dio el hijo de España,

a los hijos de España la volviste.

Aquí tu capitán en nombre tuyo

abriéndole a la iglesia un paraíso.

Esposa le dio a Cristo y miembro suyo

hizo un miembro infernal, del cielo abciso;

aquí la que por dueño y propio cuyo

tuvo a Baal, por firma y compromiso,

ahora se sujeta al fuero y leyes

de un Dios de dioses y de un Rey de reyes.[11]

    De las octavas del presbítero Arias de Villalobos, encontramos posibles reminiscencias como de espuma argenta o (aunque pudiera venir de Quevedo), el Toro de Europa, estrellas escarbando en vez de barro. Y luego: Poetas, latinos y vulgares, eminentes (y callan cuando escuchan sus cantares –musas del Tormes, músicos de Henares-); sus damas con sus galas y gracias de tañer y cantar, venciendo la beldad y gentileza de Isolda (Baje cabeza aquí la reina Iseo) y sus mozos gallardos en ejercicios de armas y de amores, y tan jinetes que ellos nacer parecen en la silla y el placiente vagar de los que comen, juegan, visten y damean.[12]

      Tales ejemplos de poesía novohispana, provienen de otro libro de mi autoría, también inédito: “Tratado sobre la poesía mexicana en los toros. Siglos XVI-XXI”. México, Centro de Estudios Taurinos de México, A.C., 2009. 1485 p. Ils., fots., p. 42-43.


[1] Artemio de Valle-Arizpe: Por la vieja calzada de Tlacopan.. 2ª ed. México, editorial DIANA, S.A., 1980. 536 p. Ils., fots., retrs., maps.

[2] En el pasaje que Fr. Diego de Valadés menciona sobre las fiestas, llama la atención el que participara sobremanera la nobleza mexicana, representada en jóvenes o señores formados bajo la égida de un rancio estilo en el que la caballería se incorporaba con toda su parafernalia para integrarse a lo que fue jugar toros, cañas, alcancías. Pero también para hacer las entradas y escaramuzas obligadas para tal ocasión, que no era para menos. Significaba todo un arreglo supeditado, de seguro, a las normas establecidas en tratados, ejercicios de la caballería de la jineta, para torear con el rejón, lanza y espada y otras cartillas que deben haber conocido de alguna manera. Ya en su lectura, ya de oídas. Ora por la práctica que vieron en otros protagonistas, ora por la simple razón de la moda impuesta.

[3] Dicha fiesta adquirió, a lo que se ve, una resonancia como pocas en la capital de la Nueva España. La participación de virreyes, arzobispos, cabildo y otros funcionarios de diversa estatura marcaban perfectamente la estratificación que seguían ceremonias como la de la toma de mando del nuevo Virrey en turno, o por noticias de la casa real (con buenos o malos augurios); mismas que originaban movilizaciones sin precedentes y hasta más de alguna discusión; por el hecho de que los personajes aquí citados y otros muchos que se incorporaban a los desfiles y procesiones se sintieran desplazados o no ocuparan el lugar que ciertas normas o la costumbre fueron marcando.

[4] Probablemente encontremos la respuesta en las mismas líneas trazadas por Valle-Arizpe cuando apunta:

Para el paseo, la nobleza y caballería sacaba hermosísimos caballos, bien impuestos y costosísimamente enjaezados: entre los más lozanos (que entonces no por centenares, sí por millares de pesos se apreciaban) salían otros no menos vistosos, aunque por lo acecinado pudieran ser osamenta y desecho de las aves, aunque se sustentaban a fuerza de industria contra naturaleza, que comían de la real caja sueldos reales por conquistadores, cuyos dueños, por salir aquel día aventajados (por retener el uso del Pendón antiguo) sacaban también sus armas, tanto más reverendas por viejas y abolladas, que pudieran ser por nuevas, bien forjadas y resplandecientes.

   Esto quiere decir que, probablemente hayan entrado en conflicto aquellos caballeros que sintiéndose custodios del Pendón antiguo justo en el momento en que este fue sustituido por el Pendón Real, es decir por otra pieza de nueva manufactura, pero utilizada para el mismo fin. La reacción de rechazo debe haber estado, en todo caso en aquella actitud conservadora a ultranza de nobleza y caballería que, siguiendo los viejos procedimientos, y tratando de conservarlos en su más pura integridad, mandaban arreglar sus caballos enjaezándolos en medio de un lujo desmesurado. Y esa nobleza y caballería algo más tenía que ver con el hecho de que al comer “de la real caja sueldos reales por conquistadores…”, mantenían ya una especie de pensión vitalicia, cuando los hechos aquí narrados parten de fuentes del siglo XVII. Es decir, el Libro Primero del Próximo Evangélico exemplificado en la vida del V. Bernardino Álvarez… compuesto por D. Juan Díaz de Arce (1615). Habiendo pasado casi un siglo del hecho consumado y celebrado: la conquista en su día clave, 13 de agosto, tendría que haber entre muchos de los habitantes de la capital de la Nueva España si no viejos conquistadores, sí los hijos o nietos de estos que deben haberse propuesto celebrar tal ocasión en medio de un fervoroso respeto. Y conservar el Pendón antiguo fue, o debe haber sido para ellos el último reducto de un episodio histórico con una fuerte carga de responsabilidad que no se reducía a la sola razón de fiesta. Se conservaba una especie de status quo que, para bien o para mal, y al paso de los años devino indiferencia.

   Por otro lado en: Carlos Rubén Ruiz Medrano: Fiestas y procesiones en el mundo colonial novohispano. Los conflictos de preeminencia y una sátira carnavalesca del siglo XVIII. San Luis Potosí, El Colegio de San Luis, 2001. 54 p., p. 11 nos dice:

   Durante las procesiones, la sociedad colonial era lo más parecido a un régimen de estamentos, y con una clara diferenciación corporativa. Aquí se encuentra la clave para comprender la naturaleza de las fiestas y grandes procesiones: constituían un resabio ideológico y una proclama que pretendía encuadrar la realidad social novohispana en una escala jerárquica inteligible.

   Y esto es todavía más profundo si vamos al hecho de comprender la entraña de esa separación de los estamentos en la infinidad de desfiles, procesiones, festejos y hasta corridas de toros donde la autoridad, fuese esta la que fuese, pretendía ser reconocida en función de su nivel de autoridad.

   Por eso, el propio Ruiz Medrano complementa la observación apuntando:

   Aún así, y paradójicamente, en estos actos no existía un orden rígido preestablecido. No existía un código escrito que prescribiera y sancionara el orden de las misas solemnes, las procesiones, o la asignación de asientos (en corridas de toros), como sí existía en la Península Ibérica. Aquí lo que se encuentra es un ordenamiento flexible y acomodaticio. Esta paradoja obedece a un elemento ya señalado por varios autores: la ausencia de una verdadera tradición nobiliaria, resultado del proceso de estructuración del mundo colonial y de la asimilación –desigual y ambivalente- de los diferentes sectores étnicos y de los flujos masivos de migrantes a Indias. Estos factores hicieron que los habitantes de la Nueva España, que se creían merecedores de prestigio y posición social, ajustaran los esquemas ideales de nobleza y jerarquia a través de otros sutiles definidores sociales, y fuera de un marco jurídico bien establecido; así proliferan mecanismos exteriorizadotes de la posición más ambiguos, como la exhibición ostentosa; y la procesión oficial era uno de los espacios más adecuados para ello (p. 12).

[5] La sola cita sobre los indígenas mueve a una reflexión con una fuerte carga de resistencia por parte de quienes en esas ocasiones no eran exactamente convidados a la celebración, con todo y que para el contexto temporal en que giran estos apuntes (1615), algo de aquel dolor, el dolor y el horror de la derrota deben haberse atenuado. Por naturaleza, cualquier sociedad, sobre todo cuando tiene que convivir con el enemigo es rencorosa. Desconozco que tanta dimensión en tanto “visión de los vencidos” (-León Portilla, dixit-) se pudo registrar no sólo después de la conquista misma. ¿Qué pasó años más tarde, diez, cincuenta, cien o doscientos? ¿El resentimiento fue una herida abierta o cicatrizó? La independencia, con casi tres siglos de distancia y al recordatorio, año tras año del 13 de agosto ¿se convierte en devolución acumulada de rencores? Recordemos que naturales y extranjeros convivieron, y de esa convivencia surgieron infinidad de derivaciones sumadas con la presencia de otras tantas razas. Y en esa convivencia algún grado de conciliación debe haberse dado. No todo era odio. Mucho menos mutuo, pero tampoco perpetuo.

[6] Función de tabla: se les llamaba así por estar consideradas en aquel impresionante contexto de celebraciones novohispanas. Fueron aquellas que, incrustadas en el ámbito cotidiano y por costumbre, consideraron entre otras, a la fiesta barroca concepcionista como celebración política, religiosa y cultural en Nueva España que dogmatizaban su condición.

[7] Valle-Arizpe: Por la vieja calzada de…, op. Cit., p. 185-189.

[8] Espingardas: Antiguo cañón de artillería algo mayor que el falconete y menor que la pieza de batir.

[9] Corvetas: Movimiento que se enseña al caballo, haciéndolo andar con los brazos en el aire.

[10] Alfonso Méndez Plancarte: Poetas novohispanos. Segundo siglo (1621-1721). Parte primera. Estudio, selección y notas de (…). Universidad Nacional Autónoma de México, 1944. LXXVII-191 p. (Biblioteca del Estudiante Universitario, 43)., p. 6.

[11] Op. Cit., p. 11-12.

[12] Ibidem., p. 14-17.


LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (IX).

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    “Paco” Hidalgo, lo tengo presente como uno de mis modelos a seguir en tanto me incorporé al medio taurino allá por los años 70 del siglo pasado, pensando que algún día iba a convertirme en uno de estos “profesionales” del medio periodístico, alentado por la verdad y ese enorme impulso que, en plena juventud nos impulsa a hacerlo todo, incluso sin medir consecuencias. Hidalgo, como leerán ustedes, colaboró entre otros, con Manuel García Santos, un caso absolutamente olvidado en la prensa taurina mexicana. García Santos, aunque español, radicó en México, y aquí se quedó, e incluso fue editor de una publicación que debo recordar como muy importante. Me refiero al Ruedo de México, de la que espero ocuparme pronto. Creo que los testimonios de “Paco” Hidalgo, contados por él mismo adquieren una dimensión especial, por lo que no pretendo interrumpir más la interesante conversación de un personaje más en la integración de la prensa taurina mexicana. De Hidalgo hay mucho que conocer, sobre todo en la etapa del dibujante, o del modelador de figuras en cera que son una delicia, las cuales tienen sello personal, mismas que se distinguen por su muy particular elaboración y hoy día son pocas las piezas que sobreviven, debido sobre todo a que los materiales utilizados son de lo más delicados en su manejo.

CCI21032014_0013Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 17, abril 5 de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (X).

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Sobre Rafael Morales “Clarinero” tengo que destacar, sobre todo su empeño como el periodista que se afanó en publicar buena parte de sus conferencias, asunto que compartió notablemente con diversos grupos taurinos. Allí están sus libros:

 Cartas taurinas de Clarinero, De Poder a poder, Entrevistas de Clarinero, Epistolario taurino de Martín Luis Guzmán, Hombres de Casta. Entrevistas taurinas, La apasionada de Pepe Alameda y Tres conferencias taurinas de Clarinero. Cronista de radio y televisión, fue un elemento muy importante entre los años 50 y 80 del siglo pasado, cuando los festejos taurinos de transmitían por estos dos medios masivos de comunicación, alternando con José Alameda, Carlos Albert y Víctor Manuel Esquivel, sin olvidar desde luego, la presencia de Paco Malgesto. Como se puede observar, fue uno de los integrantes de aquel buen cartel de cronistas, que ya habían concebido previamente personajes como Armando de María y Campos o Alonso Sordo Noriega. Todos estos personajes son, hoy día referentes, y aún no hay quien les haga sombra, lo que es de lamentar, pues aunque existe una buena cantidad de aspirantes, muchos de ellos con bastante años en el medio, hay que reconocerlo, están muy por debajo de aquellos, cuya impronta sigue ahí, en espera de ser mejorada.

CCI21032014_0018Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 18, abril 12 de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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SOBRE UN TEXTO ALENTADOR DE LÁZARO ECHEGARAY.

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RECOMENDACIONES y LITERATURA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Lázaro Echegaray, acaba de publicar un texto de suyo importante, mismo que ahora incluyo por aquí:

 REIVINDICANDO LOS ESTUDIOS TAURINOS[1]

    No hace mucho, en este mismo espacio, comentaba como uno de los críticos taurinos de actualidad consideraba que la revista Tierras Taurinas era el equivalente a la revista Science en el mundo de la tauromaquia. Nada que objetar al respecto. Pero sería injusto no responder que si Tierras Taurinas equivale a Science, la Revista de Estudios Taurinos que edita la Fundación de Estudios Taurinos puede rayar a la misma altura. Ambas revistas se preocupan de la cultura taurina; incluso podríamos decir de la ciencia taurina. De esta manera, no existe ninguna similitud entre lo que un lector puede leer en los pasquines de propaganda taurina que se escudan en la realidad actual del toreo y en la alabanza desmedida a todo aquel que aporte moneda y lo que se pueda leer en este tipo de revistas.

   El número actual de la publicación me llega de manos de mi amiga Silvia que, ahora desde Lisboa, sigue empeñada en bucear en los aspectos culturales del toreo, en los estudios culturales de la tauromaquia. Se trata del número 34 de la colección y en él podemos encontrar artículos de lo más interesante así como reseñas de libros donde reaparecen nombres de autores que uno consideraba ya retirados.

   Hay entre los artículos de este número al que me refiero uno que me ha resultado de alto interés tanto por la temática como por el contenido. Me refiero al que firman conjuntamente José Antonio González Alcantud, catedrático de antropología en la Universidad de Granada y Juan Manuel Barrios Ruzúa, profesor titular de Historia de la Arquitectura en la misma universidad. El estudio de estos académicos versa en esta ocasión sobre las corridas de toros que se organizaron en la Alhambra en el siglo XVIII. No es intención de este artículo destapar las bondades y lindezas del que se cita, que son varias, pero sí lo es defender la necesidad de proliferación de este tipo de estudios y de los medios que los soportan. Imprescindible para mantener una base cultural de la tauromaquia.

   En efecto, el estudio de la historia taurina se conforma hoy en día como una necesidad. Poco a poco van desapareciendo de las librerías los libros sobre tauromaquia – poco a poco van desapareciendo también las librerías- y aquellos pocos que quedan apenas escapan de narrar la figura de grandes toreros de ayer y hoy. En ese aspecto, la literatura taurina mantiene un nivel de idolatría que sin duda puede ser interesante –si uno quiere conocer  al dedillo más los éxitos que los fracasos de  las temporadas enteras de tal o cual torero- pero a todas luces insuficiente en lo que al detalle del estudio de la tauromaquia se refiere.

   Por poner un ejemplo sobre el artículo comentado, valga decir que en él se estudia cómo fueron aquellas corridas de toros en la Alhambra. Sin embargo, la red de relaciones históricas y de estudio, llevan a los autores a tratar temas de tanta importancia y variedad como la posible relación del origen del toreo con las tierras del norte de África –tema tantas veces tratado y todavía tan oscuro-; la forma geométrica de las plazas de toros y su tránsito de cuadradas a redondas; la estrecha unión de la liturgia del trato con el toro con la fiesta y la diversión; la relación de los organizadores con las instituciones de la ciudad o las desavenencias entre determinados miembros de la iglesia local y los organizadores, en donde se pueden observar discursos y argumentos de raíz antitaurina. Todos estos temas son tratados en un único artículo. En definitiva, historia taurina, historia arquitectónica, historia social: cultura taurina de primer orden.

   Se echan en falta este tipo de publicaciones que más que necesarias son hoy en día imprescindibles. A ellas les han de seguir los congresos de estudiosos del toreo. La Fundación de Estudios Taurinos ya ha programado uno de ellos en noviembre. Escaparnos de la academia, algo tan típico en este país, no puede sino dañarnos y cortarnos las pocas alas que hoy nos quedan. Pensamos que quizás Europa  sea nuestra tabla de salvación. Pero nadie nos va a escuchar si eso a lo que queremos llamar cultura se reduce a un tío ayudado por otros cinco que mata a un toro a espada después de haberse entretenido con él. Nadie lo interpretará  como cultura a menos de que exista un andamiaje de estudios culturales que lo soporte. Los de antaño sirven como información positiva y como marco teórico para realizar los nuevos. Pero es imprescindible que estos nuevos sigan generándose y que haya entidades que los defiendan.

    Se agradece en primera instancia el interés mostrado por Lázaro Echegaray quien celebra la atención que ciertas publicaciones, consideradas como académicas, y más aún si estas entran en el territorio del arbitraje, significa un satisfactorio encuentro con el trabajo que cierto sector marginal de investigadores realiza tanto en actividades de campo como de gabinete. Esto, y tengo que hablar en nombre de todos aquellos colegas con los que comparto tales tareas, nos ha tomado años elaborar tal o cual investigación, mismo que, ya concluido es motivo de su natural publicación. Sabemos que una edición respaldada por la institución universitaria genera solidez en nuestro perfil profesional. Sin embargo, tras el visto bueno que pueda emitir un comité involucrado en la lectura, inicia la etapa de publicación, no siempre masiva, apenas el número suficiente para cubrir las expectativas del sector de otros tantos interesados o investigadores, por lo que apenas llegan a conocerse estos casos en una comunidad bastante limitada. Llevar esos textos a publicaciones comerciales significa primero, establecer la frontera entre el lenguaje académico y el coloquial, por llamarlo de alguna manera, con objeto de que su contenido sea absolutamente claro entre lectores no acostumbrados a un tipo de lectura que resulta difícil de digerir de buenas a primeras. Lamentablemente como estos trabajos guardan una fidelidad con el principio de su elaboración, no siempre tienen la fortuna de ser divulgados, lo que les condena una vez más a la marginación. De hecho, en México la publicación de libros taurinos ha venido siendo desafortunada, pues muchos autores tienen que pagar por ver impresos sus trabajos. Otros seguimos aguardando que la institución académica decida tal o cual edición (en lo personal, tengo el caso de un libro que lleva esperando dos años su posible publicación). Ahora bien, entre los libros que han llegado a publicarse, en algunos casos, adolecen de sustancia, por lo que pasan a convertirse en fuentes que no necesariamente gozarían de credibilidad y certeza, pues la gran mayoría fue elaborada sin haber cumplido con los principios más rigurosos establecidos, como ya se ha dicho, por la Universidad.

   Si la admiración de Echegaray se concentra en publicaciones españolas, que de alguna manera guardan mayor vínculo por el hecho de que la tauromaquia está notoriamente asociada a la historia española, al menos de diez siglos para acá, el asunto es que pudiendo considerarse un modelo a seguir, no ocurre necesariamente en México (territorio que lleva cinco siglos de compartir esta particular expresión), aunque es de reconocer que diversas instituciones académicas han cumplido cabalmente en la publicación de valiosos trabajos, materializados en libros o revistas; incluso en materiales de soporte digital, pero en una cantidad mucho menor que la registrada en España.

   Las opiniones de Lázaro Echegaray dignifican y reivindican el hecho de que reconocen el trabajo realizado al interior de las universidades, o por universitarios que apostaron por seguir su línea de investigación en temas como el taurino, al que siguen faltando en México todavía muchos nuevos colegas. A veces tengo que explicar que teniendo nuestro país (y en estos precisos momentos algo así como 124 millones de habitantes), seamos sólo un conjunto de alrededor de diez historiadores los que nos hemos acercado a la tauromaquia como asunto de investigación y divulgación, lo que en el panorama es un dato insignificante, pero lo suficientemente claro para demostrar cuán lejos estamos todavía de contar con el pleno reconocimiento de quienes deberían tener su mirada en el trabajo “invisible” que producimos finalmente, pero que muchas veces queda condenado a dormir el sueño de los justos.

PORTADA DE TESIS

José Francisco Coello Ugalde: “Cuando el curso de la fiesta de toros en México, fue alterado en 1867 por una prohibición. Sentido del espectáculo entre lo histórico, estético y social durante el siglo XIX”. México, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Filosofía y Letras. División de Estudios de Posgrado. Colegio de Historia, 1996. Tesis que, para obtener el grado de Maestro en Historia (de México) presenta (…). 221 p. Ils., fots.

   Personalmente como universitario que soy y sigo siendo (actualmente realizo estudios doctorales en Bibliotecología y Estudios de la Información en la U.N.A.M.), me resulta complicado explicar el conflicto que ha enfrentado el tema taurino en las universidades. De alguna manera ya se ha superado el prurito que significa reconocer tal afición, pero también el interés de su investigación, que muchas veces quedó cancelado por parte de comités tutorales que se negaron aceptar temas de esta índole. La apertura, y finalmente la universalidad de las universidades, ha permitido que este y otros temas considerados como “incorrectos”, por llamarlos de alguna manera, hoy muestren un notable ascenso en publicaciones, sobre todo a nivel de tesis.

   Al igual que Echegaray, tomo bandera por la dimensión que viene cobrando la presencia cada vez más notoria de estudios de la tauromaquia en las universidades, mismos que se ven traducidos en publicaciones que también ya están siendo dadas a conocer como un tema más de la investigación que producen sus egresados, los que afortunadamente se reflejan en otras tantas instituciones de los países que mantienen viva esta tradición.


[1] Disponible en internet, agosto 15, 2014 en:

http://opinionytoros.com/opinionytoros.php?Id=5384&Colab=15


CONTEMPLACIÓN TAURINA DE ANTONIO GARCÍA CUBAS.

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RECOMENDACIONES y LITERATURA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    El texto escogido para este capítulo, no es propiamente una crónica periodística. Pertenece al alucinante y anecdótico libro que Antonio García Cubas publicó al comenzar el siglo XX como una forma de recordar pasajes de todas las edades de nuestro autor, quien vivió largo tiempo en un México lleno de contrastes, debido a que se siguen presentando síntomas de profunda convulsión social y política. Aunque han pasado algunos años, el orgullo nacional todavía se encuentra sensible, luego de la invasión norteamericana, y lo que es peor, de que muchos de aquellos habitantes de la capital del país tuvieron que soportar el 13 de septiembre de 1847 la ignominia de ver izada la bandera de las barras y las estrellas en el Palacio Nacional.

   Sin embargo, cada uno de los hechos allí narrados parecen entresacados de las páginas del Siglo XIX o del Monitor Republicano, que fueron las publicaciones de mayor trascendencia y de más amplio tiraje conocidas en el México decimonónico. García Cubas destaca un festejo celebrado en el mes de octubre de 1853, en la todavía joven muy joven plaza de toros del Paseo Nuevo, apenas inaugurada en noviembre de 1851, escenario que sirvió para dar paso a una fastuosa función en la que intervino Bernardo Gaviño y Mariano González “La Monja” con sus respectivas cuadrillas. Entre los asistentes se contó con la presencia de S.A.S. el General Santa-Anna y su esposa la Sra. Doña Dolores Tosta, lo que representó un hecho extraordinario. Fueron épocas en que la presencia de los mandatarios en la plaza era un hecho normal, y no como hoy, donde la plaza de toros se convierte en un espacio difícil, en un auténtico termómetro que mide las tensiones sociales y los públicos son capaces de calificar con su aplauso sincero, su silencio incómodo o la rechifla del malestar la forma en como perciben el gobierno en turno. La democracia del vox populi es en muchas ocasiones, uno de los parámetros más certeros, por lo que de pronto, quienes son responsables en los destinos de una ciudad o de un país no deben soslayar que allí, junto al ciudadano común y corriente van a encontrar la calificación más adecuada, sin necesidad de emplear encuestas tendenciosas.

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   Es curiosa la observación que hace nuestro autor sobre la disminuida importancia de la autoridad que preside el espectáculo, “durante el cual no se le guardan por el público los miramientos debidos”, contraste que pudo haberse dado por la presencia de S.A.S., motivo más que suficiente para que la asistencia estuviera entretenida en la curiosa observación de cada uno de sus movimientos, o porque definitivamente quienes presidían los espectáculos no gozaban de una estable reputación, ya por el hecho de que lo hicieran como juez nombrado por el Ayuntamiento; ya por la razón de que siendo personajes conocidos y no ajenos a lo que significaba el espectáculo en esos momentos, no fueran capaces de controlar el desarrollo de la corrida. En 1853, aunque ni se menciona ni se insinúa, seguía percibiéndose el espíritu del reglamento expedido el 6 de abril de 1822 por Luis Quintanar, quien ocupaba entonces el cargo de Capitán-General. No se nos olvide que ya eran los años de mando y control establecidos por el propio Gaviño, español que en México hizo del toreo una expresión mestiza, lo que representó un reencuentro con la tauromaquia española en manos del gaditano, quien al decidir su residencia definitiva en nuestro país, lo hizo pensando que aquí había un maravilloso caldo de cultivo que mantener. Y no se equivocó.

   García Cubas se sincera y apunta

 Al hablar de toros, según costumbre establecida, no me preocupo con la gramática, ni me intimida la impropiedad de las figuras, y tal vez a estas circunstancias se debe la falta de sindéreses en este párrafo (…)

señal de su desacuerdo a la fiesta y toda su simbología. El Antonio García Cubas joven, testigo de aquella célebre jornada, tuvo que salir de su lumbrera tras la sangrienta escena que se presentó en la suerte de varas, por lo que lamentamos la descripción completa de esta corrida, la cual tuvo lugar el (…). Mientras allá adentro seguían desarrollándose uno a uno los pasajes de la tauromaquia, García Cubas, en los pasillos exteriores de la plaza, apreciaba la imagen espectacular del Paseo de la Reforma, deteniendo su vista en la inmediata glorieta donde se encontraba la estatua de Carlos IV, terminando de admirar el espectáculo con el bosque de Chapultepec, que entonces debe haber tenido otros esplendores, gozando de una vista envidiable, sin poluciones, inversiones térmicas ni imecas de por medio.

    La salida de Santa-Anna al concluir la corrida, fue simplemente espectacular, en medio de un aparato solo entendido bajo su mandato. Por lo demás. Y sin otra cosa que agregar, ante la magnitud de apreciaciones hechas por nuestro autor, es preciso darle turno a su completa revisión, nutrida de diversas sensaciones. Así que, don Antonio, pase usted por aquí y háganos el favor de darnos a conocer las impresiones personales que nos deja de aquella tarde otoñal de 1853.

 De la función que en honor del General Santa-Anna se dio por el mes de Octubre de 1853 sólo te hablaré, caro, lector, de lo que produjo en mí agradables impresiones.

   La plaza del Paseo era hermosa y de gran extensión; todo lo más granado de la sociedad ocupaba las lumbreras y el tendido de la sombra, como henchidas por el pueblo estaban los lumbreras (sic) y el tendido del sol. Todo era allí alegría y animación, avivadas por las bulliciosas sonatas que ejecutaba una excelente música militar. El aspecto de aquella plaza era, como siempre en tales momentos, grandioso e imponente, y a la vez la imagen más neta y fiel de la seducción. La fiesta era de gala, y como a ella concurría S.A.S. el General Santa-Anna y su esposa la Sra. Doña Dolores Tosta, hacía la partición o despejo de la plaza el famoso Cuerpo de Granaderos de la Guardia, con sus casacas encarnadas y altas gorras de pelo y chilillo rojo. La desaparición en nuestras costumbres, de este acto ejecutado por los cuerpos militares, es un adelanto, por cuanto a que el ejército, por su alta y noble misión, debe apartarse de servir de diversión al público, por más que aquel acto fuese muy vistoso y agradable. Consistía dicha partición en dichas evoluciones ejecutadas al son de la música por los soldados, que iban y venían en columnas, apartándose unas veces y juntándose otras, o girando sobre sus flancos en diversas direcciones para representar diferentes figuras, como en las cuadrillas lanceras, con sólo la diferencia de ser el paso tardo y mesurado.

   Concluidas dichas evoluciones y al agudo toque de una corneta, ordenado por la autoridad que, en tales momentos desciende de su alto solio para constituirse en directora de un espectáculo durante el cual no se le guardan por el público los miramientos debidos, salió la numerosa cuadrilla capitaneada por el famoso torero Bernardo Gaviño, quien traía a su lado al segundo espada, Mariano González, conocido comúnmente con el nombre de “Mariano la Monja”, al mismo tiempo que varios caporales salieron por otras puertas de la valla para ofrecer a Bernardo y a su segundo, hermosas capas de raso rojo, en cuyos bordados brillaban monedas de oro. La cuadrilla, por el orden que guardaba y por los ricos y vistosos trajes que ostentaban los toreros, echadas al hombro sus capas de diferentes y vivísimos colores, causóme una sensación indescriptible. Por delante venían los dos locos, que por sus sandeces y simplezas, han sido con justicia suprimidos, y por detrás los picadores con sus sombreros de ancha ala y copas semiesféricas y sus abigarrados trajes de charro, recargados de bordados y alamares de plata, y a lo último, el vistoso tiro de mulitas.

   Después del saludo acostumbrado a las autoridades y al público, dividiéronse en diversos grupos los toreros, tomando por distintos rumbos; las mulitas a todo correr, desaparecieron detrás de la valla por las puertas que a su paso se cerraron, y los picadores se lanzaron hacia el toril, al galope de sus caballos, para colocarse a uno y otro lado de la puerta.

   Entre tanto, los locos, vestidos como los payasos de los circos, empezaron a ejecutar sus gracejadas, ya tirando por lo alto una naranja para recibirla en su enharinada frente, en la que aquélla se estrellaba, ya poniéndose a bailar, gesticulando y haciendo grotescas contorsiones. Otras de sus gracias consistían en acostarse al lado del toro, muerto ya, o en montarse en el vientre de éste para ser juntamente con él arrastrado por las mulas. Sonó la trompeta y casi al mismo tiempo se abrieron las puertas del toril. Un arrogante toro de Atenco, de esos de frente china, salió disparado como fecha, y no bien hubo visto a un picador, preparado ya con la pica en ristre, cuando se arrojó sobre él con ímpetu violento y tomó la primera vara, dando un airoso y oblicuo salto por el flanco del caballo; mas a la segunda, destripó a éste e hizo dar al jinete un soberano tumbo. Ya ves, querido lector, cómo también me permito el lujo de soltar algunas frases propias de la jerigonza taurina.

   Al hablar de toros, según costumbre establecida, no me preocupo con la gramática, ni me intimida la impropiedad de las figuras, y tal vez a estas circunstancias se debe la falta de sindéreses en este párrafo.

   Muy natural es que la suerte de la pica sea casi siempre desgraciada, pues ¿qué otra cosa puede resultar, caro lector, de un tallarín montado en un fideo, como generalmente son, entre nosotros, el jinete y su cabalgadura, que se ponen frente a frente de una fiera de tanta pujanza como el toro? La muerte segura del caballo y los frecuentes tumbos del picador, cuando bien librado sale. Lo mismo te digo respecto del mal éxito de las demás suertes, a causa de la misma ineptitud y desconocimiento del arte, que constantemente oigo echar en la  cara a los toreros.

   No daré cuenta de todo lo que aconteció en aquella corrida, porque mi ánimo apocado, al decir, de los amantes de ese espectáculo, obligóme a salir de la lumbrera después de la desgracia referida, y a permanecer retirado en el corredor exterior, recargado en la barandilla y entregado a la contemplación de los hermosos panoramas que me ofrecía el nunca bien ponderado Valle de México y a la observación de aquel ir y venir de rodar de los carruajes en el paseo de Bucareli, monótona costumbre en que consistía el desahogo de aquellos mis contemporáneos, en el escuálido lugar tan escaso de árboles como de paseantes pedestres, y tan abundante de agua sucia en sus acequias limítrofes, como falto de la limpia en sus dos mezquinas fuentes.

   ¡Cuán diferente es el aspecto que hoy ofrece el hermoso Paseo de la Reforma tan extenso, tan provisto de árboles, de hermosas quintas y de elegantes monumentos, que da principio en la grandiosa plaza de Carlos IV y termina en el sitio mágico de Chapultepec.

   Tiempo de sobra tengo para dar rienda suelta a las reflexiones que me sugieren las corridas de toros, e interrumpido ya el relato, poco importa que la digresión sea más o menos larga.

   No era poca la diversión que me proporcionaba el lento movimiento de los carruajes por aquella calzada llena de hoyancos que hacían saltar sobre sus muelles las cajas de los carruajes, tanto que una vez vi desprenderse de uno de ellos el asiento posterior de su lujoso lacayo quien, todo empolvado y maltrecho, hubo de seguir al coche, abarcando trabajosamente con sus brazos el estorboso mueble. ¡Una de tantas diversiones que nos proporcionan gratis, en todos tiempos, nuestros Ayuntamientos!

   Volvamos al relato de los toros.

   Sólo presencié de aquella función que se daba a beneficio del primer espada Bernardo Gaviño, el principio de que ya hable, el medio y el fin. Como a las cinco de la tarde, entró en la arena una elegante carretela abierta, tirada por frisones, y en cuyos asientos posteriores iban dos preciosas niñas vestidas de azul y blanco. La carretela, a todo correr de los caballos dio una vuelta por el circo y se detuvo cerca del lugar en que se hallaba el primer espada. Las niñas descendieron del carruaje y se acercaron a éste para ofrecerle una hermosa corona cuajada de monedas de oro, en los momentos en que los atronadores aplausos y los vivas de la multitud espectadora se mezclaban con los alegres acordes de la música. Bernardo subió al carruaje con las niñas e hizo su paseo triunfal en aquella plaza, durante el cual no cesó el palmoteo y el entusiasmo del público. Día de un triunfo espléndido para aquel que millares de veces expuso su vida luchando con el toro, y la cual, ya anciano, predio al fin a causa de una tremenda cogida en la plaza de Texcoco, hace pocos años.

   Al terminar la función, el Presidente Santa-Anna, acompañado de su esposa, montó en otra elegantísima carretela, que lo condujo al paseo de Bucareli. Como de costumbre, iba por delante del carruaje un piquete de lujosos granaderos de la guardia, montados en soberbios alazanes; por detrás, un regimiento del mismo cuerpo sirviéndole de escolta, y a los lados, a caballo, los edecanes llenos de relumbrones. Toda aquella aparatosa comitiva dio velozmente una vuelta en el paseo, fuera de la línea de los coches particulares y se alejó después con igual velocidad y en dirección al Palacio.

   Al reanudar mi relación, empiezo por advertirte, caro lector, que yo pertenezco a esa minoría que, con ofensa de la gramática y del buen sentido, han dado en llamar “sensiblera”, y por tanto, me permito decirte, en uso de la facultad que me concede nuestra gran Carta, que el espectáculo de la corrida de toros es para mí horripilante, y lo considero como indigno de la cultura de un pueblo, tanto como la bárbara costumbre de los boxeadores de la ilustrada Inglaterra, y de la no menos culta nación norteamericana. Tal es mi opinión y si con ella te conformas, querido lector, mucho me holgaré de ello, mas si fuera mi parecer contrario al tuyo, que los dioses inmortales de la Roma de Nerón te concedan el galardón merecido por tu ánimo esforzado, y déjame, ¡triste de mí!, sumido en la condición del ciego que no puede apreciar las excelencias de los fuegos fatuos.

   Nunca, por agradar, he de decir lo que no siento, pues amo la verdad y odio el fingimiento, aunque persuadido estoy de que mi conducta ha de acarrearme el desagrado de muchos, de mil dicterios, mas he anticipádome en la aplicación de todos cuantos pudieran darme los taurómacos, como el de pusilánime, apocado, etc.

   Justas son las lamentaciones del toro y del caballo, y, además, hay que decir de éste que, olvidando el hombre sus nobles servicios, no se contente con sujetarlo al cruento sacrificio, sino que aún después de herido, lo martirice, introduciéndole de nuevo en el vientre los intestinos, cosiéndole la herida y levantándolo a puntapiés para que, débilmente movido por los últimos alientos vitales, vuelva a la arena. ¡Cuanta sensibilidad la tuya, me dirán, y cuánta crueldad la vuestra, contestaré!

   ¿Y el torero? Ese me causa doble pena, porque a la vez tiene que atender a la fiera toro y a la fiera público. Este nunca se halla contento, por más que aquél demuestre valentía y arrojo y se esfuerce en complacerle procurando ejecutar las suertes con la mayor limpieza. Una cogida que le dé el toro puede acabar con su vida; pero una cogida del público lo lastima y lo ultraja con sobrada injusticia.

   Dícese en descargo de esa, para mí, fiera costumbre, que ella aparta al público del vicio de la embriaguez, impidiéndole que gaste todo su jornal en la bebida, y para probar tal aserción, se echa mano de la estadística criminal, y, por otra parte, se nos quiere demostrar que los espectáculos sangrientos infunden un valor esforzado y una poderosa energía en el hombre, cualidades indispensables de todo ciudadano que ha de aprestarse a la defensa de la patria. ¡Qué bellas teorías si fuesen ciertas! Dígaseme simplemente que el espectáculo es del gusto de muchos, y punto en boca, pues hay gustos para todo, ¡y vaya si los hay!

   Para mí lo mismo da que el famoso licor de la reina Xóchitl, se tome en la calle de las Damas, que en las barracas situadas en las inmediaciones de las plazas de toros, y que se lleve en jarros, para beberlo en el tendido durante la corrida, y que se apuren copas de cognac en las cantinas de la misma plaza; mas no queriendo ofender a la estadística desconfiando de sus cifras, ni a la policía negándole la exactitud de sus cómputos, acepto los benéficos resultados obtenidos en pro del pueblo durante las dos o tres horas que dura una corrida. ¿Para reprimir, qué digo, para dar tregua por corto tiempo, a uno de los vicios populares más degradantes, se cree alcanzar mucho en la mejora social de ese pueblo con las corridas de toros? La observación demuestra lo contrario. ¿Acaso otras diversiones más nobles y honestas, como el teatro, por ejemplo, no alcanzarían resultados más provechosos? Honda pena causaría en mi ánimo una respuesta negativa, pues ella vendría demostrarme la falta absoluta de cultura del pueblo.

   Dénsele, con ofensa de la civilización, para que vocifere y se enloquezca, las corridas de toros, pero no como escuela de sobriedad y patriotismo. Estas cualidades sólo se adquieren en planteles especiales y con el buen ejemplo. Edúquesele convenientemente e instrúyasele en todo aquello que deba saber, pero tanto en la parte educativa como en la instructiva, han de estar infiltrados los grandes principios de la moral, freno de oro de las pasiones humanas, sin los cuales sólo se conseguiría que el hombre, en el caso de que se trata, en lugar de tomar el blanco “neutli” en escudilla de barro, lo apure en copa de cristal y que veamos en las calles, en vez de un borracho de frazada, a un ebrio de levita. Lo que comúnmente se observa.

   ¿Ni cómo puede ser escuela de buenas costumbres, una diversión en la que hasta la gente decente pierde el decoro que exige su educación, y se cree autorizada para vociferar profiriendo palabras inconvenientes y nivelándose con la hez del pueblo? Ya que tal espectáculo está a la orden del día, procure aquélla ser tan correcta como en sus otras reuniones, o por lo menos no rebaje su dignidad al dar rienda suelta a su expresión.

   Si el argumento referente a la tregua que se da al vicio de la embriaguez es falso, igualmente trivial y engañoso es el relativo al esforzado valor que se dice adquiere el espectador en presencia de las sangrientas escenas de la lidia. El luchador, sí posee un valor temerario al ponerse frente a frente de la fiera embravecida, a pesar de las ventajas que sobre ella tiene; pero el espectador no aumenta su ardimiento, lo que adquiere es la fiereza de ánimo. Por eso grita desaforadamente el pueblo y se enloquece a cada tremendo episodio de la lucha, para ahogar, en su nacimiento, los nobles impulsos del corazón que tienen que iniciarse en todo ser humano, y para acallar los justos clamores de la conciencia. ¡Voces desentonadas y estrepitosas que contestan a los salvajes y terribles bramidos del toro, que piden venganza!

   Los espectadores en las plazas de toros me producen el mismo efecto que los padrinos en los duelos.

   La patria tiene necesidad del valor de sus hijos, pero no de ese valor brutal, sino el que infunde la dignidad, bellísimo don que sólo se adquiere por medio de las virtudes cívicas.

   Los romanos eran en extremo valientes y estaban habituados a la guerra; mas al perder las virtudes que en un tiempo fueron el sello de su carácter, esterilizaron aquellas grandes facultades. Por cientos de miles acudían a los grandes circos para presenciar los tremendos combates de las fieras y las inhumanas luchas de los gladiadores, sangrientas escenas todas a que el pueblo romano habíase connaturalizado desde que dio principio su nacionalidad. Habituado estaba su oído a los espantosos rugidos de las fieras, su vista a las repugnantes luchas en que se despedazaban los hombres con aquéllas, y sus corazones insensibles, a sus tradiciones guerreras y de su enérgico talante, bastó que Odoacro, jefe de los hérulos, sonase desde Rávena las manos, para que viniese a tierra el poderoso Imperio de Occidente. ¿Y sabéis por qué? Porque el valor digno y el patriotismo estaban refrenados por la corrupción, el perjurio, el latrocinio y tantos vicios como tenían enervada a la sociedad.

   Cuidemos de que la nuestra no llegue, por el desprecio de los principios morales, a esa extrema degeneración.

   Hase dicho en favor de las corridas de toros, parodiando la primera proposición de la famosa ley de la gravitación, que “la virilidad de un pueblo está en razón directa de sus espectáculos”, falsa proposición, porque en el presente caso, la segunda, que se ha omitido, destruye por completo a la primera enunciada. Esa segunda proposición es: “y en razón inversa del cuadrado de la inmoralidad”, la que tiene su comprobación en los mismos hechos declarados, que fueron la causa de la destrucción del poderoso imperio, minado en sus cimientos por la moral cristiana y herido de muerte por los pueblos germanos, viriles y vigorosos, sin estar habituados a los sangrientos espectáculos de los Calígulas, Nerones y Domicianos.

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Antonio García Cubas: El libro de mis recuerdos. Narraciones históricas, anecdóticas y de costumbres mexicanas anteriores al actual estado social. Ilustradas con más de trescientos fotograbados. 7a. edición. México, Patria, S.A., 1978. (Colección “México en el siglo XIX”)., pp. 356-361.


A TORO PASADO. UNA CRÓNICA DEL 30 DE OCTUBRE DE 2001.

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POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    La presente crónica –inédita-, la escribí el 30 de octubre de 2001. ¡Que la disfruten!

 RITO Y SACRIFICIO JUNTO A LA ORACIÓN, AUNQUE SURGIDOS DE DISTINTO SITIO, SEPARADOS SOLO POR UNA CALLE, OCURRIERON POR LA TARDE AL MISMO TIEMPO. Crónica para el festejo inaugural de la temporada 2001-2002 en la plaza de toros “México”, la tarde del 28 de octubre de 2001.

 México, D.F., 28 de octubre de 2001.

Para la memoria. Envío Nº 1.

Desde la mortalidad.

    En espera de que se encuentre bien, controlada de sus alteraciones recientes, quiero contarle un acontecimiento que en sí mismo es una muestra de devoción, ocurrida en dos recintos extremadamente opuestos. La plaza “México” se convirtió una vez más en el escenario para el rito y el sacrificio de la tauromaquia. El estadio de junto, cuyo uso se destina a partidos de futbol soccer o americano, se transformó en capilla, altar o iglesia de grandes proporciones para la oración. Sí, una oración “viviente” y colectiva que de seguro debe haber concentrado multitudes.

   Rito y sacrificio, junto a la oración, aunque surgidos de distinto sitio, separados solo por una calle, ocurrieron por la tarde al mismo tiempo.

   La oración suplicante en olor de santidad por un lado, y la emocionada gritería de los ¡olés! por el otro, buscan y exaltan a un dios misterioso desde dos fuentes proporcionalmente opuestas en su intención, intención que convocó a reunirlos para orar por un lado. Para el disfrute por el otro.

   Que yo recuerde no se había dado un caso así. Generalmente el domingo para una familia “conservadora”, transcurre con el hebdomadario cumplimiento acudiendo a la misa matinal, ya para expiar pecados; ya para confirmar la fe. Por la tarde, se presta para la reunión familiar o acaso la escapada, tentados por lo profano a los toros, por ejemplo.

   Quien no guarde demasiado rigor en sus vidas, solo debe dejarse llevar, tan libre como se sienta para hacer de su destino la mejor decisión.

   Y en la plaza, como en el estadio acudieron miles para ser testigos de sendos actos consagratorios. En uno, el rito junto al arte y la técnica más toreras “sacrifican” seis ejemplares, confirmando ancestrales tradiciones, sumergido en tremendo aquelarre, tocado además por lo apolíneo y lo dionisiaco.

   El otro rito seguramente quedó sumido en la silenciosa devoción misma que no pudo mantenerse ecuánime, debido a tanta alteración, porque la oración requiere de silencio, de intimidad para hacerla y sentirla más grata y conmovedora, al borde de que tiemble el misterio.

   Fue un suceso tan parecido a aquel que recoge Juan A. Ortega y Medina refiriéndose a Brantz Mayer (viajero extranjero que estuvo en México hacia los años cuarenta del siglo XIX) en los siguientes términos:

 (quien) estuvo a punto de apresar algo del significado trágico del espectáculo cuando lo vio como un contraste entre la vida y la muerte; un “sermón” y una “lección” que para él cobró cierta inteligibilidad cuando oyó al par que los aplausos del público las campanas de una iglesia próxima que llamaba a los fieles al cercano retiro de la religión, de paz y de catarsis espiritual.

    Y si hermosa resulta la cita, fascinante lo es aquella apreciación con la que Edmundo O’ Gorman se encarga de envolver este panorama:

 Junto a las catedrales y sus misas, las plazas de toros y sus corridas. ¡Y luego nos sorprendemos que a España de este lado nos cueste tanto trabajo entrar por la senda del progreso y del liberalismo, del confort y de la seguridad! Muestra así España al entregarse de toda popularidad y sin reservas al culto de dos religiones de signo inverso, la de Dios y la de los matadores, el secreto más íntimo de su existencia, como quijotesco intento de realizar la síntesis de los dos abismos de la posibilidad humana: “el ser para la vida” y el “ser para la muerte”, y todo en el mismo domingo.

 LA CRÓNICA

    Por la tarde, la plaza de toros “México” presentaba un aspecto como hacía tiempo no se veía: es decir casi un lleno, porque por otro lado, hace ya varios años que el coso capitalino no presume un lleno hasta la bandera, de no cabe un alfiler en los tendidos. El clima era intensamente frío, y solo una buena tarde podría hacernos olvidar de semejante desgracia. Pero no pudimos alcanzar una temperatura agradable más que en uno de los capítulos, que ya veremos de quien se trata.

   Las cuadrillas fueron encabezadas por Eloy Cavazos, Leopoldo Casasola quien habría de confirmar su alternativa y Pablo Hermoso de Mendoza, a caballo, quienes se enfrentaron a un conjunto de animales descastados a más no poder: 4 de Santiago, uno de Vistahermosa y otro de Bernaldo de Quiros, que no supimos cual de todos fue el peor, pues los seis se pelearon con garra el dichoso título.

   Eloy Cavazos –vestido de grana y oro- se enfrentó a COPLERO, astado que no representa ningún peligro, por su juego y su presentación. Eloy hoy no ha venido a por mucho, por lo que se limita a unos lances de trámite mientras permite se le castigo al morito con severidad. El público se muestra reacio y dispuesto a no tragar una escena pueblerina más. Pinchazo, estocada caída y gran silva. Con CEREZO, no era la cereza dulce del pastel y aunque Eloy quiso sacudirse el incómodo San Benito del anterior, con este las cosas no rodaron nada bien. Si escuchamos cinco tibios olés fue mucho. El santo estuvo de espaldas, definitivamente. Estocada hasta los gavilanes saliendo rebotado, aunque sin los efectos deseados. Un descabello y se retira entre pitos.

   Por su parte Pablo Hermoso de Mendoza, calificado por la revista 6TOROS6 como el “fundador del nuevo toreo a caballo…, que prosigue con su obra legislativa, es decir, (fomentando) la ampliación de la tauromaquia a caballo con la creación de nuevas suertes, la recreación de otras y la conquista de espacios inéditos para la lidia” simplemente estuvo en maestro. Y veamos porqué.

   Con el tercero de la tarde, llamado MORO (de Vistahermosa), Pablo Hermoso nos hizo olvidarnos del invierno en otoño, para obsequiarnos con una genial actuación, maravillosa, donde las geometrías jugaron un papel determinante para su interpretación exacta, medida, certera, donde además de su dominio, el asombrosa la forma en que ha podido conducir a su cuadra de excelentes caballos, con los cuales tiene verdaderos colaboradores que conviven y comparten cada una de las gestas protagonizadas por el navarro. Como al final dejara la hoja de peral más bien trasera pero suficiente ración para terminar con el soso enemigo, bajó pronto de la cabalgadura para esperar a pie la entrega definitiva del morito, aún así la plaza toda se levantó entusiasmada aplaudiendo y clamando los trofeos, que llegaron a manos de maravilloso hombre de a caballo, quien paseó en vuelta por el anillo.

   Luego saldría en quinto lugar SOÑADOR de Bernaldo de Quiros, malo en todos sentidos. Sin embargo, el quehacer de Pablo Hermoso de Mendoza no midió la poca colaboración de este ejemplar y en su afán profesional superó la nota, aunque no se proyectó demasiado por razón del pésimo juego de un burel que no le quitó el sueño a nadie, por lo cual el público no fue tan intenso como en el de su presentación. Hizo lo que estuvo a su alcance. 2 pinchazos y ½ que escupió aunque ya dañado. Salida al tercio.

   BIGOTÓN, el primero de la tarde, justo en presentación y con una lidia incierta, amarrado a la arena y haciendo cosas de manso, fue el “toro” de la ceremonia de confirmación de alternativa de Leopoldo Casasola (blanco y oro), quien se llevó el primer susto cuando el enemigo se le puso por adelante apenas abrir el capote. Lances nerviosos a la verónica –un puyazo-. Tras la ceremonia se le vieron cosas interesantes, pero no contundentes. Salió con el traje tinto en sangre por varios arreones durante la faena. Estocada casi entera, tendida y caída, además de un descabello fue la ración final. Luego saldría a los medios a recibir una tibia ovación.

   Llegaba a su fin la corrida con ESPARTANO, al que Leopoldo lanceó a la “verónica” aunque sin animar al cotarro. Un puyazo recargando y a otra cosa. Con espada y muleta corrió la mano por ratos bien, pero a ratos dejándose enganchar la franela. Deja una estocada tendida y por tal cosa, el gran juez de plaza (así, con minúsculas) concedió una oreja que en nada ayudará al joven espada, porque fue obtenida sin los méritos correspondientes. ¡A donde iremos a parar con semejante criterio!

   Como verá usted “doña” memoria, mientras padecemos nuevamente la impunidad –ahora en México- tras el asesinato infame de Digna Ochoa, representante cabal de la defensa de los derechos humanos, otras muestras de impunidad van revelándose también en el medio taurino, pues el peso y poder de Rafael Herrerías sigue y creo seguirá imponiéndose sin que haya remedio, forma, persona o alguna otra instancia de hacerle ver –y él por su lado aceptarlo- toda la suma de arbitrariedades que comete él y sus corifeos.

   Ay memoria, cuán desagradable es a veces esta mortalidad.


UNOS FELICES TURISTAS…

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CRÓNICA.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

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    Cuatro turistas ocuparon sendas barreras en sombra. Se les veía felices. Seguramente era la primera vez que acudían a un espectáculo taurino. Tomaron fotos y videos ad nauseam; posaban para esta y otra fotografía. Permanecieron de pie casi todo el festejo, pues no habiendo a quien estorbar en esos lugares semivacíos, parece que esto no se convirtió en objeto de recriminarles algo. Éramos tan pocos en el tendido…

   Percibo que el trasfondo de todo lo anterior era, simple y sencillamente la ausencia de riesgo, esa sensación de peligro que habría si en el ruedo, en vez de esa novillada con escaso trapío y nula casta y bravura hubieran aparecido novillos fuertes, imponentes, con señas claras y manifiestas de embestidas codiciosas, y desde luego novilleros empeñosos, hambrientos de gloria, con ganas de acabar con todo. Es decir, que para los turistas, este cuadro desolador, con toque de fantasía, representaban la digna imagen –seguramente para ellos-, de un parque de diversiones, donde cada quien podría retratarse al pie de la jaula donde habitan los leones o los cocodrilos, sin que ello produzca más que un síntoma de compasión o de satisfacción, si se sabe y se confirma que esos animales, gozan de buenas atenciones.

   En aras de comulgar con la verdad, esta novillada fue insulsa, con un balance en el que los tres aspirantes siguen mostrando sus naturales defectos en esta etapa de aprendizaje, o camino a la alternativa o a la nada. Destacó la actuación de Antonio Mendoza, en la que por momentos mostró adelantos, pero sin “romper”, es decir, sin que se notaran en él esos “atrevidos vuelos” camino a la gloria, justo cuando se puede volcar la plaza, en la que solo priva el delirio, la emoción, el júbilo producido por una faena inolvidable, de esas que no surgen todos los días, pero cuando se da es porque prácticamente se ha producido un milagro. Y lo de ayer domingo, no fue tal.

LOS DE REAL DE VALLADOLID

   Desconozco las causas que el Juez de plaza tuvo para aprobar tamaño despropósito, donde la escasez de todas las condiciones privaban en este caso: edades sospechosas, trapío (¿qué cosa es el trapío?, se preguntaban espantados estos púberes), así como el consiguiente descastamiento que no tuvieron empacho en exhibir y que fue, seguramente el factor principal para que los turistas se lleven a su país todas aquellas fotografías en que por alguna razón confundieron la plaza con un parque de diversiones.

    Eso sí, terminó la novillada librados del aguacero inminente que ya hacía estragos por otras partes de la ciudad.


LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (XI).

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    A Guillermo Salas lo seguimos viendo en los tendidos de la plaza de toros “México”. Mientras tanto, están por cumplirse cincuenta años de la entrevista que aquí se presenta, y donde un joven, muy joven Guillermo Salas, formaba parte ya de aquella galería de periodistas que se decantaron por los toros como espectáculo para desplegar sus comentarios y opiniones, cuya experiencia hoy comparte con nosotros.

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Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 19, abril 19 de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (XII).

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Es probable que el Sr. Ernesto Navarrete sea, en estos momentos el decano de los periodistas taurinos en México. A pesar de su muy avanzada edad, puesto que rebasa los 90 años y es, como dice Miguel León Portilla un joven maduro, “Don Neto” aún tiene arrestos para sentarse frente al micrófono y comenzar sus “Tópicos Taurinos”, ese emblemático programa radiofónico que se convirtió en fuente de información para muchos que, como un servidor, nos formamos a la vera de buena parte de estos señores (protagonistas de la serie que Javier Esquivel  armó y confeccionó en forma caudalosa para Los Toros. Semanario del Buen Aficionado)  integrantes que se dedicaron en tiempos diferentes a desplegar sus conocimientos, ya sea en la prensa escrita, la radio o la televisión. Tengo la satisfacción de contar con la amistad de “Don Neto” a quien saludaba con frecuencia no sólo en la plaza de toros “México”, sino también en el camellón de “Álvaro Obregón”, en la colonia Roma de esta ciudad de México, donde además de todo, y a sugerencia del médico que lo atiende, ha venido desarrollando sus habilidades en la pintura, algunas de cuyas obras exhibe y pone a la venta, capitalizando un mero pasatiempo que no ha descuidado.

   Mis respetos, don Ernesto…

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Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 20, abril 26 de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (XIII).

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (XIII).

 SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    El caso de Rafael Solana hijo, quien se enfundó el seudónimo de “José Cándido” es otra de esas historias en las que su buena formación, y teniendo a su padre como modelo a seguir, permitió que se colocara en este medio de los toros con cierta facilidad. Además, fue autor de literatura, y allí están obras, como Ladera, El envenenado, la música por dentro, Estrella que navega, A su imagen y semejanza, La casa de la Santísima, Oyendo a Verdi, Tres desenlaces, Viento del sur, La pesca milagrosa  Una vejez tranquila, entre muchas más. Obtuvo en 1979 el Premio Nacional de Periodismo, y en 1986 el Premio Nacional de Ciencias y Arteas en el área de Lingüística y Literatura. Es decir, estamos frente a un gran creador y hacedor que no se conformó con colaborar en las múltiples publicaciones taurinas, de las que dejó un importante legado en crónicas y otros apuntes. También escribió su libro El crepúsculo de los dioses, que muchos de nosotros seguimos apreciando por el valioso contenido que se concentra en mostrar el perfil de las grandes figuras de la época de oro del toreo. De viva voz, tenemos aquí algunos de sus testimonios más brillantes.

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Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 7, enero 25 de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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LA HISTORIA, SU HISTORIA DEL TOREO CONTADA POR ELLOS MISMOS. (XIV). LA ÚLTIMA.

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DEL ANECDOTARIO TAURINO MEXICANO. 

 SELECCIÓN DE: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    Lamentablemente no fue posible rehacer en su totalidad tan interesante serie de testimonios, y donde estarían faltando personajes como Ricardo Colín “Flamenquillo”, Abraham Bitar, Manuel García Santos, Aurelio Pérez, “Paco Malgesto”, “José Alameda”, Manuel Horta, Carlos León, José Jiménez Latapí “Don Dificultades”, Roque Armando Sosa Ferreyro o Lauro Treviño entre algunos otros que no quisiera omitir, con objeto de concentrar a la mayoría de aquellos personajes que, teniendo diversas opiniones, o que en los hechos notábamos alguna preferencia que hacía descubrir incluso posibles actos de corrupción. El hecho es que todos ellos tuvieron un común denominador: informar parcial o imparcialmente a los aficionados de varias generaciones, con lo que agradecemos o reprochamos, según sea el caso su influencia o perjuicio, si es que lo hubo, para formar nuestros propios criterios con los que hoy nos conducimos quienes de alguna manera nos consideramos aficionados a los toros.

   En esta ocasión, no podían faltar los testimonios de un personaje que jugó el difícil papel de juez y parte. Me refiero, y así lo refiere también don Juan Pellicer Cámara, “Juan de Marchena”. Cierra esta serie con un homenaje a todos aquellos que, habiendo sido entrevistados, algunos de ellos adquirían el grado de decanos. Tal los nombres de Rafael Solana Cinta “Verduguillo”, Armando de María y Campos, así como don Alfonso de Icaza “Ojo”. Merecido homenaje que sigue hasta nuestros días.

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Los Toros. Semanario del Buen Aficionado. México, N° 8, febrero 1° de 1965. Colección “Roberto Mendoza Torres”.

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EDITORIAL.

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POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

    El martes 19 de agosto en la sesión del Congreso de San Luis Potosí, y a través del diputado Jaén Castilla Jongitud, fue hecha la solicitud de declaratoria para que la Tauromaquia sea considerada en dicha entidad como Patrimonio Cultural Inmaterial. Lo anterior se convierte en un aliento más para la fiesta, sobre todo por el hecho de que en dicho estado se venía gestando un movimiento en sentido contrario a este propósito, por lo que hubo necesidad de que alcanzara la máxima escala: el Congreso estatal.

INICIATIVA PARA BLINDAR FIESTA SLP_19.08.2014.1

Disponible en internet, agosto 20, 2014 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=20088

    No es cosa menor todo lo que ha venido sucediendo en términos de que prosperen solicitudes de tal dimensión, puesto que se genera inmediatamente un debate que pone en entredicho, en este caso al “sujeto” y también el “propósito” de la petición: la fiesta de los toros. Lamentablemente mucho de lo que se cuestiona, está sustentado en lo que la oposición considera como “tortura”, así como en desmedidos excesos cometidos en las explotaciones ganaderas, lo cual guarda una serie de significados que van más allá de supuestos “excesos”. En ese sentido, un especialista en el asunto, como lo es el MVZ Pedro Martínez Arteaga, apunta al respecto:

    En ese sentido, es bueno recordar que en México existen 284 explotaciones ganaderas dedicadas a la cría del Bos taurus; Raza de lidia, muchas de ellas establecidas en la zona centro del país y en el altiplano mexicano, caracterizadas por su aridez, con escasa precipitación y producción de biomasa. Los predios donde se desarrolla esta especie facilitan la recuperación del ecosistema ya que existe una rotación sistemática de potreros. Como referente importante tomamos a la FAO, que no dice: un 60% de las tierras del mundo están sometidas al pastoreo directo extensivo, sosteniendo alrededor de 360 millones de cabezas de ganado vacuno y más de 600 millones de ovejas y cabras. Eso ha conllevado a que nuestros ganaderos de bravo hayan iniciado un manejo holístico de su rancho, dicho manejo consiste en un proceso metodológico de toma de decisiones que establece una meta concreta, la cual incluye calidad de vida de los animales y una visión futura para la conservación de la biodiversidad. Mediante estudios realizados sobre la diversidad biológica encontramos una distribución de porcentajes muy variados de biodiversidad, haciendo una comparación de predios ganaderos dedicados a la producción de ganado domestico comparados con otros dedicados a la cría de toros bravos y encontramos una distribución de porcentajes muy variados de biodiversidad, p.e. la vegetación mixta (matorral) fue mayor en los ranchos dedicados a la cría de toros bravos, ya que se cuantificó una cobertura aérea del 14.2%  contra un 6.7% de los ranchos productores de ganado para carne. La cobertura basal del pastizal fue de igual manera mayor para los ranchos dedicados a la cría de toros bravos con 12.9% contra un 7.7% de los ranchos productores de otro tipo de ganado. Especial mención merece la fauna silvestre que encontramos en los ranchos de bravo que fue de un total de 42 especies animales silvestres en promedio, mientras que para los ranchos productores de otro tipo de ganado se encontró un número muy inferior de especies silvestres,  que tan solo fue de 29. Así pues, las condiciones de los ranchos bravos han contribuido a mantener la biodiversidad en equilibrio (homeostasis) del ecosistema por la mayor cantidad de diversidad biológica encontrada, contra aquellos ranchos dedicados a la cría de ganado manso. Los ranchos ganaderos de bravo garantizan la interacción entre flora y fauna dando una estabilidad sobre el hábitat de las especies presentes. Sumándole además que nunca se sobre pasa la capacidad de carga animal del terreno, ya que solo se crían los toros que son demandados, lo que a su vez nos garantiza una conservación del ecosistema. En tanto que los ranchos productores de ganado para carne enfrentan un serio problema de sobre pastoreo muy serio y una pérdida gradual de su diversidad biológica.

    Lo anterior no es, ni por casualidad comparable con las consecuencias de la recientemente aprobada Reforma Energética (que por cierto ya se están dejando sentir en forma desmedida), pero que de seguir como van, ocasionarán que se agoten las reservas, y la apertura de nuevos campos generará tierras y aguas contaminadas por el procedimiento de explotación. Se tiene claro que el gobierno mexicano entregará a las compañías privadas el 78% de los recursos en hidrocarburos, por parte de PEMEX o de que CFE busque ceder infraestructura eléctrica a los capitales privados, mismos que ya rebasan el 60% de la infraestructura a su favor.

   Este es, en esencia el verdadero atentado que se comete para los mexicanos, uno de cuyos porcentajes habita y trabaja en el campo, con lo que ese espacio quedará en condiciones verdaderamente vulnerables ante una voracidad ilimitada de capitalistas extranjeros. Si buena parte de ese campo, de propiedad privada corresponde a la condición del pastoreo directo extensivo, se entenderá hasta dónde pueden llegar esas intenciones. Es bueno saber que varias de estas unidades de producción agrícola y ganadera también han pasado por el agobio de las redes tendidas por el narcotráfico, de ahí que se convierta en migrante forzado o que desaparezcan del mapa definitivamente, puesto que el ganado allí reunido puede ser blanco de comercio ilícito, e incluso de matanzas sin orden ni concierto, distantes incluso de todo control sanitario.

   Y todavía, algo más. El desmedido crecimiento urbano que se extiende sin orden ni concierto por entre los espacios rurales, así como la invasión de tierras o el cambio climático, están generando condiciones que ponen en alerta a los ganaderos de bravo, por lo que es preciso que dichas condiciones queden protegidas de alguna manera, pensando que el campo es uno, entre muchos de los factores que intervienen directamente para que el espectáculo de los toros cuente con elementos de estímulo, puesto que allí hay una serie de garantías en términos de producción –insisto, agrícola y ganadera-, donde participa mano de obra que además recibe un ingreso, por lo que no sería deseable que se haga presente un estado de cosas que se contraponga de manera irracional o quede fuera de control.

   Si estas no son razones de peso para que se entiende hasta qué punto puede desarticularze un esquema tradicional que, con su sola presencia se constituye en parte esencial de la tauromaquia, estaremos no solo ante el riesgo de su prohibición, sino que ello podría estimular aquellas condiciones expuestas párrafos arriba, puesto que dichos espacios (es decir las ganaderías) por pequeños o grandes que estos sean, además de sumarse a cuanto riesgo se plantea, en automático perderían capacidades para sumarse a los principios de un mercado al cual también se integran.

   Es bueno recordar que la parte opositora apuesta por la desaparición del espectáculo en función de un criterio muy limitado, cuyo soporte tiene que ver, desde mi muy personal perspectiva, con aquel principio en el que los dictados de la globalización y el neoliberalismo establecen línea de acción, pero se niegan a aceptar –como lo decía el gran historiador Edmundo O´Gorman- aquella condición que plantea que el pasado nos constituye como seres humanos, y de que para eso hay que entender la inmensa suma de factores de lo que hoy somos, al paso de muchos siglos de lenta constitución ideológica. En este espacio, he reiterado, y ahora lo haré de nueva cuenta sobre una serie de ideas que establecen el porqué de este conflicto, buscando justificar conscientemente su permanencia. Veamos.

    Todo aquel que se considere aficionado a los toros debe saber que, para hacer una defensa legítima de un espectáculo cada vez más cuestionado, es preciso conocer que su permanencia se debe a una serie de procesos cuya integración puede sumar varios milenios.[1] Sociedades primitivas vincularon los ciclos agrícolas concibiendo figuras idealizadas a las que comenzaron a rendir culto. En el bagaje complicadísimo de su andar por los siglos, fue necesario incorporar elementos que, llevados al sacrificio, cumplían con propósitos de celebración, veneración y hasta petición, cuyos fines se ligaban a la obtención de buenas cosechas o buscaban erradicar el mal producido por sequías, inundaciones o plagas.

   La caza del toro por el hombre primitivo para aprovechar su carne como alimento, su piel como vestido y más tarde, con el surgimiento de las sociedades agrícolas, como instrumento de trabajo, fue probablemente el embrión de la tauromaquia. Para apoderarse del animal, el hombre debió oponer su habilidad e inteligencia a la fuerza bruta del bóvido, dando origen a ciertas prácticas que podrían ser consideradas como una lidia primitiva. Más tarde, estas prácticas se utilizarían como deporte y como ritos religiosos.

   En el sincretismo, la amalgama que esas y otras sociedades tuvieron, ya fuera por expansión de sus dominios, por guerras o esa intensa lucha que las creencias también fueron forjando, permitieron que los pueblos fueran cambiando lentamente sus esquemas de vida, asunto este que permitió, entre otras muchas cosas, expresiones de la vida cotidiana. Es así, que en ese largo proceso además de que el hombre ya convivía con animales y los domesticaba, así también surgieron expresiones que, al cabo de los siglos y de sus necesarias adecuaciones, el toreo encontró espacios de desarrollo sin dejar de incluir aquel elemento originario el que, en su nueva manifestación de rito y fiesta siguió su camino.

   Que el toreo despierte pasiones es un hecho. Los componentes que reúne han producido, producen y seguirán produciendo diversos niveles de intensidad en las polémicas, las confrontaciones, el debate que unos y otros han mantenido por siglos. Hoy día, con explicaciones como la que ahora mismo se presenta, se da un paso adelante en el sentido de justificar el porqué de los toros, de ahí la importancia de revalorar sus significados, sin mengua de que nos enfrentamos o podemos enfrentarnos a auténticos juicios sumarios que muchas veces se cierran a la razón, siendo para nosotros la única bandera que ondea en el campo de batalla.

   El uso del lenguaje y este construido en ideas, puede convertirse en una maravillosa experiencia o en amarga pesadilla.

   En los tiempos que corren, la tauromaquia ha detonado una serie de encuentros y desencuentros obligados, no podía ser de otra manera, por la batalla de las palabras, sus mensajes, circunstancias, pero sobre todo por sus diversas interpretaciones. De igual forma sucede con el racismo, el género, las diferencias o compatibilidades sexuales y muchos otros ámbitos donde no sólo la palabra sino el comportamiento o interpretación que de ellas se haga, mantiene a diversos sectores en pro o en contra bajo una lucha permanente; donde la imposición más que la razón, afirma sus fueros. Y eso que ya quedaron superados muchos oscurantismos.

   En algunos casos se tiene la certeza de que tales propósitos apunten a la revelación de paradigmas, convertidos además en el nuevo orden de ideas. Justo es lo que viene ocurriendo en los toros y contra los toros.

   Hoy día, frente a los fenómenos de globalización, o como sugieren los sociólogos ante el hecho evidente ante la presencia de una “segunda modernidad”, donde las reses sociales se han cohesionado hasta entender que regímenes como los de Mubarak o Gadafi cayeron en gran medida por su presencia, como ocurre también con los “indignados”, con lo que viene dándose en fenómeno de muchos cambios, algunos de ellos radicales de suyo que dejan ver el desacuerdo con los esquemas que, a sus ojos, ya se agotaron. La tauromaquia en ese sentido se encuentra en la mira.

   Pues bien, ese espectáculo ancestral, que se pierde en la noche de los tiempos es un elemento que no coincide en el engranaje del pensamiento de muchas sociedades de nuestros días, las cuales cuestionan en nombre de la tortura, ritual, sacrificio y otros componentes como la técnica o la estética que le son consubstanciales al espectáculo para culminar con aquellos “procedimientos”, procurando abolirlas al invocar derechos, deberes y defensa por el toro mismo.

   La larga explicación de si los toros, además de espectáculo son: un arte, una técnica, un deporte, sacrificio, inmolación e incluso holocausto, nos ponen hoy en el dilema a resolver, justificando su puesta en escena, las razones todas de sus propósitos y cuya representación se acompaña de la polémica materialización de la agonía y muerte de un animal: el bos taurus primigenius o toro de lidia en palabras comunes.

   Bajo los efectos de la moral, de “su” moral, ciertos grupos o colectivos que no comparten ideas u opiniones con respecto a los que se convierte en blanco de crítica o cuestionamiento, imponen el extremismo en cualquiera de sus expresiones. Allí está la segregación racial y social. Ahí el odio por homofobia, por homofobia,[2] biofobia,[3] por lesfobia[4] o por transfobia[5]. Ahí el rechazo rotundo por las corridas de toros, abanderado por abolicionistas que al amparo de una sensibilidad ecológica pro-animalista, han impuesto como referencia de sus movimientos la moral hacia los animales. Ellos dicen que las corridas son formas de sadismo colectivo, anticuado y fanático que disfruta con el sufrimiento de seres inocentes.

   En este campo de batalla se aprecia otro enfrentamiento: el de la modernidad frente a la raigambre que un conjunto de tradiciones, hábitos, usos y costumbres han venido a sumarse en las formas de ser y de pensar en muchas sociedades. En esa complejidad social, cultural o histórica, los toros como espectáculo se integraron a nuestra cultura. Y hoy, la modernidad declara como inmoral ese espectáculo. Fernando Savater ha escrito en Tauroética: “…las comparaciones derogatorias de que se sirven los antitaurinos (…) es homologar a los toros con los humanos o con seres divinos [con lo que se modifica] la consideración habitual de la animalidad”.[6]

   Peter Singer primero, y Leonardo Anselmi después, se han convertido en dos importantes activistas; aquel en la dialéctica de sus palabras; este en su dinámica misionera. Han llegado al punto de decir si los animales son tan humanos como los humanos animales.

   Sin embargo no podemos olvidar, volviendo a nuestros argumentos, que el toreo es cúmulo, suma y summa de muchas, muchas manifestaciones que el peso acumulado de siglos ha logrado aglutinar en esa expresión, entre cuyas especificidades se encuentra integrado un ritual unido con eslabones simbólicos que se convierten, en la razón de la mayor controversia.

   Singer y Anselmi, veganos convencidos reivindican a los animales bajo el desafiante argumento de que “todos los animales (racionales e irracionales) son iguales”. Quizá con una filosofía ética, más equilibrada, Singer nos plantea:

   Si el hecho de poseer un mayor grado de inteligencia no autoriza a un hombre a utilizar a otro para sus propios fines, ¿cómo puede autorizar a los seres humanos a explotar a los que no son humanos?

   Para lo anterior, basta con que al paso de las civilizaciones, el hombre ha tenido que dominar, controlar y domesticar. Luego han sido otros sus empeños: cuestionar, pelear o manipular. Y en esa conveniencia con sus pares o con las especies animales o vegetales él, en cuanto individuo o ellos, en cuanto colectividad, organizados, con creencias, con propósitos o ideas más afines a “su” realidad, han terminado por imponerse sobre los demás. Ahí están las guerras, los imperios, las conquistas. Ahí están también sus afanes de expansión, control y dominio en términos de ciertos procesos y medios de producción en los que la agricultura o la ganadería suponen la materialización de ese objetivo.

   Si hoy día existe la posibilidad de que entre los taurinos se defienda una dignidad moral ante diversos postulados que plantean los antitaurinos, debemos decir que sí, y además la justificamos con el hecho de que su presencia, suma de una mescolanza cultural muy compleja, en el preciso momento en que se consuma la conquista española, logró que luego de ese difícil encuentro, se asimilaran dos expresiones muy parecidas en sus propósitos expansionistas, de imperios y de guerras. Con el tiempo, se produjo un mestizaje que aceptaba nuevas y a veces convenientes o inconvenientes formas de vivir. No podemos olvidar que las culturas prehispánicas, en su avanzada civilización, dominaron, controlaron y domesticaron. Pero también, cuestionaron, pelearon o manipularon.

   Superados los traumas de la conquistas, permeó entre otras cosas una cultura que seguramente no olvidó que, para los griegos, la ética no regía la relación con los dioses –en estos casos la regla era la piedad- ni con los animales –que podía ser fieles colaboradores o peligrosos adversarios, pero nunca iguales- sino solo con los humanos.[7]

    Espero que traer una vez más todas estas opiniones, signifiquen desde luego elementos de prueba para justificar plenamente la pervivencia del espectáculo de los toros en México.

 20 de agosto de 2014.


[1] José Francisco Coello Ugalde: “AMBIGÜEDADES Y DIFERENCIAS: CONFUSIONES INTERPRETATIVAS DE LA TAUROMAQUIA EN NUESTROS DÍAS”. Ponencia presentada en el II Coloquio Internacional “La fiesta de los toros: Un patrimonio inmaterial compartido”. Ciudad de Tlaxcala, Tlax. 17, 18 y 19 de enero de 2012.

[2] Aversión obsesiva hacia las personas homosexuales.

[3] Rechazo a los bisexuales, a la homosexualidad o a las personas bisexuales respectivamente.

[4] Fobia a las lesbianas.

[5] Odio a los transexuales.

[6] Fernando Savater: Tauroética. Madrid, Ediciones Turpial, S.A., 2011, 91 p. (Colección Mirador)., p. 18.

[7] Op. Cit., p 31.


SOBRE “LA VERÓNICA” DE HOY EN DÍA…

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CURIOSIDADES TAURINAS DE ANTAÑO EXHUMADAS HOGAÑO.

POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE.

LA VERÓNICA, LANCE DE UN AYER DISTANTE Y QUE HOY, MANTIENE EL EQUILIBRIO DE SU INTERPRETACIÓN.

    Ejecutantes del lance fundamental de o a la “Verónica” los ha habido pocos, los suficientes para que la prosapia de este lance adquiera condiciones especiales, como suerte reservada a ese tipo de estetas cuya presencia en el toreo sigue siendo hoy referente, modelo a seguir. Tal suerte quedó definida en dos “Tauromaquias”, tanto en 1796 como en 1836. En la primera, José Delgado apuntaba:

ESTO DICTÓ PEPEHILLO SOBRE LA VERÓNICA...

    Es decir que, para 1796, año en que fue publicada tal summa de experiencias, como síntoma de avanzada que tendrían bien asimilado los primeros toreros de a pie, quienes además ya aplicaban en el espectáculo una visión totalmente crematística, se dieron a interpretar la “Suerte de frente, o a la Verónica” tal y como lo sugería José Delgado, de lo cual se desprendería el alto grado de madurez que, para esos momentos alcanzaba la tauromaquia, luego de haber superado el caos con que se puso en marcha, al menos 50 años atrás, tiempo que tomó afinar muchos de los significados que tendría la lógica de este quehacer, totalmente nuevo en su sentido técnico y estético, con lo que estaban dadas las condiciones para recibir al siglo XIX, en el que al cumplirse justo su primer tercio de desarrollo, aparece otro torero, Francisco Montes, el cual también aportará una serie de testimonios –todavía más elaborados- en la “Tauromaquia” que lleva su nombre.

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   Llevados de la mano a través del tiempo, pueden mencionarse nombres como los de: Antonio Fuentes, Juan Belmonte, Francisco Vega de los Reyes, Jesús Solórzano, Luis Castro “El Soldado”, “Manolo” Escudero, Alfonso Ramírez “Calesero”, “Curro” Romero, Rafael de Paula como máximos intérpretes desde que la TAUROMAQUIA en cuanto tal alcanzó su grado de madurez plena, y hoy ha llegado a unos límites en que si bien, por un lado necesita urgentemente una actualización, por otro sus dictados parece ser que deben mantenerse intactos. Tal es el caso de la “Verónica” en manos de un nuevo fenómeno, por lo menos en España. Se trata del novillero José Garrido, quien acaba de triunfar en la matinal que se celebró en Bilbao apenas el 22 de agosto pasado. Tal novillero se despidió en dicha jerarquía, pues bien pronto ascenderá al grado mayor: matador de toros, y lo hizo demostrando magníficas capacidades, al punto de que obtuvo corte de seis orejas, lo que le permitió, sin ningún problema, salir por la “puerta grande”.

   Hay una fotografía (la cual podría ser de Arjona) que ya circuló por diversos portales taurinos, en la cual se capta el momento del “abandono” de Garrido justo cuando interpreta una “Verónica”, captándose el momento o tiempo del “temple”, cual si fuese una pincelada contundente, destacando también esos pies firmes sobre la arena.

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Disponible en internet, agosto 23, 2014 en: http://www.taurologia.com/memorable-encerrona-jose-garrido-matinal-bilbao-seis-3202.htm

    Si bien pudiéramos verla y entenderla como una “Verónica” a media altura, precursora de lo que luego Francisco Vega de los Reyes consiguió, sobre todo con aquel lance que perpetuó Francisco Urbina…

GITANILLO DE TRIANA_FCO. URBINA

La Fiesta. Semanario gráfico taurino. México, D.F., N° 63, 5 de diciembre de 1945

 ….entenderemos que al recrearla, en ese viejo estilo, de antes de “Gitanillo”, es como pensar que se vuelve a los orígenes, con objeto de reencontrarse con el pasado y depurar su andamiaje, con tal de perpetuarla en aras de esa siempre y necesaria puesta al día que permite al espectáculo mantener su fascinación. Una fascinación anacrónica que no sé cuán correcto sea afirmar si tan intacta; para con ese alarde, mantenerse arrogante en estos tiempos que corren, los cuales y de continuo le manifiestan su repudio gracias a las nuevas formas de pensar de estas sociedades modernas cuya forma de ver al mundo las torna conflictivas.

   Por fortuna, allí está todavía un respiro, un aliento que permite justificar esa presencia ritual y milenaria como es la de la tauromaquia y que este pasado 22 de agosto toco el turno de oficiar a José Garrido, el cual además, salió en olor de santidad del coso bilbaíno. Sea por Dios… y celébrese la gracia.

   NOTA IMPORTANTE: Los facsímiles de sendas “Tauromaquias”, proceden de consultas realizadas tanto a la Biblioteca Digital de Castilla y León, como a la Biblioteca Nacional de España.


EL PASO ADELANTE QUE TODOS ESPERAMOS…

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CRÓNICA.

 POR: JOSÉ FRANCISCO COELLO UGALDE

    Se tiene perfectamente claro que las ferias taurinas celebradas en Bilbao, tienen la particularidad de presentar encierros que han alcanzado la máxima aspiración que tendría cualquier ganadero que se precie, por lo que es común que salgan por “Toriles” ejemplares como “Hechicero” de Garcigrande, cuya presencia se desbordó con el siguiente trapío:

HECHICERO DE ALCURRUCÉN_BILBAO_2014

Disponible en internet, agosto 25, 2014 en: http://www.taurologia.com/alarma-bilbao-desconcierto-descenso-espectadores-exige-3211.htm

    Del mismo modo, “Joselito” Adame tuvo a bien enfrentar ejemplares provenientes de la casa detentada por la familia Lozano, y nuestro paisano terminó cortando una oreja en dicha jornada.

JOSELITO y MANCHEGO EN BILBAO_18.08.2014

Disponible en internet, agosto 18, 2014 en: http://altoromexico.com/2010/index.php?acc=noticiad&id=20076

JOSELITO y MANCHEGO EN BILBAO_18.08.2014bis

   El compromiso de la empresa, ganaderos, toreros, autoridades, medios de comunicación se unen en un denominador común que es ofrecer un espectáculo digno, de seriedad. Desde luego, no se trataría de “elefantes” o toros desproporcionados o “bastotes”, sino más bien ejemplares muy bien equilibrados en edad, trapío, cornamenta y otras características que honren una vez más ese principio del que finalmente los beneficiados son, por un lado la fiesta misma; por el otro los aficionados que son quienes pagan su boleto en espera de un buen resultado.

   Ese buen ejemplo sigue esperando que en casos como los de nuestro país, sigan sus pasos. Como podrá verse o comprobarse, en la medida en que se cumplan a cabalidad los requisitos que han venido estableciendo los usos y costumbres, así como la normatividad establecida, se tendría la certeza de esperar algo como lo que Bilbao está presumiendo al mundo. Tampoco se trata de que se presenten toros exactamente igual a los españoles, pues el que se cría en México posee otras particularidades (en la caja, y otros aspectos morfológicos, así como en el desarrollo de la cornamenta, por ejemplo). Sin embargo hay algo tan evidente que es el hecho de que cuando un toro alcanza la edad para su lidia en la plaza, esa presencia impone aquí o en China. Ese fenómeno ocurre de vez en vez, aisladamente, lo que impide existan condiciones de certidumbre o credibilidad, por lo que este es otro factor que influye en la tendencia a la baja que sigue mostrando el espectáculo. Por tal motivo, dicho factor es otro más de los elementos que se convierten en un auténtico desencanto de aficionados o potenciales aficionados que merecerían ser correspondidos con un ofrecimiento totalmente distinto, tan parecido como el que aquí se viene destacando.

   Aún así, existe una grave preocupación presente en Bilbao, pues teniendo el espectáculo que se ha venido proponiendo todos los componentes para garantizar excelentes condiciones (salvo el último factor que recae en el juego de los toros, el mismo que pende del azar), los aficionados no acuden en forma masiva. En ese sentido, quien ha emitido una opinión centrada, ecuánime y prudente es la que se encuentra en el portal de internet “Taurología.com” (http://www.taurologia.com/alarma-bilbao-desconcierto-descenso-espectadores-exige-3211.htm), cuyo responsable es el escritor y periodista Antonio Petit Caro. La recomiendo ampliamente por su imparcialidad ampliamente reconocida, desde la cual se pueden percibir diversas causas de este grave problema.

   Insisto, para terminar, que ese modelo bien puede ser aplicado en México, país que padece, por otro lado otro conjunto de crisis que afectan severamente la economía de sus ciudadanos, pero también la falta de credibilidad entre muchos que prometen el “oro y el moro” y al final sólo se tiene desencanto tras la “tomada de pelo” que se comete en algo que es peor: el fraude. La madurez de quienes habitamos este país toma ya un curso totalmente distinto, renovado, que no admite por consecuencia “fuegos de artificio”, sino realidades concretas. Anhelamos que alguien dé el paso adelante esperado, y si lo da apostando por estas garantías, merecerá nuestro respeto y admiración.

25 de agosto de 2014.


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